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Las Secesiones Expansivas No Existen

“There’ll soon be more pandas than financial institutions left in Scotland» citado por Faisal Islam (Sky).

A cierre de este artículo, el referéndum sobre la posible independencia de Escocia está causando más de un dolor de cabeza en el Reino Unido, donde vivo. La última encuesta de YouGov da un 50% al ‘No’ y un 45% al ‘Sí’, pero otras hablan de empate. Un error garrafal de estrategia de un gobierno conservador que veía una oportunidad de hundir al laborismo con el referéndum (el resto de Reino Unido vota fundamentalmente conservador; Escocia es feudo laborista) y ahora se encuentra con un grave problema económico si sale un ‘Sí’ que casi todo el mundo ignoraba antes del verano.

La libra esterlina se desplomaba un 16% anualizado desde que las encuestas empezaron a mostrar el avance del independentismo. A su vez, las empresas más expuestas a Escocia o el Mar del Norte perdían más de 4.000 millones de libras de capitalización bursátil –sin contar el impacto en las empresas europeas con intereses en Escocia–.

Hay que reconocer que la falta de preocupación por la secesión de Escocia me sorprendía desde hace meses. Existía una combinación de arrogancia e ignorancia en los mercados, tal vez embelesados por la magia ‘impresora’ del Banco Central Europeo (BCE) o del Banco de Inglaterra.

Los impactos son importantes:

  • Caída del crecimiento: Todos los análisis relativamente conservadoresindican una reducción de las estimaciones de crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) del 20%, un estancamiento o caída de hasta el 30% de las inversiones –sobre todo en energía– y el riesgo de crear dos países altamente deficitarios (What Would Happen After a Yes, Citigroup).
  • Aumento del déficit: Sí, porque la separación empeora al incluirse todas las administraciones, cargas y gastos de duplicar nuevos organismos. Dos estados, Escocia y el resto del Reino Unido, que pasarían a ser de los mayores déficits fiscales y comerciales de la OCDE. Escocia por aumentar sus gastos administrativos y Reino Unido al perder en su balanza comercial parte de los ingresos del petróleo del Mar del Norte. Escocia, además, pretende replicar todos los organismos reguladores y estatales. Y eso significa más gasto en una zona que supone el 9,3% de los gastos del Reino Unido, pero solo un 9% de los ingresos [1].
  • Fuga de capitales: Royal Bank of Scotland (RBS), Lloyds y algunos de los mayores fondos de inversión de Edimburgo anunciaban que abandonarían Escocia. Credit Suisse lo mencionaba en un informe del 11 de septiembre: “Cuando la viabilidad de un nuevo país se cuestiona, los flujos financieros y de capital son el mayor elemento de incertidumbre. El problema no es mantener el país dentro de la moneda, sino mantener el dinero en el país (“the problem is keeping the currency in the country, not keeping the country in the currency”).” Las estimaciones sobre pérdida de capitales se mueven entre 20.000 y 100.000 millones de libras [2]. Con un sector financiero en Escocia que supone más del 1.200% del PIB, la pérdida de una parte es un enorme impacto en su crecimiento, empleo e ingresos fiscales.

  • Caída de inversiones en petróleo y renovables: Más de 23.000 millones de libras en proyectos renovables se pararían ante la incertidumbre de saber cómo y quién pagaría las primas. Las grandes empresas como Scottish & Southern, Infinis o Scottish Power (participada de Iberdrola) ya han comentado el riesgo de ese estancamiento. Incluso los analistas estiman grandes pérdidas de empleo, ya que casi todo el plan de inversiones es de crecimiento 2015-2018. En petróleo es peor, porque tanto los independentistas como los unionistas cuentan con unos ingresos más que optimistas. Los ingresos de Escocia por el petróleo se han movido entre los 11.600 y los 5.600 millones de libras, como mucho un 21% de los ingresos fiscales. Con unos impuestos confiscatorios (60%), la producción del Mar del Norte ha caído de manera relevante por la falta de inversión exploratoria. Empresas como Enquest, Centrica, BG o Premier simplemente no invierten para perder dinero y temen una subida de impuestos ante una independencia para intentar tapar el agujero de déficit antes comentado.
  • Caída de las exportaciones: Es malo para el resto del Reino Unido porque Escocia sería el equivalente a un 4% de sus exportaciones, y una caída de las mismas afecta a la economía de la isla.
  • Una nueva moneda: Los independentistas ya han dicho que no van a usar la libra. Unirse al euro es entregarse a la política franco-alemana que se critica día a día en la TV. Una enorme devaluación es un problema financiero en una economía ultra-endeudada en libras y dólares, ya que se hunde la capacidad de pago.
  • Reino Unido se sale de la UE: Si gana el independentismo, el resto del Reino Unido es en su mayoría conservador del ala anti-UE. No tardaría en decidir salir de una Unión Europea de la que es contribuyente neto positivo,dejando Europa con mayores dificultades para financiarse y sufriendo todos -la isla y la Eurozona- de la caída inevitable del comercio.

