En esta crisis se ha hablado mucho del turismo y la hostelería, pero no podemos olvidar la agricultura. En un entorno de riesgo sin precedentes y de crisis económica, la agricultura se ha comportado como un sector clave, respondiendo de manera rápida y eficiente a los retos de la pandemia y evitando una crisis de desabastecimiento o alta inflación.
El sector agrícola es un sector competitivo y de valor añadido. Entre 2013 y 2017, de media, se exportaron productos por valor de 13.554 millones de euros y se importaron por valor de 3.402 millones de euros. Es decir, estamos ante un sector que es capaz de generar un superávit comercial por valor de más de 10.000 millones de euros. Esta competitividad se ha demostrado incluso en medio de la pandemia por el Covid-19. La exportación española de frutas y hortalizas frescas en el primer trimestre de 2020 registró un crecimiento interanual del 2,5% hasta los 3,9 millones de toneladas, generando una facturación de 4.528 millones de euros (un 12% más que el año pasado) según FEPEX.
Si nos centramos en la producción hortofrutícola, España es uno de los principales proveedores dentro de la Unión Europea gracias, en gran medida, al aporte de la horticultura andaluza, concentrada en la costa de Almería y Granada. Entre 2013 y 2017 el 20% el país fue responsable del 20% de la producción europea, según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Andalucía es la región que más frutas y hortalizas produce de toda España: un 29% del total. Le sigue Comunidad Valenciana (15%), Región de Murcia (11%) y Extremadura (8%). El sector hortofrutícola representa el 50% del empleo agrario. Se estima que genera más de 400.000 puestos de trabajo directos y emplea a 80.000 personas en las labores de manipulación y comercialización en las zonas de producción.
La estabilidad de los precios agrarios es notable, con una ligera tendencia a la baja, lo que demuestra la importante competencia y beneficios para el consumidor. Sin embargo, el productor se ve afectado por varios factores que drenan su rentabilidad. El primero es la inflación que, aunque baja, fue positiva entre 2015 y 2019, por lo que los productores perdieron poder adquisitivo en términos nominales y reales. El segundo es la notable subida de los impuestos al trabajo, que dispararon los costes laborales entre 2018 y 2019. En total, los incrementos de impuestos escondidos bajo el salario mínimo interprofesional durante estos dos años contribuyeron a aumentar los costes laborales un 33%, por lo que los costes de producción se incrementaron notablemente. Un aumento de casi un 30% de costes con una caída de precios del 2,5%.
La probada competitividad del sector se ve seriamente afectada por el aumento de los costes de producción, que dificulta la competencia entre productores nacionales y extranjeros. Un claro ejemplo es el incremento de la exportación de tomate marroquí a España, según estudio de Coexphal, ha aumentado casi un 350% desde el 2013 al 2019.
De ahí la importancia del trabajo desarrollado por FruitVegetablesEurope (Eucofel) en proyectos como el programa CuTE “Cultivando el Sabor de Europa”, que es la primera campaña europea de información y promoción de frutas y hortalizas europeas promovida por los productores y cofinanciada por la UE. El programa, implementado en seis países miembros España, Francia, Alemania, Polonia, Bélgica y Grecia, tiene como objetivo aumentar el conocimiento en el mercado interior de los métodos específicos de producción agrícola de frutas y hortalizas y las características específicas de la producción europea, haciendo hincapié en la variedad, calidad y sabor. Desde 2019, once frutas y hortalizas específicas (fresa, manzana, sandía, melón, uva de mesa, kiwi, tomate, pepino, pimiento dulce, berenjena y calabacín) han contado con un apoyo promocional estratégico en el marco de este programa.
Este es el buen camino para ayudar a la agricultura: no el de la intervención de precios que causan distorsiones en el mercado con efectos perversos, ni el del proteccionismo, sino el de apoyar a los agricultores y dar a conocer, no sólo la calidad del producto nacional, sino también los innovadores métodos de producción y sus ventajas sociales, económicas y medioambientales. Un claro ejemplo es el de la producción hortofrutícola almeriense, desarrollada en un modelo de agricultura familiar con explotaciones pequeñas y escasa concentración de la tierra, pequeños empresarios que fortalecen la red económica y social de la provincia. Con especial mención a los cultivos en invernaderos solares, empresas punteras en innovación, sostenibilidad y reciclaje, bioeconomía e integración de la inmigración legal.
El sector agrícola ha demostrado liderar en valor añadido, sostenibilidad e innovación. Debemos apoyarlo.
No compartiendo casi nunca, nada de lo que usted dice ,en esta ocasión le he de decir que coincido plenamente y aún le voy a decir más,de todos esos agricultores que usted habla,ninguno de estos reciben ninguna subvención directa de la PAC algo que creo que se le a escapado no sé si por desconocimiento o por qué está usted hablando de competitividad y de economía,
Le escribe un fruticultor
Si lee el artículo y los anteriores, digo que sin subvenciones.