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Recuperación y reforma fiscal

15/2/2014 El Confidencial

«If you put two economists in a room, you get two opinions, unless one of them is Lord Keynes, in which case you get three opinions.» – Winston Churchill

Esta semana me ha ocurrido algo muy curioso. Un análisis mío en La Sexta Noche comentando la recuperación -frágil- de España y su cambio de modelo de crecimiento ha generado una reacción agresiva y virulenta de muchos observadores económicos mediáticos. Una reacción solo comparable a aquella que viví en 2011 cuando hablaba en esta columna de que la crisis no eran los mercados atacando o cuentos inventados por extranjeros envidiosos de nuestro país.

Interesante, porque nos encontramos con una mejora de la economía que reconocen Goldman SachsUBS Spain is getting better«), Citigroup y JP Morgan. El único país de la Unión Europea donde estamos viendo revisiones al alza de las expectativas de crecimiento de hasta un 40%.

Por supuesto, todos nos podemos equivocar, pero es curioso el nivel de agresividad cuando viene precisamente de los negacionistas de la crisis. De los creadores de «camino al pleno empleo», «creceremos más que Alemania», «la burbuja inmobiliaria no existe» y «el Banco de España y el ministro están haciendo un trabajo espectacular» de 2009, nos llega «España no está cambiando su modelo productivo».

¿Y por qué desdeñamos las señales de recuperación evidentes ahora?Porque el Gobierno al que le ha caído la suerte de publicarlas no es de nuestro equipo. Si se diesen esas señales con nuestro bando, desplegaríamos las banderas de «lo peor de la crisis ha pasado».

¿Y qué más da si es un partido u otro en el gobierno? La realidad es que la economía se recupera porque las empresas están buscando nuevos mercados, y por los ciudadanos y su esfuerzo, no por un gobierno u otro. La sandez de atribuir las mejoras económicas al Gobierno y el empleo a los presidentes como si fuesen los Reyes Magos nos lleva a este «análisis económico de Barcelona-Madrid». Si no lo hace mi equipo, no vale.

Los gobiernos no crean empleo ni recuperan la economía. Lo máximo que pueden hacer es no arruinar al país gastando y endeudándose. O decidir llevar a la nación al precipicio tirando de la chequera en blanco, o lo que llaman planes de crecimiento. Lo paga usted.

Negar la importante mejora de las exportaciones en los últimos años y que se haya parado la locura de «incentivar la demanda interna» con gasto inútil es simplemente faltar a la verdad. En eso, lo único que ha hecho el Gobierno es no tirar de la chequera. Porque, con un 40% de sobrecapacidad en energía, infraestructuras, aeropuertos y carreteras, simplemente no hacía falta.

Todos los indicadores, incluyendo el consumo, están mejorando poco a poco. Si no los hundimos a impuestos, seguirán esa tendencia.

Sobre todo, porque la deuda y el déficit siguen siendo extremadamente altos. Endeudar al país en 65.000 millones anuales netos no es ahorrar, es reducir el despilfarro que nos llevó a un déficit superior a los 100.000 millones de euros. Curiosamente, aquella época no causaba alarma entre los que niegan la recuperación.

Y la deuda es un problema porque ahora contamos con el beneplácito de una enorme liquidez global que ha bajado las primas de riesgo de todos los países, pero eso puede cambiar si no utilizamos las épocas de recuperación para reducir la deuda, no el déficit. Curiosamente, lo que recomiendan algunos es… gastar más. Volver a 2009. Prefieren un déficit de … ¿cuánto?… ¿200.000 millones?

Como comentaba antes, hemos visto una mejora de las ventas minoristas que merece resaltarse y, sobre todo, alertar de lo fácilmente que puede revertirse esa mejora si volvemos a caer en la trampa de cercenar la renta disponible de las personas a impuestos.

Mis lectores saben lo crítico que he sido con la política fiscal de esta Administración. Haber aumentado todos los impuestos tiene como consecuencia, entre otras cosas, que la economía en 2014-2015 vaya a crecer muy por debajo de su potencial (3%, según BBVA). Pero además, la temida reforma fiscal puede ser aun dañina.