IMPACTO EN LAS EMPRESAS ESPAÑOLAS

Nuestro país ha invertido de manera muy importante en Reino Unido, con un total cercano a los 88.000 millones de euros desde 2004 en los sectores de telecomunicaciones, energía, financiero e infraestructuras. España fue entre 2006 y 2007 el segundo mayor inversor en el país tras EEUU. Estas empresas tienen una media de un 16% de sus resultados en el país. Una caída de la libra, una reducción del crecimiento en toda la isla y un posible cambio de moneda son los mayores riesgos a considerar. La banca tiene unos 8.500 millones de euros de préstamos sólo en Escocia, que podrían sufrir si se produce un estancamiento o una devaluación.

EL CUENTO DE LAS SECESIONES EXPANSIVAS

Me contaban un chiste en Edimburgo en el que un feligrés sale de misa y le dice al cura “tengo dudas con mi fe, la iglesia promete que Dios me va a dar el paraíso pero también lo promete Salmond” (el líder independentista). Y es que el sueño socialista de una Escocia independiente se vende como una especie de enorme regalo social en el que se van a aumentar los puestos públicos, los salarios, las pensiones y la seguridad social a costa de unos ingresos inventados. No solo asumen unos precios del petróleo muy superiores a los actuales, sino que la producción se dispararía mágicamente y no se produciría ninguna fuga de capitales. Por supuesto, no asumen aumentos de primas de riesgo, ni menor acceso a los mercados. Unicornios.

Y la realidad es que no existen secesiones expansivas. Lo más que se puede esperar es una evolución en forma de V, es decir, que los años de recesión y recortes se recuperen después. La media de recuperación a ‘cero’ son siete años. No ha habido ni un sólo caso en el pasado en el que la independencia no haya venido acompañada de una caída inicial enorme de actividad y de las prestaciones sociales.

En España ya hemos visto el efecto contagio, aunque aún sea moderado. Como explicaba El Confidencial, las primas de riesgo, tras meses de tranquilidad, se disparaban. La rentabilidad del bono a 10 años subía un 15%, y en los bonos a dos años, el 80%. La prima de riesgo de los bonos de Cataluña –el diferencial con el bono alemán– es ya, incluyendo Fondos de Liquidez Autonómica (FLA) y el BCE apoyando, el doble que la del estado español. Como comentaba en 2012 en “Independencia: desastre para Cataluña y el resto de España”, seguimos creyendo que la separación es expansiva, cuando las partes separadas siempre son menos que el todo.

La independencia de una región o un país podrá defenderse por razones personales o emocionales, pero no económicas. No se trata de decir si es viable como país independiente, que lo sería, pero a muy largo plazo y tras una factura difícil de asumir cuando lo que prometen es “más estado de bienestar”, ya que sería menor. Se trata de qué coste estamos dispuestos a asumir por esa independencia.

Ya saben ustedes que detrás de cada bandera hay un burócrata dispuesto a  crear un comité… con los impuestos de los demás.

