«A Glittering Prize, Is it the prize of lost loves” Jim Kerr, Charles Burchill
Hace casi dos años alertábamos en esta columna de lo que se denomina “parada en seco” (sudden stop), que es la desaceleración agresiva de mercados emergentes por tres factores fundamentales:
- Pérdida acelerada de reservas en divisas, entre otros factores, por caída de los precios de las materias primas.
- Estancamiento económico con alta inflación tras años de políticas de demanda expansivas.
- Desequilibrio entre financiación a muy corto plazo, dependiente del dinero barato, e inversión a largo, en infraestructuras fundamentalmente.
Comentábamos en mi artículo de 2013 que el impacto podía traducirse en un 0,5% del PIB global en 2013. Efectivamente, la revisión a la baja del crecimiento global se tradujo en un 0,7% menos en diciembre de ese año. Sin embargo, la “parada en seco” está siendo más larga y más intensa de lo previsto.
La caída de las materias primas ha llevado al Bloomberg Commodity Index a su nivel más bajo desde hace 13 años, y ha pillado a economías como Argentina, Venezuela, Brasil, Chile o Sudáfrica sin haber tomado medidas para reducir su dependencia de las exportaciones de petróleo, soja, cobre o carbón. Esto, añadido a políticas intervencionistas equivocadas, orientadas a sostener artificialmente la demanda interna a través de políticas industriales que solo han creado sobrecapacidad y exceso de gasto público, ha llevado a una caída en las reservas de divisas de los principales mercados emergentes de $222.000 millones, la mayor caída desde 2009.
Los analistas que aún confían en el rebote emergente se agarran al hecho de que dichas reservas se mantienen en $7,5 billones, una cifra alta, y a la esperanza casi religiosa de que la Reserva Federal no subirá tipos en 2015. Porque si EEUU sube los tipos, el flujo de dinero a materias primas y mercados emergentes no es que vaya a seguir cayendo al ritmo del 3-4% anual, es que se va a multiplicar al menos por dos. Adicionalmente, los analistas optimistas olvidan que si deducimos Rusia, que ha sido capaz de mantener y aumentar ligeramente sus reservas a pesar de la caída del crudo, el efecto negativo es muy superior.
Contar con un exceso de inversión durante la última década que ha creado sobrecapacidad cercana al 25% en utilización industrial no va a ayudar en un entorno de desinflación de activos.
Los países emergentes se acostumbraron a un flujo excesivo de dinero y han creado exceso de suministro en casi todas las materias primas del planeta
Por otro lado, ese exceso de inversión que comentábamos en esta columna en países como China o Brasil está generando un alto riesgo de estanflación, creando la peligrosa combinación de estancamiento, inflación y pérdida de reservas.
Las monedas de los países emergentes ya reflejan el riesgo de una crisis de crédito en la que esa combinación mencionada lleve a una crisis de deuda. Las monedas del sureste asiático están a niveles de los 90 contra el dólar, y hay países como Sudáfrica cuya moneda cotiza a mínimos históricos con respecto a la de EEUU. Con unos $5,7 billones de deuda, desequilibrios similares a los vividos en los 80, o mediados de los 90 pueden devolver a una crisis crediticia de proporciones descomunales, porque hoy el endeudamiento de los países emergentes es más del doble, según Moody´s.
El problema creado por el dinero barato de la absolutamente desproporcionada expansión monetaria de EEUU y los países de la OCDE viene ahora a mostrar sus peores consecuencias. Los países emergentes se acostumbraron a un flujo excesivo de dinero, a la hiperinflación de activos de riesgo –materias primas incluidas- a la “inversión” en ladrillo sin control donde las valoraciones de las infraestructuras se multiplicaron por tres en media, y han creado exceso de suministro en casi todas las materias primas del planeta. Ahora, tras la enorme ola de liquidez, las consecuencias de la resaca en las economías globales no deben tomarse a broma.
Europa, importador neto de materias primas, sale relativamente beneficiado de esta situación en hasta un 0,6% del PIB
Podrán decirme que todo se soluciona con otro programa de expansión monetaria en EEUU…. Me encanta la gente que busca solucionar la obesidad con donuts. Pero no. El anuncio de un retraso en la normalización de la política de tipos en EEUU o Reino Unido no generaría euforia o confianza, en mi opinión, sino la percepción de que algo va realmente mal cuando no puedes subir tipos 25 puntos básicos después de aumentar el balance de los bancos centrales en 19 billones de dólares.
El impacto que analizábamos en 2013 suponía un 0,5% del PIB global en menor crecimiento. En 2016 esa cifra puede duplicarse, según mis cálculos.
Curiosamente, como ya comentábamos en 2013, Europa, importador neto de materias primas, sale relativamente beneficiado de esta situación en hasta un 0,6% del PIB. Los fans de “depreciar el euro” para exportar se rascan la cabeza porque no entienden que las exportaciones crecían mejor con un euro fuerte. Es sencillo, las exportaciones no son inmunes a las consecuencias de las erradas recetas de expansión eterna neokeynesiana. Pero el desplome de las importaciones probablemente tenga un efecto positivo mayor sobre el sector exterior que esperar que la guerra de divisas nos permita vender más. Algún día dejaremos de mirar la competitividad exterior desde la intervención en las monedas y lo veremos desde el valor añadido.
Me decía un amigo en Los Ángeles que la política expansiva de los últimos años ha hecho que EEUU exporte inflación y los emergentes se acostumbren, creando los cimientos de la estanflación.
Alguno dirá luego que el problema es que no se hizo suficiente.