Las reformas fiscales orientadas a aumentar las bases imponibles en vez de buscar incentivar el crecimiento no son más que subidas de impuestos y, por lo tanto, deprimen el potencial. Se nos repite una y otra vez que las grandes empresas pagan muy poco, pero es incorrecto. Las principales empresas industriales en España pagan hasta un 55% de su beneficio operativo generado en nuestro país en impuestos y más de la mitad de todos los impuestos que pagan globalmente.

Fue precisamente la política fiscal de España, permitiendo la deducción del fondo de comercio de adquisiciones internacionales y evitando la doble imposición en dividendos de filiales, la que permitió que nuestras grandes compañías, que tenían hasta un 70% de sus ingresos en España, se convirtieran en multinacionales. Ahora, tras superar la crisis latinoamericana y la de la Eurozona sin enormes recortes de empleo o inversión, queremos imponerles la crisis de inseguridad jurídica de represión fiscal. Todo para intentar recuperar ingresos de burbuja inmobiliaria, que suponía 50.000 millones de euros, según el ministro De Guindos, para sostener un gasto inasumible. Y no lo duden, con ello y con la eliminación de deducciones vendrá el mismo impacto negativo en inversiones y potencial de crecimiento para las medianas y pequeñas empresas.

La implantación de esas reformas en un periodo largo -tres años- lleva a que muchas empresas frenen sus decisiones de inversión hasta tener la certeza del impacto.

La realidad es que España jamás ha recaudado más de 433.000 millonesy no puede intentar suplir ingresos de burbuja sacándolo del bolsillo del eficiente y del que ha sobrevivido a la crisis.

Que en España hay un enorme desempleo no es una novedad, y que el empleo que se crea es temporal, como en Estados Unidos o los países de nuestro entorno, por otro lado. Hay que fomentar el autoempleo, que es el más bajo de la UE (3% de universitarios crea su propio negocio comparado con un 40% en Alemania), la creación de empresas en sectores de alto valor añadido y cambiar un sistema de subvenciones por uno de beneficios fiscales que no le cuesten al contribuyente los errores de sobre-remuneración de sectores improductivos.

Pero hay que resaltar que la confianza está mejorando y esa es la primera clave para una salida de la recesión. Es indudable que hay mucho dinero entrando en activos financieros y que ahora debe llegar a la economía real. Eso sólo se consigue con una fiscalidad atractiva y una Administración que no entorpezca, sino que facilite. Que no sigamos perdiendo puestos en libertad económica.

España se está recuperando, aunque les moleste a algunos. Puede crecer mucho más, y debe. Tiene muchísimas debilidades y la mejora es frágil, pero eso no la anula. Tiene que profundizarse en permitir la creación de empleo de calidad a través del emprendimiento. Que lea un día «Spain is open for business» de verdad.

¿Peligra el modelo exportador español?

8/2/2014 El Confidencial

It’s no use trying to export without having something that’s unusual and better” James Dyson

Esta semana comentaban en un seminario en la City la increíble transformación de la economía española, de un modelo equivocado dedemanda interna que ha creado burbuja inmobiliaria y sobrecapacidad en casi todos los sectores productivos, a un modelo exportador y sostenible. Es admirable ver cómo las empresas han reaccionado encontrando nuevos mercados y reduciendo el déficit comercial que nos ahogaba, en un año y pocos meses, hasta alcanzar superávit. El fin del modelo de aeropuertos, puentes, carreteras y estatuas decorativas.

El modelo exportador es mucho más sostenible. Y el riesgo no es un euro fuerte. España exporta cerca del 50% dentro de la Eurozona, con efecto moneda inexistente, y cerca del 10% a otros países de la Unión Europea, aumentando las exportaciones a Reino Unido a pesar del mantra de “un euro fuerte destroza nuestra competitividad”. Si devaluar fuese la panacea, Argentina y Venezuela serían los reyes de las exportaciones globales.