[1] Economic Aspects of Scottish Independence. LHOC

[2] Todas las estimaciones vienen cortesía de Credit Suisse, HSBC, Citigroup y UBS

Lecciones del desastre argentino

2/8/2014 El Confidencial

«Es una pavada atómica decir que hoy entramos en default», Axel Kicillof

Los que piensan que el dinero es una donación, que la riqueza de un país se decide en un comité gubernamental y que todo lo soluciona la maquinita de imprimir, se han pasado años poniéndolo como modelo para “salir de la crisis”, lo mismo que está llevando -de nuevo-  a Argentina a la recesión y al impago. El mal llamado “modelo social y económico inclusivo”, que es populismo despilfarrador.

Sólo hace unos años, Krugman y Stiglitz ponían como ejemplo a las políticas de Cristina Fernandez de Kirchner para Europa. Hoy, con el episodio del impago a los bonistas que no accedieron a la extorsión de la quita, leemos cosas divertidas como:

  • Argentina no hace impago “porque tiene dinero”. Pero no quiere pagar a los bonistas que no accedieron al chantaje de la quita, precisamente porque sabían que el gobierno de Argentina podía -y debía- cumplir sus compromisos.
  • Nuestro lenguaje burbujero nos lleva a llamar fondos buitre a quien quiere recuperar su dinero, y negociar a aceptar callados lo que exija el ministro. Las reestructuraciones de 2005 y 2010 no eran negociaciones, sino acuerdos de El Padrino. “Una oferta que no pueden rechazar”. Algunos dijeron “no” y los tribunales de EEUU les dieron la razón.
  • Llamar fondo buitre al que utiliza todos los medios a su alcance para hacer valer sus derechos es, cuando menos, curioso. Y no deja en buen lugar a los Estados que se convierten en “carroña”. Pero es que el Estado firmó que si pagaba al 7% que no aceptaba el chantaje, tendría que compensar al 93% restante. Y claro, un problema de 1.500 millones se convierte en uno de 15.000 millones.

Lo veamos como lo veamos, el default de Argentina es otro paso más en el triste aislamiento en que se ha metido desde la llegada del populismo de Cristina Fernandez de Kirchner.

Los que piensan que el dinero es una donación, que la riqueza de un país se decide en un comité gubernamental y que todo lo soluciona la maquinita de imprimir, se han pasado años poniéndolo como modelo para ‘salir de la crisis’ lo mismo que está llevando -de nuevo- a Argentina a la recesión y al impago

El episodio de los mal llamados fondos buitredemuestra varias cosas. Primero, que las famosas quitas e impagos no son una panacea de solución de nada. Siempre se acaba peor. El impago solo genera aislamiento y empobrecimiento mayor posterior.

Segundo, que las deudas se pagan. Siempre. Sea de manera licita -cumpliendo con los compromisos- o con una inflación desbocada -Argentina es el cuarto país del mundo con mayor inflación, 28% en 2013- que empobrece a todos. La inflación, el impuesto de los pobres.

Muchos me dicen que la inflación alta no es problema si se suben los salarios en la misma manera. No es cierto. Se hace durante un tiempo hasta que no hay recursos, y se desploma la renta disponible. Los desequilibrios que se generan explotan, y en poco tiempo.

El episodio del impago del Gobierno de Argentina es una anécdota, un subterfugio para apartar la vista de un problema mayor. Los políticos que han usado el populismo y el intervencionismo en ese gran país que es Argentina llevan a la nación de crisis en crisis e impago en impago a través de una política monetaria y estatal en la que van calentando la burbuja de una supuesta prosperidad inflacionista, hasta que estalla. Y entonces, vemos corralitos, cambios de moneda, cepos cambiarios… y vuelven a empezar, empobreciendo o arruinando en el camino a la misma población que aparentemente pretenden “defender”. Es el efecto embudo de tapar los desequilibrios gastando e imprimiendo dinero. Que acaban mal, siempre.

En España escucharán constantemente que la solución a nuestra crisis es hacer impago, aumentar el gasto público y financiarlo imprimiendo moneda -monetizando deuda, que es lo mismo-. Eso es exactamente lo que hace Argentina (grafico cortesía de Perspectivas). Un aumento de masa monetaria anual del 30%.

