Quedan pocos días para las elecciones en Estados Unidos y el escándalo de la investigación por parte del FBI de los emails de Clinton ha variado de manera relevante lo que parecía una diferencia importante a favor de la candidata demócrata.
Ya hablamos aquí de la deriva populista de ambos candidatos (lean “el legado de Obama y los retos de Clinton y Trump”) y las mentiras económicas de Trump unidas a una deriva hacia un proteccionismo absolutamente letal para la economía norteamericana.
A estos análisis se ha añadido la noticia de que 370 economistas incluyendo a varios premios Nobel han publicado una carta abierta contra las políticas “peligrosas y destructivas” de Trump en la que alertan sobre los mensajes populistas que se basan en “ideas mágicas y teorías de la conspiración”. El español medio ya sufre esa misma retórica del unicornio con Podemos. En Estados Unidos, lo dice un candidato republicano con posibilidades de gestionar la mayor economía del mundo.
Pero no olvidemos que más de 300 economistas también alertaron sobre la “mal asesorada” política económica de Clinton. ¿Y cuál es el problema? Que ambas políticas económicas están basadas en la magia de unos multiplicadores del gasto que se han demostrado inexistentes, de una política monetaria que incentiva el déficit y el exceso de endeudamiento y una percepción cada vez más intervencionista de la economía que lleva a que el crecimiento sea el más pobre en décadas a pesar de más de $20.000 millones de estímulos y que la participación laboral y la productividad -algo que ninguno de los dos candidatos menciona jamás- estén en mínimos.
Es muy alta la tentación de decirle a los ciudadanos que no se preocupen, que los Reyes Magos existen y que dos y dos van a sumar veintidós porque el presidente sea uno u otro. Y el riesgo de ambos candidatos es que se van a equivocar perpetuando los sectores que a uno y otro le gustan ideológicamente pero que no suponen ninguna ventaja competitiva para Estados Unidos. Es muy de políticos proteccionistas elegir sectores de baja productividad, pero con muchas “inauguraciones” para llevar a cabo la mayor asignación de capital con dinero público posible.
Y ese es el problema de ambos candidatos. La glorificación de las soluciones mágicas y poner escollos al crecimiento. Uno con enormes aumentos de impuestos y gasto en sectores de baja productividad, y otro que, a pesar de las bajadas de impuestos, busca perpetuar vía apoyo público a los sectores más obsoletos -el carbón, por ejemplo- y que pretende exportar y comerciar más limitando los tratados bilaterales.
Gracias a Dios, las empresas norteamericanas no dependen de los candidatos y gestionan su día a día desde un dinamismo envidiable. Esta semana, en Nueva York, lo pude comprobar. Es muy positivo escuchar a grandes empresas criticar en público y abiertamente a ambos candidatos. Demuestra libertad.
MIENTRAS TANTO, EN ESPAÑA…
Ya tenemos gobierno. Y debe ser un gobierno que preste una atención especial a lo que ocurre en el exterior, porque -siempre lo digo- España puede salir beneficiada de una economía global con retos importantes y con importantes riesgos de ralentización. Si ponemos como pilar fundamental de la política de gobierno atraer capital y crear empleo y evitamos los cantos de sirena de repetir los errores de 2008, saldremos reforzados como ya expliqué.
El primer reto -e importante- es no caer en el error de 2012 de subir impuestos, que se empezó a revertir con la recuperación. Se consiguió en 2015 que la recaudación creciera más que el PIB nominal y que se alcanzase un crecimiento superior gracias a la política de devolver parte del esfuerzo a las familias y empresas que gestionaron admirablemente la crisis. No podemos caer en el error de subir impuestos ante una ralentización global porque tendría efectos letales sobre nuestro crecimiento potencial.
En empleo hemos demostrado que 2016 podía ser mucho mejor que 2015, con un aumento de afiliados de 591.899 hasta octubre, un 3,44% más y creciendo el empleo fijo un 10%. Recordemos que el consenso no esperaba más de 450.000 afiliados más en 2016 y consideraba el año 2015 como “irrepetible”. Hay que seguir por ese camino.
No olvidemos la energía. Una de las mejores noticias de los últimos años ha tenido muy poco eco en los medios de comunicación. La factura de la luz anual de una familia media se ha reducido un 14,2% desde 2012, tras una etapa completamente alocada en la que subió más de un 67% entre 2004 y 2012, cuando se cargaba la tarifa de subvenciones y costes fijos. El gran objetivo de esta nueva legislatura es que los costes energéticos sigan reduciéndose y evitar los cuentos de los que prometen enormes ahorros “el año que viene” a cambio de brutales sobrecostes inmediatos.
Nos encontramos en un entorno complicado global y el aumento del proteccionismo ha hecho que el comercio global se resienta de manera preocupante. No olvidemos que el gran éxito de nuestra recuperación ha sido crecer y crear empleo exportando más, hasta llegar a un 35% del PIB en el sector exterior. Hemos conseguido ese récord exportador con nuestros grandes socios comerciales en ralentización o estancamiento. Para continuar en la senda del crecimiento, la exportación y del empleo tenemos que fortalecer un modelo con fiscalidad atractiva, seguridad jurídica y atracción de capital. Los que apuestan por lo contrario serán los perdedores de un 2017 complejo.