En 2014, las exportaciones españolas alcanzarán casi el 35% del PIB, creciendo entre un 4,5% y un 5,1% a pesar de dicho euro fuerte.

Los empresarios que han llevado a cabo esa transformación se encuentran ahora con varios retos que merece la pena tener en cuenta.

  • Para un país como España, que exporta bienes de equipo industrial, alimentos, automóviles y química, sobre todo, la decisión de la Unión Europea esta semana de acelerar la retirada de algunos derechos de emisión de dióxido de carbono (CO2) gratuitos es muy importante. Porque la Unión Europea es un 50% de nuestras exportaciones. La subida del coste de CO2, ese impuesto escondido, que ya es del 23% en 2014, llevará de nuevo –como ha ocurrido desde 2006- a menor crecimiento industrial y deslocalización, y menores compras, porque las empresas no pueden asumir más costes tras las constantes subidas de impuestos y tasas.  La Unión Europea se las había visto muy felices creando una carga adicional, bajo la supuesta buena voluntad de reducir las emisiones. Ya en diciembre de 2009 escribía yo en Cotizalia “el problema es que se dieron cuenta de que lo que esperaban, CO2 a 40-50 euros por tonelada, no ocurrió, dado que, cuando los mercados trabajan suelen reflejar la dinámica de oferta y demanda y los precios caen. Y el plan no acepta caídas, necesita generar inflación de precio”. Actualmente, el CO2 cotiza a 6,7 euros por tonelada y los costes adicionales de esta nueva medida intervencionista serán un enorme lastre, de nuevo, para el crecimiento, y una nueva fuente de verdadera pérdida de competitividad comparado con Estados Unidos o China, que no implementan estas veleidades de politburó soviético. Curiosamente, Estados Unidos  reduce sus emisiones más rápido que Europa , pero sin destruir la economía real ni hundir el crecimiento.

  • Hace ya varias semanas que hablamos del riesgo en mercados emergentesy la transición de China de un modelo de deuda y construcción intensivo a un modelo de crecimiento más moderado.  La ralentización es lenta, pero la tendencia parece clara. Ojo, porque en el mercado de exportaciones si la moderación en el crecimiento es generalizada, la erosión de volúmenes y márgenes en los vendedores suele ser mayor a lo que parecería inicialmente. Por ejemplo, una reducción del crecimiento de China, acompañada de mayores importaciones del resto del mundo, tiene un bajo impacto, pero una moderación global tiene un efecto dominó. Caen las ventas, suben los inventarios en almacenes, bajan los márgenes, sube el capital circulante… Erosión de fortaleza financiera.  Todo esto es relevante para España, aunque el peso de mercados emergentes y China en nuestras  exportaciones no llegue a un 20%.
  • El desplome del comercio internacional. El Índice de contratación de fletes marítimos, el Baltic Dry Index, lleva una caída del 50% en lo que va de año, anulando casi toda la subida de finales de 2013. Las razones son variadas, como explicaba en un post reciente, pero se pueden resumir en que las importaciones de mineral de hierro de China se han reducido de manera muy importante, al tener los almacenes de los puertos a niveles máximos de catorce meses (85 millones de toneladas), y los costes de fletar barcos en los distintos segmentos se han desplomado entre un 7% y un 48% por la ralentización del comercio mundial. Por supuesto, existe un efecto cíclico y de sobrecapacidad de barcos construidos, pero las importaciones de carbón, mineral de hierro y crudo han ido desacelerándose desde hace ya unos meses.

Las importaciones de acero de China no han recuperado los niveles de 2009, a pesar de un crecimiento muy relevante del producto interior bruto.

