«Si gastar y endeudar fuera la solución al paro tendríamos pleno empleo desde hace décadas»
Ron Paul
Cuando uno revisa los textos de los economistas más pesimistas sobre España sorprende que no reconozcan algunos errores. Cuando hace dieciocho meses estimaban que “España no va a crecer más del 1,5%” y ya supera el 3,5% (en junio el PIB crecerá a tasa interanual cercana al 4%), uno al menos esperaría que tuvieran la honestidad intelectual de reconocer que han tenido que multiplicar por más de dos sus estimaciones de hace solo unos meses.
¿Duplicar estimaciones “solo” de PIB? No, el consenso ha triplicado las expectativas de crecimiento de consumo y más que duplicado la cifra esperada de creación de empleo.
Cuando esto ocurre, algo va bien. Y mucho mejor de lo esperado. Ah, y no es por factores externos, ya que en Italia o Portugal no se ven crecimientos tan importantes.
Gran parte de la mejora viene del enorme esfuerzo llevado a cabo por familias y empresas. La deuda de los sectores privados ha caído a niveles de 2006, y el ahorro se ha llevado a cabo a pesar del enorme ajuste.
Bajando impuestos se cumplen los siguientes objetivos: mejorar la renta disponible de las personas y apoyar el crecimiento económico
Ahora que la economía crece a tasas cercanas al 3,5%-4%, hay que bajar impuestos. Como hizo Reino Unido, como hizo Irlanda. Ese enorme esfuerzo llevado a cabo por familias y empresas no puede suponer un nuevo nivel de presión fiscal sobre el cual lanzarse de nuevo al gasto.
Bajando los impuestos, ahora que la recuperación es un hecho y los riesgos de rescate y colapso están muy lejos, se cumplen los siguientes objetivos:
– Mejorar la renta disponible de las personas, para apoyar el consumo.
– Apoyar el crecimiento económico, para generar mejores ingresos fiscales futuros.
Decir que bajar impuestos es electoralista cuando el déficit es aún muy alto es un insulto al ciudadano que trabaja cada día sin descanso para recuperarse de una crisis brutal, y también un insulto a esas empresas que han sorteado admirablemente lo peor de la recesión, y se han reforzado exportando e innovando. En cualquier caso, bienvenido sea el electoralismo cuando es devolver a los contribuyentes el fruto de su trabajo, que en este país parece que lo único “electoralista” es prometer gastar más … con nuestro dinero.
Como se reduce el déficit es con crecimiento y con actividad económica, no cometiendo los errores del pasado de los intervencionistas.
Hoy toca devolver al ciudadano su dinero, que tanto le cuesta ganar, para que haga con él lo que considere adecuado
Margaret Thatcher lo explicaba a la perfección: “No existe el dinero público, existe el dinero de los contribuyentes”.
Estos populistas del dinero ajeno y aristócratas del gasto público siempre piensan que ellos gastan poco y ustedes ganan demasiado.
El sector público es un servicio que se paga, y muy generosamente, por adelantado en impuestos. Hoy toca devolver al ciudadano su dinero, que tanto le cuesta ganar, para que haga con él lo que considere adecuado, que para ello ha demostrado sortear la recesión mejor que nadie.
Por ello, para cimentar esta recuperación hay que olvidar el objetivo recaudatorio cortoplacista arrancando monedas al que sobrevive y apostar por el crecimiento y una mayor calidad y sostenibilidad de ingresos fiscales.
Todas las reformas fiscales que olvidan esos objetivos fracasan. Recuerden los errores de Grecia que comentábamos ayer en esta columna.
Aprender de los errores y recuperar los principios tradicionales de bajos impuestos y crecimiento es esencial para continuar creciendo.
La política fiscal debe plantearse desde los pilares de mejora de renta disponible, facilidad para crear empresas y empleo y lanzadera de crecimiento desde el recorte del gasto superfluo.
Una reforma fiscal confiscatoria busca bajar el listón de “quién es rico” para aumentar el gasto improductivo y poner escollos a la creación de empleo
La solución a un exceso de endeudamiento público no es más gasto y más observatorios con el dinero de los demás. La solución son muchas más empresas, miles de ellas, que son las que crean empleo, riqueza e ingresos fiscales.
Los recortes fiscales expansivos son importantes, y los que dicen que nunca se ha aumentado ingresos bajando impuestos, además de despreciar el esfuerzo de los trabajadores y empresas como si fuera irrelevante, mienten. EEUU, Singapur, Reino Unido, Irlanda, Suecia, Chile o Uruguay vieron aumentos de ingresos con bajadas de impuestos.
La necesidad de una reforma fiscal
Una reforma fiscal confiscatoria, como la que plantean algunos, solo busca bajar el listón de “quién es rico” para aumentar el gasto improductivo y poner escollos a la creación de empleo y riqueza. Desde la presunción del que jamás ha gestionado una empresa ni creado riqueza o un solo puesto de trabajo, les dicen que ellos saben qué son beneficios buenos o malos y afirmar saber gestionar mejor el dinero que los verdaderos creadores de empleo. Nos lleva de cabeza a repetir los mismos errores que ha cometido Grecia desde los 70. Intentar sostener sectores clientelares rascando ingresos de lo que ha sobrevivido del colapso.
Lo llevamos comentando desde hace años, la reforma fiscal que España necesita debe ser ambiciosa y valiente:
- Bajar más los impuestos a empresas y familias. Rebajar cuotas a autónomos, de una manera clara y que haga a estas personas valorar positivamente la decisión de montar su negocio independiente. Un régimen de autónomos donde se pague una cuota mucho menor, en línea con los países de nuestro entorno –a todos, no solamente los jóvenes- y se deduzcan impuestos si se crea empleo estable. Un entorno impositivo atractivo y bajo, tanto a nivel corporativo como personal, predecible a largo plazo, es esencial para ayudar al país a recuperarse.
- Apoyo fiscal a PyMes. La tarifa plana es una buena medida para mejorar la transición a gran empresa. En España, el 70% del valor añadido y el empleo lo crean las pequeñas y medianas empresas, pero la transición a gran empresa es una de las más bajas de Europa. España es aun el país de la UE donde es más caro establecerse después de Francia y esto, añadido a la burocracia, hace que sea aún muy laborioso crear puestos de trabajo (en Reino Unido se tarda un día en crear una empresa). En vez de penalizar con más regulación y coste, facilitar la transición eliminando trabas, no “suavizándolas”.
A ver si nos damos, por fin, cuenta de que:
- El déficit no se reduce gastando más. Ni confiscando. Se reduce concrecimiento económico, prosperidad y prudencia presupuestaria.
- Los ingresos fiscales mejoran aumentando el porcentaje de clases medias y rentas altas, no aniquilándolos.
- Igualando a la baja no se recauda.
Ninguna sociedad ha mejorado ingresos fiscales redistribuyendo la miseria, sino aumentando las oportunidades para prosperar y enriquecerse.