Hace dieciocho meses la media del consenso de grandes instituciones y analistas estimaba que España crecería en 2015 un 1,5%. Hoy, las estimaciones más conservadoras ya asumen un 3,5%. Los analistas han subestimado el potencial de crecimiento de España y han tenido que duplicar sus expectativas. No solo para 2015, sino para 2016.
España se sitúa a la cabeza de la Unión Europea en cuanto a crecimiento y las razones son mucho más estructurales que coyunturales.
La excusa fácil es achacar ese crecimiento a la devaluación del euro, al Banco Central Europeo y al bajo precio del petróleo. Sin obviar esos factores, debemos recordar que España crece mucho más que otros países como Portugal o Italia, que tienen sensibilidades similares a dichos factores externos.
Además, España ya empezó a sorprender al alza y crecer por encima de las expectativas en 2013, con un euro fuerte, un petróleo caro y sin recompras del Banco Central, mientras las exportaciones alcanzaban niveles record.
De nuevo, el error del consenso neokeynesiano es que siempre sobrevalora los efectos supuestamente mágicos de la política monetaria y subestima los impactos positivos de las reformas estructurales.
Analicemos tres factores esenciales.
Primero, la reforma laboral, que muchos decían que iba a destruir empleo neto, ha contribuido a crear empleo neto durante 22 meses consecutivos, aumentando afiliaciones a Seguridad Social y reduciendo el paro mucho más de lo que dictaría la tradicional correlación entre PIB y empleo. ¿Temporal y precario?. No existe un solo país que haya salido de la crisis desde el empleo fijo. EEUU ha tardado seis años en recuperar el nivel de empleo fijo de antes de la crisis.
Segundo, la reforma financiera ha despejado las dudas sobre nuestro sistema bancario y ha permitido una recuperación rápida de la confianza, la inversión y el nuevo crédito concedido.
Tercero, la Ley de emprendedores, la tarifa plana y la reforma fiscal han contribuido a mejorar las perspectivas de trabajo y de facilidades para crear empresas. Aun así España, con datos de 2012, había perdido 22 puestos en el índice de libertad económica de la Heritage Foundation. Es por ello que debe profundizar en mejorar la renta disponible y las facilidades de contratación.
El consenso de analistas también ha tenido que duplicar sus estimaciones de crecimiento de consumo en dieciocho meses. Y conviene recordar por qué empezamos a mejorar antes de lo previsto, ya a mediados de 2013. Un euro fuerte y precios bajos –no deflación– habían sido esenciales para fortalecer la posición de las familias. No solo no afectaron a las exportaciones, también ayudaron a que la riqueza de las familias, fundamentalmente depósitos, alcanzase niveles de 2007. Contar con precios bajos ayudó a que las familias sufriesen un menor impacto de la caída de salarios en crisis.
La política de contención del gasto público, sin embargo, ha sido moderada e insuficiente. Pero no olvidemos que el Estado ha tenido que atender a facturas impagadas pendientes en 2011 y acudir al rescate de algunas comunidades autónomas con un impacto en el gasto muy relevante. Aunque la deuda sigue creciendo, España ha pasado de tener necesidades netas de financiación de más de 100.000 millones de euros a menos de 65.000 en tres años. Reducir también el desastroso déficit comercial de las políticas de “incentivar la demanda interna”, que llegó a ser del 10% del PIB, a casi superávit, ha sido otro elemento esencial de la recuperación.
España ha llevado a cabo un ajuste de casi 15 puntos del PIB en cuatro años, y lo ha hecho creciendo más que sus países comparables y creando más empleo de lo esperado. Queda mucho por hacer, pero no podemos negar lo evidente.
España molesta a algunos porque ha sido el éxito de las políticas de austeridad que nadie quiere admitir. Austeridad moderada. El error es caer en la complacencia de una recuperación frágil y revertir las reformas estructurales para caer en un “laberinto griego” de recesiones recurrentes.
Expansión 2 de julio 2015
Daniel
Comparto contigo tu visión liberal de la economía (permíteme ese atrevimiento), si bien respecto del la reciente reforma tengo otra visión sobre su impacto en nuestra maltrecha economía; en mi humilde opinión:
1- efectivamente no ha generado paro, pero tengo serias dudas de que haya sido la causa de generación de empleo
2- el abaratamiento del despido sigue siendo una broma, tanta protección al desvalido empleado solo genera caraduras y no dinamizar el mercado laboral en absoluto.
3- las bonificaciones (i.e. Tarifas planas y demás opciones) sólo son medidas estéticas, los condicionantes para acceder a ellas son tan exageradas que hacen desaconsejable beneficiarse de ellas. Posiblemente las grandes empresas puedan beneficiarse, pero no olvidemos que el tejido empresarial español tiene un porcentaje elevado de PYMES, autónomos y microempresas.
Finalmente comentar que he observado que en países con bajo nivel de desempleo y sueldos medios notablemente más elevados que en nuestra querida España tienen un coste de despido prácticamente inexistente y/o un SMI también inexistente. Conclusión: esos factores son dinamizadores de empleo y dan mucha flexibilidad del mercado laboral, ya que las empresas pierden el miedo a contratar y es mas fácil que un desempleado encuentre trabajo («provided» que el sujeto este dispuesto a buscar trabajo, cosa que debería controlarse; seguramente ayudaría también si el INEM fuera gestionado de forma privada que no privatizado, es decir, subcontratada su gestión).