Tendríamos que ver tres factores para desdeñar estos riesgos que he mencionado en nuestras exportaciones:

  • Un aumento de al menos el 7% en la demanda interna en Alemania y Reino Unido para compensar el efecto en demanda industrial en el resto de Europa por el aumento del CO2. O comprobar que la actividad industrial en Europa repunta a pesar de dicho coste adicional. El hecho de que en España, Italia y Francia la demanda eléctrica y de gas siga cayendo en enero de 2014 entre un 1% y un 2% no es esperanzador. Pero hay que analizarlo a medida que transcurra el año.
  • Un repunte del Baltic Dry Index de al menos el 25%. Es difícil que recupere niveles de septiembre porque una parte de ese índice, los barcos que importan crudo a Estados Unidos, no va a mejorar, ya que los estadounidenses están reduciendo masivamente sus necesidades de petróleo importado gracias a la revolución del fracking.  Eso sí, los que conocen este indicador saben que cuando corrige al alza, lo hace en muy poco tiempo.
  • Que los déficits comerciales de los países emergentes más arriesgados se estabilicen, o, en su defecto, el efecto de parada en seco creado por la Reserva Federal lo supla el Banco de Japón, que seguirá haciendo el hara-kiri monetario que les va a llevar a crecer un triste 1,7% en 2014, destruyendo su balanza comercial y aumentando su ya desproporcionada deuda, elevando la masa monetaria un 40%.

¿Por qué importa el comercio internacional y el transporte de barcos? Porque la correlación con el PIB mundial es altísima, como muestra el grafico inferior, y las expectativas de crecimiento global pueden desinflarse si la ralentización no es estacional como indican algunos analistas, que esperan que repunte de manera agresiva en el cuarto trimestre de 2014. Y eso es lo que a mí al menos me preocupa, que los alcistas fíen toda la recuperación al cuarto trimestre… Y dentro de ese periodo, el 90% a China e India. Puedo darle el beneficio de la duda, pero hay que mantener mucha cautela, tanto por la curva de expectativas como el sorprendente aumento esperado en los últimos meses del año comparado con un consenso que sigue viendo desaceleración hasta mitad de año.

Si persiste la debilidad de las monedas en países emergentes y tienen que intentar controlar la salida de capitales con aumento de tipos de interés de emergencia, el efecto se va acumulando sobre el comercio real, creándose una bola de incertidumbre que retrasa decisiones de inversión. Jamás se han aceleradolas inversiones productivas en un entorno de desplome de moneda y aumento de los tipos de interés.

A pesar de todo, creo que 2014 seguirá siendo un buen año para las empresas españolas en el exterior y que el modelo exportador se consolidará. Las empresas que seguimos, que suponen el 38% de las exportaciones del país, tienen su libro de pedidos completo hasta mitad de año. En Europa se está notando un repunte de la inversión productiva, con las compañías francesas y alemanas anunciando aumentos del gasto del 7%, aunque la enorme mayoría es fuera de la Unión Europea.

Aun así, hay que estar alerta. Conocer y no menospreciar los riesgos para, de nuevo, demostrar que las empresas españolas crecen y venden más en las condiciones más complejas, sin necesidad de acudir a soluciones mágicas. Ya saben, cuando lo hacemos bien, en España nos salimos.

Vamos a hacerle pasar un mal rato al Financial Times y a los países que nos dicen que el modelo exportador no funciona,  que hay que volver a “estimular la demanda interna”. Que hagan puentes inútiles ellos, nosotros se los diseñaremos y construiremos gustosamente.

 

Bajar Impuestos, Ya

10/11/2013 El Mundo

Desde que empecé a trabajar, la presión fiscal en la Unión Europea no ha hecho más que aumentar. De hecho, Jorge Valín, autor de El gobierno es el problema, mostraba un gráfico extremadamente revelador: España es el país donde más ha aumentado la presión fiscal desde 1965.

Sin embargo, nos dicen constantemente que la presión fiscal es baja y que hay «margen para subir impuestos».

Aquí conviene diferenciar dos términos esenciales: presión fiscal y esfuerzo fiscal. Parecen lo mismo, pero no lo son. El primero mide los gastos del Estado; el segundo, los impuestos que pagan las personas.

