Trump deja en evidencia el proteccionismo de la UE. El fin del conflicto arancelario pasa por levantar las barreras al comercio

En los últimos quince años, el mundo se ha acostumbrado a una idea de libre comercio que se puede resumir en la siguiente frase: nosotros podemos exportar lo que queramos a Estados Unidos, pero a la vez ponemos todas las trabas arancelarias y no arancelarias a los productos estadounidenses.
El presidente Trump ha funcionado como un despertador con un espejo incorporado. Nos ha despertado del letargo y nos ha puesto el espejo que muestra nuestro proteccionismo. El propio Mario Draghi, expresidente del BCE, afirmaba en un artículo del Financial Times, que las trabas internas de la Unión Europea funcionan como aranceles que elevan los costes del sector manufacturero europeo un 45% y los del sector servicios un 110%, usando datos del FMI. La propia Ursula von der Leyen ha citado estas palabras esta semana en el Parlamento Europeo. Ya iba tocando.
En diferentes estudios hemos aprendido que los aranceles que impone la Unión Europea a Estados Unidos son enormes y que nuestra Europa no es una campeona del libre comercio sino del proteccionismo. Además, los mayores aranceles a nuestra industria y empresas los impone la propia burocracia europea. Los aranceles ajustados por comercio de la Unión Europea superan a los de Estados Unidos, según el Departamento de Estado de Comercio y Apollo Research. En concreto, los aranceles de la Unión Europea a Estados Unidos en maquinaría, automóvil, agricultura, ganadería, tabaco y bebidas, aceites vegetales y animales, química son tan elevados que, incluso con lo anunciado por Trump esta semana, seguirán siendo superiores a los recíprocos, según datos de ING y WITS del Banco Mundial.
Es vergonzoso ver el informe de Bank of America con datos del Banco Mundial que refleja que países como Reino Unido, China, India, Brasil, Australia, Italia, Francia o Alemania tienen muchas mayores barreras arancelarias y no arancelarias al comercio que EE UU, su socio del G20.
El gobierno de Estados Unidos no quiere eliminar el comercio, quiere equilibrar la balanza. Tampoco quiere tener superávit comercial, solo que se mitigue el enorme agujero deficitario. Estados Unidos puede tener un moderado déficit comercial y fiscal por ser la moneda de reserva del mundo y la economía más rica, pero si se disparan estos dos desequilibrios está permitiendo su propia destrucción y el final del dólar. Es más, no puede permitir que los países que lideran las tablas de barreras al comercio, los BRICS, encima utilicen su enorme atesoramiento de dólares por exportaciones para financiar la destrucción del sistema occidental.
Lo que pide el presidente Trump y el secretario de Estado del Tesoro Scott Bessent es que se deje de engañar y disfrazar el lobo del proteccionismo global con el disfraz de oveja de libre comercio. Muchos dicen que estos problemas se deben negociar en la Organización Mundial del Comercio y de manera diplomática, pero es un truco muy viejo. Ya sabemos cómo se arrastran los pies y no se consigue nada con esos métodos. El presidente Trump es un negociador y ha dicho basta. Ha puesto las cartas para negociar.
El problema con el que se encuentran los países y economías que se han sentido atacados o indignados es que no tienen manera de responder. El superávit comercial que tienen es tan elevado y el diferencial con Estados Unidos tan obsceno que los contraataques serán casi irrelevantes.
Las empresas europeas sufren muchos mayores costes administrativos e impuestos que las estadounidenses. Sus costes, a igualdad de producto, son entre un 50% y un 200% superiores, como explicaba Durao Barroso hace casi veinte años sin que nadie le hiciera caso. Hemos dejado que la burocracia asfixiase a nuestra economía con regulaciones, impuestos y trabas al comercio absurdas, mientras se subvencionaba a países del Norte de África cuando les interesaba a los políticos y burócratas… Porque el intervencionismo que sufrimos, que viene con subvenciones a otros, da poder a los burócratas, por eso reaccionan de manera agresiva ante el anuncio de aranceles si no se eliminan las trabas que nosotros ponemos… Y alguien en el otro lado del charco acaba de dar el puñetazo en la mesa que deberíamos haber dado nosotros hace años.
El diferencial con EE UU es tan obsceno que los contraataques serán casi irrelevantes
¿Lo que molesta son las formas de Trump? A mí me molestan las formas de Sánchez, expoliándonos con voz suave. Curiosamente, los líderes globales que han entendido mejor la importancia de negociar han sido Sheinbaum y Starmer. Sorprende que otros aparentes líderes demócratas y supuestos defensores del libre comercio se lancen a entregarse, como respuesta, a China, una dictadura que lidera las tablas de barreras arancelarias y no arancelarias al comercio.
Lo que sorprende también en este entorno es que todo el mundo con un poco de lógica entienda que es una oportunidad para negociar y además levantar las barreras y trabas que han hundido nuestra industria y nuestras empresas y, sin embargo, los líderes de nuestros países prefieran disparar en el pie a sus propios países antes que quitar la bota de nuestro cuello.
El presidente Trump y su equipo han encontrado los dos talones de Aquiles de los “exportadores de libre comercio hacia fuera y proteccionismo hacia dentro”: la enorme sobrecapacidad productiva que tienen no la pueden vender a otros países que no sean Estados Unidos y, en segundo lugar, necesitan el enorme influjo de dólares de sus exportaciones para equilibrar y sostener a sus propias monedas locales. Todavía no he encontrado a nadie que sepa contestar la pregunta: si no venden la producción excedentaria a Estados Unidos, ¿a qué consumidor de similar renta y riqueza vas a acceder? Trump entiende el concepto de capital circulante y poder de compra. De hecho, el presidente Trump no hace nada que no haga cualquier empresa con sus principales suministradores para equilibrar las condiciones en beneficio de todos.
Una vez presentada la pregunta ¿qué hacemos y cómo nos beneficiamos todos? La respuesta es sencilla: levantemos las barreras a las empresas estadounidenses y, con ello, eliminemos las trabas y cargas a la producción y a las empresas domésticas. Con eso se acaban los aranceles en un día.
Las empresas y organizaciones empresariales tienen la oportunidad de negociar directamente, no lo olviden. Además, los aranceles desaparecen en el momento en que inviertan y creen empleos en Estados Unidos. Es más, cada país, como ya ocurrió con el aceite, puede negociar directamente. No olvidemos que Grecia e Italia negociaron con éxito la eliminación de aranceles que el presidente del cohete español mantuvo contra nuestros agricultores por negarse a negociar. No olvidemos que Biden mantuvo y aumentó los aranceles.
La gran oportunidad que se presenta es doble: exigir a nuestros líderes que despierten y eliminen los aranceles internos que imponen a nuestras empresas, y, por otro lado, exigirles que negocien. Las empresas, además, pueden y deben considerar la oportunidad de invertir en la economía más rica del mundo.
Lo fascinante de los comentarios indignados de algunos políticos es que cuando les dices que esto se soluciona negociando y quitando las barreras a las empresas estadounidenses, responden afirmando que eso no es posible porque atenta contra la soberanía y seguridad nacional. Es decir, te reconocen que son los más intervencionistas. Tenemos una oportunidad de oro: levantemos las barreras arancelarias y no arancelarias. Comercio libre de verdad. Saldremos todos ganando.