“Ha ganado el sí”, escribía Yolanda Díaz en sus redes sociales.
Ha ganado el sí a la desigualdad entre españoles, a premiar a los delincuentes y expoliar a los que producen, el sí a mayores privilegios a las comunidades más ricas a cambio de mayores impuestos y deuda a las más pobres, el sí al antisemitismo, al silencio ante la demolición del estado de derecho y a la imposición de la aleatoriedad política por encima de los contrapesos del estado.
La evidencia de lo que nos espera en esta legislatura, el chantaje constante de los separatistas y el asalto a los contribuyentes, quedó en evidencia en la lista de nuevos y mayores impuestos que sufrirá la clase media, desde los seguros al gasóleo, la electricidad y el IVA de la educación o sanidad independiente, y en las amenazas que profirió la representante de Junts en el parlamento, cuando dijo que la “estabilidad de la legislatura queda sujeta a los avances y cumplimientos” de sus exigencias en la negociación.
Conviene recordar que ningún votante del PSOE acordó la amnistía, que todo el aparato del PSOE anunciaba como “anticonstitucional” días antes de las elecciones, y que los atónitos votantes del PSC ven como las concesiones a los independentistas superan con creces las peores pesadillas de los que defienden la unidad de España y la constitución.
La investidura acarrea un coste en prebendas a los separatistas sin precedentes que supondrá mayores impuestos a los ciudadanos y mucha mayor deuda además de encumbrar el antisemitismo, el separatismo y las ideas más ridículas del chavismo patrio.
Lo peor de esta investidura es que destruye los contrapesos del poder político y consagra la inseguridad jurídica bajo la falacia de la justicia social, que es la mayor injusticia de todas: la imposición del asalto a los que producen por parte de los que extraen.
Dice Sánchez que los que más ganas tendrán que pagar más, pero lo que no dice es que los que más ganan comparado con lo que producen son ellos, los políticos extractivos y confiscatorios. Y es que el problema de España no son los ricos, sino los que viven de nuestros impuestos por adhesión política y, además de no producir nada, entorpecen.
Esta investidura es la coronación del clientelismo peronista. Un país donde el gobierno premia a los que malversan y ahora les va a devolver el dinero que robaron mientras anuncia una batería de impuestos que harán más difícil la vida a las familias y empresas.
En un país que tiene todavía 50.000 empresas cotizando menos que a final de 2019, y en el que, según el INE, hay 330.786 empresas económicamente activas menos que en 2019, la ministra Calviño dice que las empresas jamás habían estado mejor que con ellos. Ahora se ha lanzado de nuevo a subir el impuesto de sociedades y atacar la libertad empresarial.
Mientras nos cuentan que España va como una moto, el Banco de España refleja que el 29% de las empresas españolas registra pérdidas, lo que implica un aumento de 4,4 puntos por encima de la cifra previa a la pandemia.
Mientras nos cuentan que te dan derechos, España continúa con la tasa de paro más alta de la OCDE, superando a Grecia, Ucrania y Turquía, con 1,088 millones de desempleados demandantes de empleo además de 3,3 millones de desempleados apuntados al SEPE y las horas trabajadas por empleado siguen sin recuperar el nivel de 2019. España pierde puestos como economía a nivel mundial, y en renta per cápita ajustada por poder adquisitivo estamos a 15 puntos de la media de Europa cuando en 2018 estábamos a solo nueve puntos.
No hay ninguna razón para aplaudir. España vuelve a estar gobernada por burócratas extractivos cuyo odio a los autónomos, las empresas y todo aquel que gana un poco de dinero solo es comparable a su voracidad extractiva y recaudatoria. En la investidura ha ganado el sí a la envidia y el robo.
«Conviene recordar que ningún votante del PSOE acordó la amnistía». Cualquier votante del P$O€ es un talibán-votante. Se ven, y se oyen, a personas decir que «siempre han votado al P$O€» y alguno incluso lo adorna con «haga lo que haga». Yo he oído a uno de izquierdas decir que prefiere que roben los suyos. A esos votantes les importan un pimiento amnistías, condonación de deudas, asalto a la justicia (con el PP de cómplice), subidas de impuestos, corrupciones y demás ocurrencias bolivarianas. Lo importante es que los suyos están en el poder. Cuando lo han logrado les invade una especie de éxtasis orgásmico y quedan anestesiados. Después, cuando pinten bastos, los culpables serán los mercados, los especuladores y su avaricia, los del petróleo, la globalización, la abuela que fuma, los agricultores de Jaén, el cambio del clima climático, los marcianos… Tragarán con todo y si «los suyos» se van, o los echan, y dejan el país en ruinas, como siempre han hecho, pelillos a la mar, habiendo bares, «puentes» festivos y fútbol todo resuelto. Son talibanes-votantes y están orgullosos de su ignorancia. Y todavía alguno se pregunta por qué España es uno de los países que más ciberataques reciben.