La presión fiscal se obtiene dividiendo la recaudación tributaria entre el PIB, por lo que es un dato macroeconómico que depende sobre todo de la actividad económica del país, y no tanto de la bajada o subida de impuestos.

Por el contrario, el esfuerzo fiscal mide el peso que representa la fiscalidad en la renta per cápita, es decir, qué porcentaje de lo que se gana va destinado al pago de tributos. Por lo tanto, afecta de manera más directa al bolsillo de los ciudadanos. Incluye todo tipo de impuestos, desde el IRPF hasta el IVA, pasando por las cotizaciones a la Seguridad Social u otros impuestos directos.

«Trabajamos más de medio año sólo para pagar impuestos, y en 2013 esa cifra aumentó aún más»

Según un estudio elaborado por el Instituto Juan de Mariana y la Asociación Española de Asesores Fiscales y Gestores Tributarios (Asefiget), el esfuerzo fiscal en España se sitúa en el 40%, supera la media de la Unión Europea y la de algunos países como Alemania, Reino Unido y Suecia. Trabajamos más de medio año sólo para pagar impuestos, y en 2013 esa cifra aumentó aún más.

En Europa, los impuestos están ahogando la renta disponible de las familias y hundiendo a la clase media. Según un estudio del Instituto Económico Molinari publicado por Le Figaro, los ciudadanos europeos trabajan hasta finales de junio exclusivamente para pagar impuestos. Lo que se denomina «el día de la liberación fiscal», es decir, la jornada en que dejamos de contribuir a los gastos del Estado.

En 2013, el día de la liberación fiscal en España fue el 12 de junio, ligeramente superior a la media europea, pero tiene truco porque no incluye los impuestos indirectos. Si incluimos todos los impuestos, se sitúa a mediados de julio. En el resto de la Unión Europea, los trabajadores irlandeses son los que menos sufren, trabajando para el Estado hasta el 24 de abril, y los franceses y belgas los más castigados, hasta el 26 de julio y 8 de agosto respectivamente. Esto lleva a que nos equivoquemos cuando tomamos como referente los salarios medios en cada país. Lo que importa es la renta disponible, que es lo que incentiva el consumo.

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En principio, siempre pensamos que las subidas de impuestos van a generar una mayor recaudación, sin embargo, no es así, sobre todo en un mundo globalizado e interconectado.

No olvidemos que los impuestos, al retirar renta disponible, tienen un efecto desincentivador. Por ejemplo, recuerdo cuando trabajaba en una empresa en la que muchas personas me decían que «no merece la pena pasar de subdirector a director, porque la subida de impuestos por cambiar de tramo te hace perder dinero». Eso hacía que mucha gente simplemente no aspirase a ese cambio que, en principio, debería ser positivo y estimulante.

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‘Viaje a la libertad económica. Editorial: Deusto.

A finales de los años noventa tuve un bar. Nuestro negocio siempre declaraba absolutamente todo, teníamos a todos los empleados afiliados a la Seguridad Social, etc. Pero vi lo duro que es para muchos operadores en hostelería poder sobrevivir. Recuerdo algunos proveedores que apenas podían ahorrar tras pagar cuotas de autónomos, y lidiar con retrasos en pagos, aumentos de impuestos indirectos y trabas burocráticas. Muchas veces, la economía sumergida es por necesidad, no por gusto.

Siempre digo que la economía no se sumerge, emerge. Es decir, que la decisión de mover una actividad económica fuera del control tributario no es una decisión tomada por gusto, ya que supone tremendas dificultades, riesgos y consecuencias negativas a medio plazo, no sólo por menores ventas -ya que desde la ilegalidad no se puede crecer adecuadamente-, sino también por otros factores, desde el acceso a crédito hasta la calificación de los negocios y empresas por parte de consumidores y agencias independientes. Y cuando se dan las condiciones medianamente adecuadas, los negocios optan por «emerger» tributariamente, no al revés.