Leí hace poco el libro del actual ministro de economía argentino, Axel Kicillof,  titulado Volver a Keynes, fundamentos de la teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, y es uno de los más claros exponentes de lo que yo llamo “keynesianismo selectivo”.  Es aquel que toma a Lord Keynes al pie de la letra para gastar e intervenir, pero se olvida del economista británico a la hora de bajar impuestos y recortar gasto público en época de bonanza. Ignora totalmente esas recomendaciones para justificar en la intervención estatal eterna y la política monetaria la panacea para la solución de todos los desequilibrios económicos. (Grafico cortesía de N. Cachanosky)

¿Y el paro? Al fin y al cabo, Argentina tiene un paro muy bajo, con lo que se justifica todo, ¿no? Cuando el estado es el principal motor de la demanda laboral con una plantilla que ha aumentado un 50% desde 2003 -la Campora, el grupo de seguidores de Cristina Fernández, es la mayor bolsa de trabajo de Argentina-, lo que el estado te “da” supuestamente -un trabajo- se lo lleva en tus ahorros y sueldo en los sucesivos corralitos, cepos, devaluaciones e inflación.

Y el espejismo del dinero impreso no conlleva inversión ni mejora productiva. La producción industrial en mayo de 2014 ha caído un 4,9%, en su décimo mes consecutivo. La industria de maquinaria agrícola se encuentra con un 50% de capacidad instalada ociosa, en un país cuya principal actividad es el sector agropecuario. La producción de coches, una de las principales industrias, caía un 22% en el primer semestre de 2014. Las exportaciones se han contraído un 12% “a pesar” de devaluar el peso en enero un 23%. Efectivamente, si imprimir moneda fuera la llave de la prosperidad, Zimbabwe sería el país más rico del mundo.

Aislarse de los principios elementales de economía y del mundo financiero global tiene sus consecuencias:

El Gobierno argentino está inserto en su propia trampa de “ilusión monetaria”. Si impulsa medidas activas para promover el nivel de actividad y el empleo, también hará subir las importaciones utilizadas en la producción de bienes y servicios, lo cual implicaría un consumo de dólares que no tiene. De ahí que Cristina Fernández de Kirchner buscara aumentar la deuda. Pero eldefault, las nacionalizaciones confiscatorias y los mensajes anti-mercados yanti-buitres no permitirán el acceso al mercado de deuda, y provocan más restricciones externas y más “cepo cambiario”, que es como los argentinos llaman a las medidas oficiales restrictivas para evitar que los argentinos, ante las constantes devaluaciones, usen dólares en sus transacciones o inversiones.

Con una devaluación del 16,9% anual desde 2008 -como muestra el grafico-,el gobierno de Argentina solo ha conseguido que la inversión se desplome y la balanza comercial -la diferencia entre importaciones y exportaciones- empeore (un -41% en los primeros seis meses de 2014 según INDEC), por lo tanto la entrada de divisas se deteriora, llevando a un mayor cepo.

La fuerte caída del precio de la soja, principal producto exportable y generador de divisas, se suple imprimiendo más dinero para sostener unos gastos estatales que no han hecho más que crecer y, con ello, y la inflación se dispara. Es el cuarto país del mundo, tras Venezuela, Sudán e Irán, en inflación. Un 28,3% oficial en 2013 y un 35% estimado por INDEC en 2014.

Con esta política de aislamiento, gasto y expansión monetaria descontrolada, el gobierno profundiza la recesión y el déficit fiscal (5% de mínimo estimado para 2014), mientras la inflación se dispara por la acelerada emisión de moneda para financiar al Tesoro.

Esta política del gas de la risa monetario ha llevado a un nivel de pobreza del 30%, según la Universidad Católica Argentina, UCA, dado que el gobierno de Cristina Fernandez, ha decidido no medir más la pobreza “por cuestiones metodológicas”. Cuando asumió el poder en 2008 había en torno a 8 millones de pobres (26%), una cifra reducida a la mitad en el mandato de su marido Néstor. “Modelo social inclusivo”.

Hoy se acumulan 4.500 millones de dólares de importaciones ya efectuadas pendientes de liquidación. La estrategia del Banco Central es retrasar todo lo posible los pagos al exterior correspondientes a importaciones que ya fueron aprobadas con el objetivo de no perder reservas, y lleva al país a seguir cavando el agujero. Esta política muestra la extrema debilidad en materia cambiaria, y la fuerte emisión e inyección de pesos ha vuelto a alimentar la fuga hacia el dólar, que está disimulada por la intervención oficial en el mercado de cambios oficial y paralelo, pero que, aun así, no logra contenerla.

