El objetivo de un gobierno es facilitar la actividad económica y la prosperidad.
Hace poco más de un mes, el Financial Times mostraba la evidencia de la recuperación española y el Fondo Monetario Internacional y hasta el New York Times reflejaba lo que ha sido un ejemplo de cómo salir de la crisis.
Porque España pudo salir de la crisis, una medalla que todos los ciudadanos y empresas nos podemos poner, en un entorno extremadamente difícil. Aumentando exportaciones con nuestros principales socios en recesión (Brasil) o estancamiento (Francia). Con una reforma financiera que permitió recuperar la credibilidad internacional cuando estaba hundida. Y con una reforma laboral que paró la sangría del desempleo y ha conseguido que terminemos mucho mejor que cuando destruíamos 3.000 empleos al día, eso sí, con mucha dignidad.
Como explica Guillermo Julio Sáez (lean El mercado laboral en los 2.381 días de Rajoy), la Reforma Laboral fue aprobada en febrero de 2012 y no entró en vigor de forma definitiva hasta junio de ese año. En aquel momento en España había 17.758.500 trabajadores, mientras que a cierre del primer trimestre de 2018 la cifra alcanzaba 18.874.200 trabajadores. A la entrada en vigor de la Reforma Laboral, 15.152.500 tenían trabajo a Jornada Completa, en la EPA del primer trimestre de 2018, 16.059.900 trabajadores. Del mismo modo, en 2012, 11.271.800 asalariados contaban con un contrato indefinido, mientras que a finales del primer trimestre de 2018 había casi medio millón más de asalariados con contrato indefinido. España se convertía en el segundo país de la Eurozona en creación de empleo fijo.
Con todos los retos que tiene la economía española, y las mejoras que deben llevarse a cabo, negar la recuperación y, sobre todo, entorpecerla, sería un ejercicio de irresponsabilidad suicida.
Negar la recuperación y, sobre todo, entorpecerla, sería un ejercicio de irresponsabilidad suicida.
La llegada del nuevo ejecutivo ha supuesto un gran alivio para los que temían una deriva radical y extremista. Pero no debemos olvidar la extrema debilidad y el riesgo de un tacticismo pre-electoral que deja un parlamento en el que todos, gobierno incluido, tienen como objetivo las próximas elecciones y pocos la mejora de la economía y del país.
No debemos olvidar que el nuevo gobierno llega tras una moción de censura cuyo único objetivo era desplazar al presidente, y donde las coincidencias programáticas y de visión de estado no es que sean distintas, es que son antagónicas. Una coalición del “no a Rajoy” que unió a derecha separatista, izquierda radical, comunismo y nacionalismo. Legítimo, por supuesto. Pero ahora toca gestionar una minoría mucho más débil.
Los riesgos
El primer riesgo son los globos sonda, aquellos que tan desafortunado recuerdo nos traen. Esos anuncios “a ver qué pasa” y “cómo reacciona la oposición”. Los globos sonda siempre se han utilizado en nuestro país para hacer que el oponente “se retrate” de cara a una contienda electoral. Pero esos mensajes no caen en saco roto y suman al riesgo político. Si esa desafortunada política ya nos costaba perder credibilidad antes y durante la crisis, es mucho más preocupante si se hace con una minoría tan débil y ante un riesgo evidente de ralentización económica.
El segundo riesgo son los experimentos. El perfil europeísta y centrista, moderado, del gobierno, también incluye personas cuyo historial previo puede ser una zancadilla a la recuperación. Debemos tener mucho más que cuidado si empezamos con las veleidades fiscales que muchos temen.
La subida de impuestos en un periodo en el que se debe preservar el crecimiento y la creación de empresas siempre es negativa. Hacerlo cuando estamos en un periodo de confirmación de la recuperación, puede ser una importante zancadilla al crecimiento y a las expectativas de mejora.
Lo mejor de un ministro de Hacienda es que no ha llegado el siguiente.
Y me temo que todas las críticas –justificadas-, las primeras las mías en esta columna, a la política fiscal del anterior gobierno nos van a hacer echar de menos a Cristóbal Montoro y al acuerdo de presupuestos con Ciudadanos. Con mucha dignidad.
Primero, esa “fiscalidad verde” que ya nos han adelantado, que no deja de ser subirle los impuestos a los consumidores. El truco es siempre hablar del impuesto a algo que no lo paga. “El impuesto a Google”, “el impuesto a la banca”, “el impuesto al CO2”, son el impuesto a usted, usted y usted. Eso sí, como es por la transición ecológica, las subvenciones al sector del carbón, muy ecológico él, no se van a acabar. Pero usted va a pagar la subvención y el impuesto. Verdes ambos. Por el color del billete de 100 euros.
“El impuesto a Google”, “el impuesto a la banca”, “el impuesto al CO2”, son el impuesto a usted, usted y usted.
Ya se anunciarán “armonizaciones fiscales”. Ya sabe usted lo que es “armonizar”. Subir.
Y, si atendemos al historial en Andalucía, ya hemos visto que subieron el esfuerzo fiscal de manera brutal sin reducir la enorme administración paralela.
Pero es “a los ricos”. ¿De verdad? Según el Consejo General de Economistas y Asesores Fiscales, una renta bruta de 30.000 euros paga 4.974 euros de IRPF en Andalucía, frente a los 4.829 de Madrid. “Armonizar” nunca será sacar a los sufridos andaluces del infierno fiscal, sino meternos a los demás en él. “Armonizar” tampoco será eliminar las 304 entidades públicas de Andalucía o las casi 390 de Cataluña. Ni reducir los más de 6.000 y 20.000 millones anuales que gastan respectivamente en administraciones paralelas.
Por supuesto, el riesgo, como ocurrió con la administración anterior cuando renunció a sus principios de baja fiscalidad, es que todo se hace en nombre de un supuesto “poder recaudatorio” y “margen fiscal” que viene siempre de pensar que usted gana mucho y ellos gastan muy poco.
Pero mi único deber es alertar. Con todo el respeto, España no puede pasar de ser un ejemplo de cómo salir de la crisis a un ejemplo de cómo volver a ella. Les ruego que consideren a las pymes, a todas esas empresas –más del 60%- que siguen en pérdidas, a los autónomos que siguen luchando por el país, a la clase media a la que ustedes han denominado “los ricos” bajando constantemente el umbral de la fiscalidad más onerosa.
No podemos ponerle zancadillas al crecimiento a ver qué pasa. No podemos porque el espacio fiscal es inexistente y el margen de confianza, mínimo.
Mi único deber es alertar. Con todo el respeto, España no puede pasar de ser un ejemplo de cómo salir de la crisis a un ejemplo de cómo volver a ella.
El gobierno está para facilitar. Espero que así lo comprenda. Este gobierno no va a tener el lujo de ponerle zancadillas al país y extender la mano para “ayudar”.
La mejor política social es el empleo y el crecimiento. Si el ejecutivo lo olvida, no va a poder acudir al enemigo externo para echar culpas. El único responsable será el gobierno.
Los socialistas del PSOE y del PP siempre suben impuestos, Sánchez tiene dos años para gastar más y yo veo esto muy mal, a la vista de lo que ya ha hecho el gobierno y creo que el espacio fiscal no es inexistente: si se quiere subir impuestos siempre hay por dónde subirlos y si no hay se inventa, como ya hemos visto ejemplos recientes.