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Austeridad y crecimiento. Un objetivo posible

4/2/2012

El gran debate macroeconómico de 2012 se centra en analizar si los procesos de reducción del gasto público que se están llevando a cabo son compatibles con el crecimiento o, en el peor de los casos, si ese crecimiento peligra por los recortes. Muchos son los economistas anti-austeridad, desde Krugman, que pide más gasto pero también recortes de salarios masivos, o los que alertan de la profundización de la crisis. Me gustaría darles unas pinceladas de la charla que di hace una semana en Austin y Dallas sobre “la austeridad funciona” (Austerity Works) y por qué es en España donde es más relevante.

Austeridad no es antónimo de crecimiento, sino de despilfarro

Lo primero que merece la pena dejar claro es que en Europa no se está llevando a cabo un proceso de austeridad, sino de contención del gasto, moderadísimo en algunos casos como el español o el británico. Reducir el “déficit” del 8% al 5% no es austeridad, es prudencia presupuestaria. No es lo mismo reducir la deuda que reducir el incremento de la misma.

El primer argumento que suelen utilizar los que atacan los programas de austeridad es comparar este proceso con lo que ocurrió en los años 30, es decir, un agravamiento de la crisis. Pero olvidan las diferencias.

En los años treinta se produjo austeridad junto a proteccionismo, una combinación letal que nuestros gobernantes deben evitar. En un mundo globalizado es muy difícil que se pueda llegar al proteccionismo salvaje de EEUU en los 30. Eso si, aquí es donde Europa puede errar de manera grave, ya que el intervencionismo está creciendo, aunque no de manera alarmante.

* En los años treinta los tipos de interés eran extremadamente altos y la capacidad financiera de los sistemas intervenidos era muy limitada. Ese no es el caso actual.

* En los años treinta no se daba un entorno de expansión cuantitativa como el que tenemos ahora. Pero el QE (expansión cuantitativa) americano lo hace la FED directamente saltándose a la banca, e inundando de dinero el sistema, fundamentalmente el financiero. En Europa, esa expansión se esta haciendo usando a la banca, que retiene ese dinero, comprando deuda soberana, sin extender crédito a la economía real.

El aumento de liquidez de Draghi no llega a las empresas y familias. Como me decía este miércoles el primer ejecutivo de una gran empresa española “aquí el credit crunch lo está viviendo la pequeña empresa eficiente, no la administración ineficiente”.

Las razones por la que continuar con el gasto es equivalente a dispararnos en el pie son las siguientes:

Hemos comprobado que el gasto no funciona, repetirlo es suicida. España incrementó el gasto publico en 67.264 millones de euros entre 2007 y 2011, un 6,4% del PIB, para generar una caída del PIB del 3,3% y una caída de la producción industrial de 12,7%, con un aumento del desempleo hasta 5,4 millones de personas. Ese aumento del gasto supuso además un coste de deuda adicional equivalente al 0,3% del PIB. España SA no solo no detuvo la crisis gastando, sino que la acrecentó. Las cifras en España son demoledoras, pero es que en EEUU, Reino Unido y la Eurozona se demuestra el mismo principio, el aumento del gasto no ha generado una décima de PIB.

Siempre les hablo del modelo de saturación de deuda, y hay que recordarlo.Cuando una unidad adicional de deuda no genera PIB positivo, sino negativo. Hemos saturado el dudoso efecto beneficioso del gasto. Un claro ejemplo de este aspecto es el tan famoso como triste Plan E del Gobierno, 13.000 millones de euros, el doble que lo que se espera recaudar con la subida temporal del IRPF, para generar deuda, destrucción de empleo y de PIB.

Hemos probado que la “no austeridad” cuesta demasiado, pero más cuesta el gasto indiscriminado. Yo siempre digo que si Krugman se leyera los capítulos de gasto de de los presupuestos generales del Estado se hacia de la escuela austriaca en un minuto. No solo hablamos de decenas de miles de millones tirados en ciudades del circo y las artes, aeropuertos sin uso, infraestructuras multiplicadas y subvenciones a fondo perdido. El problema es que todos esos gastos no están soportados por un ingreso equivalente, (no tienen ROIC, return on invested capital) con lo cual dejan detrás de los mismos, no solo un valor inexistente, sino una deuda impagable que tendrá que ser cubierta con ingresos de otras actividades, las productivas. Es decir, las infraestructuras y subvenciones “tiradas” no solo son un malgasto, sino que la deuda que dejan supone un robo a las actividades rentables ya existentes… pero además crea un efecto de “no inversión”. Nadie se atreve a poner un duro en una economía en la que los impuestos que se generan por inversión productiva van a cubrir deuda (liabilities) del malgasto improductivo.

Por qué funciona la austeridad:

Libera recursos financieros de actividades improductivas a actividades productivas. Hoy en día el casi el 70% de los recursos financieros a disposición de la banca se usan para comprar deuda publica y financiar gasto de las administraciones. Es el efecto crowding out (acaparador) de un Estado que ya supone más del 40% de la economía del país. Si ese Estado deja de acaparar las posibilidades de crédito, y además deja de gastar en actividades improductivas, la actividad inversora retorna y la actividad financiadora de dicha inversión también. No es casualidad que en Estados Unidos haya empezado a fluir el crédito a la actividad privada creadora de empleo justo cuando el presupuesto del país está secuestrado por ley, como me comentaba un panelista republicano en la conferencia de Austin, Texas.

* Acelera la transformación a una economía de mayor productividad. No es casualidad que la productividad caiga cuando aumenta el gasto público. La mayoría del gasto publico de los planes de estimulo se envía a subsidios y rescates a industrias en decadencia (minería, automóvil, etcétera… cero productividad) y a actividades de bajísima productividad (construcción, obra civil), y acapara unos recursos financieros que imposibilitan la inversión en alta productividad. Si se deja de rescatar al ineficiente con el bolsillo del eficiente, se atrae capital para inversión en alta productividad. Si no, ese capital se desplaza a territorios más atractivos.

Crea empleo, no lo subvenciona. Cuando el Estado gasta en empresas sin sentido e inversiones sin retorno, no crea empleo, lo subvenciona pidiéndolo prestado. Y ese coste viene del bolsillo del trabajador actual y de los impuestos de las empresas rentables, hasta que se acaba el dinero de los demás y la pirámide se desmorona. Cerrando 75.000 empresas y trabajadores autónomos anuales para subvencionar un gasto que destruye empleo a corto y medio plazo.

El aumento del gasto financiero por incremento de deuda ahoga la capacidad de recuperación y además aboca a subidas de impuestos que frenan el consumo y la inversión, además de repeler al capital. Si España se ahorrase tener que emitir deuda para pagar intereses de deuda no haría falta llegar a la situación actual, con la mayor presión fiscal de Europa.

Es relativamente fácil, no solo se dejan de pagar subvenciones inútiles, 22.000 millones de euros anuales, y 6.000 millones de euros de coste de deuda adicional, sino que se atrae capital y se reduce la perdida de ingresos por impuestos (nada menos que 46.000 millones 2007-2011) atrayendo nuevos inversores. Y en vez de cercenar el PIB un 0.3%, se crearía PIB hasta en un 2% anual.

Tenemos que salir de la espiral de gasto, de los favores debidos, del proteccionismo y las subvenciones que rescatan a los improductivos y taponan la innovación y la inversión de crecimiento. España lo hizo, en varias ocasiones, en el pasado. No creo que no podamos hacerlo de nuevo.