Cristina Fernández y Kicillof intentarán lanzar más políticas “activas” financiadas con emisión de moneda, lo cual implicará agregar más tensión al tipo de cambio -que en el sueño keynesiano se utiliza como “ancla contra la inflación”- y aun así se estima una inflación del 35%.

El episodio del impago o la pavada atómica no esconde que la recesión será brutal. Hoy se habla de -2%, pero porque el sector financiero generaba aportación positiva. En la economía real la recesión es más fuerte.

Lo comentaba hace un año en esta columna: proteccionismo y devaluación es camino de depresión.

Y lo curioso es que la solución de Argentina está en casa. Abandonar elclientelismo, la impresión de moneda inútil, recuperar la credibilidad, atraer capital, inversión y empleo privado, lanzar de nuevo los sectores deprimidos por la inflación y el control de cambios, incentivar el comercio desde la apertura y permitir que el país lleve a cabo la transformación a la economía líder de Latinoamérica que puede ser.

Los defensores del “keynesianismo selectivo” de gastar, imprimir y no ahorrar sólo consiguen retrasar el estallido de la burbuja unos años. Y cuando lo hace, es con enorme virulencia. Y algunos quieren aplicar “esto” en mi país.

“Darle a la maquinita y aumentar gasto público” nos recomienda alguno.Corralito y estanflación. No será que no lo hemos advertido. Las soluciones mágicas no existen.

El ejemplo alemán. Garantizar la sostenibilidad del sistema

Extracto de «Viaje a la Libertad Económica» (Deusto 2013)

“No existe conflicto entre el estado del bienestar y el libre mercado”.  Gerhard Schroder

El asistencialismo se ha convertido en una excusa para el bienestar del estado. Y, como veremos posteriormente, se disfraza como coste social mucho gasto político, administraciones duplicadas, etcétera.

Los servicios esenciales se ponen en peligro a medida que la pirámide de población se estrecha, es decir, que el número de jubilados y personas a cargo de otros (niños, descapacitados) se acerca peligrosamente al de contribuyentes.

Si centramos la política de las economías en reducir la renta disponible, ni aumenta la población ni la riqueza, y por lo tanto, el sistema de beneficios sociales entra en peligro.

Eso lo sabía Gerhard Schroder en Alemania cuando lanzó el programa Agenda 2010 de profundas reformas del modelo. Hoy nadie duda de que el país germano ha sobrevivido mejor a la crisis y su sistema de protección social es adecuado, garantizando la sostenibilidad y no obstinándose en mantener el coste.

Cuando Alemania lanzó el plan en 2003, muchos lo criticaron diciendo “Schroder lanza una bomba al estado de bienestar” (El Pais, 2003). Fue tan criticado que la coalición de Gobierno presidida por Schröder -formada por el partido socialdemócrata SPD y Los Verdes- empezó a perder una elección regional tras otra.

Las medidas fueron muy duras, incluyendo enormes recortes a las subvenciones por desempleo, limitando el subsidio hasta €345 euros mensuales en algunos casos, la creación de los mini-jobs, puestos de trabajo temporales de bajo coste para el empresario, introducir el co-pago sanitario y rebajar las pensiones con un coeficiente de sostenibilidad.

Además, bajó los impuestos desde el 19,9% al 15% para las rentas bajas y desde el 48,5% al 42% para los tramos altos.

En 2003, cuando se hicieron las reformas, la cuota de desempleo en Alemania era del 10,5 por ciento y el número de parados rozaba los cuatro millones y medio, y las pensiones y seguridad social eran “insostenibles”.

Sin embargo, ya en 2005  las cifras de desempleo empezaron a bajar, hasta llegar a los tres millones de parados actuales y una cuota del 5,1 por ciento. Además, las pensiones y seguridad social ya no están en peligro, con un superávit de 6.000 millones de euros. La renta per capita aumentaba un 12% en términos reales. El indice Gini, que mide la desigualdad, se sitúa en 0,30, uno de los mas bajos del mundo, similar a Francia y muy inferior a España, Reino Unido, Italia o Estados Unidos.