La economía suele estar sumergida cuando la presión impositiva imposibilita la supervivencia de las empresas y negocios en el marco legal. Los márgenes son tan bajos y los costes de mantenerse en la legalidad tan onerosos que simplemente no pueden «emerger». Sin embargo, los negocios de bajos márgenes, muy estacionales o volátiles, siempre salen a la luz de la legalidad cuando la carga impositiva es baja y reconoce el carácter cíclico de sus actividades.

Muchas veces hablamos de la economía sumergida como un fraude, no como una necesidad. Y en una gran parte, lo es. Todos conocemos un caso u otro de trabajadores o negocios que simplemente no podrían existir dentro de un marco impositivo confiscatorio. No es casualidad que en un país donde las pymes generan el 70% del valor añadido, pero se mueven en sectores muy cíclicos y estacionales (turismo, servicios, construcción), siempre aflora la mayor parte de la base imponible -ingresos sujetos a tributación- al bajar los impuestos a niveles no confiscatorios.

De igual manera, una menor tributación puede aumentar la recaudación porque incentiva la actividad, incluso de empresas extranjeras que podrían plantearse instalarse en el país. Sin esa ventaja, esta recaudación fiscal no se produciría.

Además, atrae el consumo y, finalmente, reduce la economía sumergida y el fraude.

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En estos años he visto a más de 150 empresas medianas españolas que simplemente no pueden contratar, por la burocracia y los bajos márgenes que genera tras los aumentos impositivos. En España, en un año se aumentaron todos los impuestos.

«Ni las subvenciones ni el Estado crean empleo. El consumo crea empleo»

Y en un entorno de endeudamiento excesivo, lo que se debe valorar como primera magnitud es precisamente el consumo. Ni el Estado ni las subvenciones crean empleo. El consumo crea empleo.

Una sociedad que cuenta con renta disponible para adquirir bienes y servicios genera un efecto multiplicador positivo muy superior al del gasto público. El consumo, para empezar no genera deuda pública, pero sobre todo, se reparte de manera más uniforme en sectores de alta productividad y margen, y con mayor impacto para el empleo que los planes de crecimiento estatales, que suelen concentrarse en sectores de baja productividad pero muy intensivos en capital, la construcción y obra civil.

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Las subidas de impuestos perpetúan un Estado ineficiente y obeso y crean un círculo vicioso al confiscar renta disponible, lo que destruye el consumo y hunde a las empresas, detiene las inversiones y retrasa la recuperación del empleo. Sin consumo no hay inversión ni empleo.

Cambiemos el círculo vicioso por el círculo virtuoso de aumentar la renta disponible, reducir los gastos superfluos y crear riqueza.

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Siempre nos dicen que es imposible bajar impuestos, porque si no ¿quién construye puentes y asfalta las carreteras? No deja de ser una excusa para contar con un presupuesto superior. Ninguno de los gastos esenciales del Estado está en peligro si el gobierno trabaja con un presupuesto base cero y con prioridades. Además, el crecimiento de la actividad económica aumenta los ingresos.

¿Por qué en la mayoría de los casos no se hace? Cuando se tiene una mentalidad funcionarial, lo que importa es el presupuesto. No cómo se financia ni el efecto en la economía, sino mantener o aumentar la cantidad de dinero que se gestiona. El poder lo da la firma de cheques. Y perder ese poder es diluir influencia.

Por ello, los gobiernos locales, regionales, estatales, nunca piensan en el efecto sobre la economía. Simplemente porque sus incentivos no están en generar crecimiento, sino en aumentar sus «activos bajo gestión», el presupuesto que manejan y su círculo de influencia. Además, políticamente siempre se justifica el gasto, aunque se compruebe que la obra pública en España, por ejemplo, suele superar en un 29% la cantidad presupuestada, según el Tribunal de Cuentas, y en la Unión Europea sea entre un 5% y un 10%.

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No hay soluciones mágicas ni donaciones exteriores. La solución ya está aquí, no por la chequera del gobierno ni los bancos centrales, sino por la innovación, esfuerzo y calidad de nuestras empresas. Dejémoslas crecer. No nos dediquemos a intervenir y entorpecer.