30/7/2014 El Confidencial
“Inflation is taxation without legislation” – Milton Friedman
Este miércoles hemos recibido dos buenas noticias. Bajan los precios y sube el PIB. ¿Cómo? ¿No es malísimo que los precios no suban? ¿No es la inflación la solución a nuestros problemas? Pues no. A pesar de que les repitan una y otra vez que la inflación es la panacea, es empíricamente incorrecto.
El PIB avanza un 0,6%, por encima de lo esperado, y ya supera todas las estimaciones de consenso con una subida interanual del 1,2%. Ya lo comentábamos en esta columna hace meses, el crecimiento español es una buena noticia tras otra. Lo más relevante de esta mejora del PIB es que el consumo y la inversión empresarial son los principales motores de la sorpresa. La demanda nacional es el principal factor positivo del PIB del segundo trimestre. Por otro lado, la evolución del sector exterior vuelve a ser positiva, +0,2%, confirmando la buena salud de nuestras exportaciones en un entorno de desaceleración del comercio mundial, según la OMC y el FMI, y caída de las exportaciones en países como Japón, durante dos meses consecutivos, y varios de nuestros socios de la UE.
Respecto a los que hablan de un ‘colapso’ de las exportaciones, miren el cuadro:
http://www.bde.es/webbde/es/estadis/infoest/a1703.pdf
Entre bienes y servicios exportamos hasta mayo 143.700 millones frente a algo más de 138.600 millones en 2013. Es una subida del 3.6%. Nada espectacular, pero no está nada mal cuando las exportaciones de nuestros comparables lo hacen peor.
Muchos analistas ponen en cuestión el PIB, sin embargo, como explicaba en «Razones para creer el PIB», aquí estamos viendo un cambio radical en la composición de un Producto Interior Bruto menos expuesto a la construcción y la obra civil y más al sector exterior y el consumo, aunque también, desafortunadamente, sostenido por un gasto público excesivo.
Desde mi punto de vista, la moderación de las importaciones es un factor clave, ya que el déficit exterior se había acelerado en los primeros meses, con lo cual la estimación de una aportación al PIB positiva del sector exterior en el año 2014 se mantiene. Es curioso que los analistas burbujeros se empeñen en hablar del inexistente desplome de las exportaciones y aumento del déficit exterior -preocupante, por supuesto- a 8.200 millones, mucho menor que el de Francia o Reino Unido en cualquier caso, cuando en 2009, con un déficit exterior de 94.000 millones de euros, afirmaban que todo iba estupendamente.
Nuestros economistas burbujeros de «la inflación es necesaria» se mesan los cabellos. No solo creamos empleo, sino que crecemos más de lo esperado, y el consensos ya se mueve entre +1,2% y +1,5% cuando solo hace siete meses se situaba en la mitad. España ha creado 402.000 puestos de trabajo durante el segundo trimestre, aumentando empleo privado y contratos fijos, con un crecimiento del PIB del 0,6% intertrimestral. Para generar este nivel de empleo en el pasado había que crecer el doble. Si, empleo temporal, pero nadie ha salido de una crisis como la nuestra desde el empleo fijo y los sueldos de 3.000 euros al mes en la construcción, siempre se empieza por el empleo temporal y, a medida que la confianza se recupera y se invierte, se va creando, como estamos viendo en 2014, mayor empleo fijo. De los 402.000 nuevos empleos mostrados en la EPA, unos 180.000 fueron indefinidos (44,2%), el 94% a tiempo completo.
Mientras, las estimaciones de crecimiento de EEUU se desploman de +2,9% a +1,7% con el índice de participación laboral más bajo desde 1978, y las estimaciones de Japón bajan a +1,3%, sus exportaciones -2,2% y aumenta el paro con la mayor caída en salarios reales en veinte años.