En 2007, a la mitad de su primera legislatura, Angela Merkel pudo decir en un debate parlamentario que Alemania tenía las mejores cifras de empleo desde la reunificación de 1990 y reconoció que esto era en parte fruto de la agenda impulsada por su antecesor y su rival en las elecciones de 2005.

 Nos dicen que Alemania fue la primera en incumplir el pacto de estabilidad. Claro, por un punto, no seis, y no durante siete años. Y llevando a cabo reformas de enorme calado. Pero nos agarramos a cantos de sirena monetaristas.

El gobierno alemán, que puso en marcha el plan más agresivo de reestructuración del gasto público con Schroder, como comentábamos anteriormente,  implementó un tímido pero fallido plan de estímulo en 2009, con un gasto de 5.000 millones de euros para apoyar el empleo (Kurzarbeit), alcanzando a 1,5 millones de trabajadores. Ante el error, y comprobar que no mejoraba la situación económica ni laboral, la prioridad se situó de nuevo en recortar gastos. Se introdujo una enmienda a la constitución en mayo de 2010 que limita el déficit del estado central al 0,35% del PIB en 2014 y prohíbe a los gobiernos regionales tener ningún tipo de déficit desde 2020.  Estas medidas son mucho más agresivas que los límites de la Unión Europea, que suponen un 3% del PIB.

En junio de 2010 Alemania introdujo el mayor recorte de gasto público en sesenta años, el Zukunftspaket (paquete de medidas para el futuro) junto con un plan financiero a medio plazo (2010-2014), que incluía recortes de 80.000 millones, cerca del 0.8% del PIB, y otras medidas hasta alcanzar el 0,35% de déficit objetivo. Más de un tercio de esos recortes se daban en la seguridad social y administración.

En un año, a pesar de la crisis, el déficit del estado cayó del 4,3% en 2010 al 0,8% en 2011, y llegó a un superávit de 0,2% en 2012. A pesar de cumplir los objetivos a 2014 con creces en 2012, el ministro de finanzas Bertrand Benoit anunciaba en julio de 2013 nuevos recortes de 6.100 millones de euros, a pesar de contar con superávit, que según la agencia de calificación Fitch “mejoraba con creces el objetivo anunciado”.

Los ajustes llevados a cabo por Schroder primero, y Merkel después, situaban a la economía alemana en un nivel de competitividad y saneamiento que permitían reducir las emisiones de deuda pública en 24.000 millones menos de lo previsto en 2013, y llegar a situar las cuentas en superávit en dos años, mientras el producto interior bruto crecía un 0,7%.

Ojalá copiemos a Alemania en el plan 2010 de Schroder y el Zukunftspaket antes de tirarnos a gastar. Con un déficit del 6,5% durante años, España sigue en una situación financiera inasumible.

En un entorno de crisis, se pone de manifiesto que la prudencia presupuestaria y no cejar en los objetivos es esencial, como demuestra el ejemplo alemán.

A Schroder nunca se le reconoció lo suficiente la valentía, coraje y determinación en implementar unas medidas que su partido y sus votantes no querían, pero que eran necesarias para evitar la quiebra del sistema. Aumentar renta disponible, reduciendo impuestos, y recortar gastos.

Lo sabían también Margaret Thatcher y Ronald Reagan, por eso durante sus mandatos la política de mejorar renta disponible reduciendo impuestos aumentó la renta per cápita real para las clases más pobres un 34% en Reino Unido y un 39% en EEUU.

A la hora de justificar cualquier dispendio, olvidamos que los gastos en todas esas partidas deben cubrirse cuando se ha ahorrado en los periodos de bonanza,  algo que no hace ningún estado. No se puede decir “no se puede recortar porque todo se va a gasto social”, sino –como aprendió Alemania- “solo se puede mantener un cierto gasto social si se ahorra”.

La libertad económica ha hecho más por reducir la pobreza que ninguna otra política. El desastre del colectivismo en el mundo ha probado que el gasto como única medida solo lleva a la quiebra.