Pues bien, la sorpresa en el crecimiento de la economía española no es independiente del hecho de que los precios hayan bajado. Es claro que la moderación de los precios energéticos y los alimentos son precisamente soporte para que el consumo y la inversión se recuperen, en un país donde hemos visto caer la renta disponible por devaluación salarial e impuestos y los márgenes de las empresas precisamente por los excesivos costes energéticos (los terceros más altos de la UE, según Eurostat). Nos encontramos en una recuperación apuntalada precisamente por la baja inflación, como comentaba el propio Wall Street Journal o el Independent . Energia y alimentos no elaborados explican la mayor parte de la caída de precios, y eso es bueno para el crecimiento en un entorno de salida de una recesión de exceso de deuda. Porque ayuda a limpiar los balances sin acudir al impuesto de los pobres, la inflación.
Ya me imagino a algunos economistas alarmados contando la monserga que la inflación baja es mala porque retrasa la decisión de consumo, mientras pienso en el ciudadano que va al supermercado o a la gasolinera y dice «este mes no voy a comer, encender la luz o llenar el depósito, no vaya a ser que bajen los precios el mes que viene».
Por otro lado, el cuento del miedo a la deflación que comentábamos aquí olvida que los precios bajan porque la renta disponible de los ciudadanos se ha destruido a través de una fiscalidad confiscatoria, y que intentar forzar la inflación con políticas artificiales es un fracaso para la economía, como hemos visto en Japon, con las exportaciones, producción industrial y salarios reales cayendo. Mientras no recuperemos la renta disponible, la inflación sería un enorme fracaso y un escollo a la recuperación.
Les recomiendo que lean el análisis de George Selgin, de la Universidad de Georgia, llamado «Una súplica por una deflación moderada» en la que muestra lo que estamos viendo. Los precios bajos en los elementos adecuados -energía en particular- son positivos para una recuperación sostenida, en la que el empleo vuelve de manera lenta pero firme. Es por ello que el consumo va despertando poco a poco (fuente BBVA).
Nos seguirán diciendo que la inflación es necesaria para salir de una recesión de balances porque así se pagan las deudas. Las deudas se pagan con crecimiento económico, renta disponible y mejores beneficios empresariales. Las medidas inflacionistas solo traen desequilibrios que luego se pagan mucho más caros. Nuestro país es el ejemplo de la debacle tras las políticas de demanda.
Como comentaba en 2011 en «Semana de pánico, década de borrachera, año de resaca», estamos sufriendo los efectos devastadores de una década de exceso, y de la decisión suicida de aumentar el déficit en 100.000 millones anuales desde 2009 «para estimular», que nos ha llevado a aumentar la deuda a niveles preocupantes en tiempo récord.
Los datos de este miércoles son esperanzadores, pero hay mucho trabajo que hacer. El gasto público, el déficit y la deuda siguen siendo extremadamente altos, y un crecimiento del 1,5% – 2% en 2015 no va a reducir el peso de esas cifras. El desempleo sigue siendo demasiado alto y las dificultades para crear empresas, burocracia y rigideces de la economía siguen siendo altas. Hemos perdido diez puestos en el ranking de libertad económica mundial y los empresarios y emprendedores siguen encontrando enormes trabas impositivas y administrativas para crear empleo y cambiar el modelo de crecimiento. Pero estamos saliendo del infierno creado por el estímulo artificial de la demanda interna desde la construcción y la obra civil, que nos llevó a la peor recesión de la historia. Ese nuevo modelo no se va a decidir en un comité en La Moncloa o en Ferraz o en un guatequillo de indignados. Se va a decidir en el mercado, compitiendo. Pero las tentaciones de darle otra vez a la chequera en blanco pueblan las promesas de las viejas-nuevas caras de nuestro arco político.
Siempre se dice que los norteamericanos votan con el bolsillo, y a veces uno piensa que los españoles votamos con el bolsillo… de los demás. A pesar de tener el ejemplo de lo que no hay que hacer en nuestro pasado más reciente, lo querremos repetir. Esperemos que no.