I thought It Was Over But It’s Not, Paul Stewart, Richard Jones
Nos habíamos olvidado de la prima de riesgo y de las turbulencias financieras y han llegado de nuevo.
La prima de riesgo de España se disparaba el viernes hasta el nivel más alto desde junio, un 48% de subida desde los mínimos de junio reflejado en la rentabilidad exigida al bono a 10 años.
Podemos decir que es un factor que está afectando a otros países de Europa, pero ni es un consuelo (España debería seguir liderando la percepción de solvencia en Europa, no unirse a los países de riesgo) ni es «generalizado».
La prima de riesgo de Holanda, por ejemplo, no sufría, y la de España –a cierre de este artículo- era la que más subía el viernes.
En un entorno de incertidumbre y desacaleración, la prima de riesgo de España debería mostrar un comportamiento mejor al de sus comparables. Que el viernes (a cierre de este artículo) subiera más que la de Grecia o Portugal no solo es una mala noticia, es pésima.
Significa que la preocupación de los inversores aumenta de manera exponencial a pesar del paraguas del Banco Central Europeo que disfraza de manera muy importante el riesgo real.
Pero es que si analizamos el riesgo de impago a corto plazo (el CDS), muestra un aumento también preocupante.
Usted podrá achacar este aumento de riesgo a múltiples factores, pero estaremos todos de acuerdo en una cosa:
España, un país que ha estado dando noticias positivas sobre crecimiento, reducción de desequilibrios y credibilidad, no puede situarse de nuevo como uno de los países de riesgo.
Hemos alertado en varias ocasiones del enorme error que suponía que los estados europeos ignoraran el riesgo que se acumulaba. Los países de la eurozona se han ahorrado más de un billón de euros en costes por intereses por el efecto placebo de la inmensa inyección monetaria del Banco Central Europeo, y ese efecto ha dejado de funcionar.
¿Razones para estar preocupados? Varias
Primero, porque este enorme aumento de la prima de riesgo y empeoramiento de indicadores de solvencia ocurre mientras el Banco Central Europeo (BCE) sigue inyectando masivamente dinero en la economía. En los últimos meses, el BCE ha sido el único comprador de deuda soberana italiana. Es decir, que este aumento ocurre en medio de unas medidas que disfrazan artificialmente el riesgo real.
Segundo, porque ocurre y los gobernantes y ministros lo ignoran como si no fuera con ellos. Los mensajes de nuestros ministros y políticos acuden al enemigo exterior de toda la vida para restar importancia. Repito que, entonces, España debería estar mostrando un comportamiento ejemplar en cuanto a riesgo, algo que no reflejan ni los diferenciales de deuda corporativa, que han subido (iTraxx) a más de 290 puntos básicos, ni en los de deuda soberana, a pesar de que el BCE mantiene la presión compradora.
Tercero, porque esos mismos gobernantes y ministros piensan que van a seguir financiando sus crecientes desequilibrios a tipos que ya no existen en los mercados financieros (lean este artículo). En los presupuestos de ciencia ficción que ha lanzado el gobierno no considera ningún aumento de gastos en intereses de la deuda a pesar de que sube la prima de riesgo y las necesidades netas de financiación.
Esta semana estuve en Londres visitando a más de treinta inversores y el mensaje era muy negativo.
Casi ningún país de la eurozona está preparado para la inevitable subida de tipos.
No existe demanda alguna de inversores reales para comprar bonos de los países periféricos a estos tipos cuando termine el programa (ya extendido) de recompras del BCE.
Incluso si el BCE mantiene sus recompras y los tipos bajos, el riesgo es mayor porque se queda sin herramientas ante un cambio de ciclo que parece más cercano de lo que tememos muchos. Por ello, si el BCE se equivoca ya manteniendo la política monetaria en periodo de expansión y confianza, se equivocará aún más si la perpetúa en periodo de aumento de excesos de los países miembros. Porque –sin quererlo- incentiva a que esos países, y España es uno de ellos, aumenten sus desequilibrios como muestran los presupuestos con gastos estructurales muy superiores e ingresos de ciencia ficción.
No es cuestión de echar la culpa a factores externos, sino a prepararnos. Imaginen que están ustedes en la ladera de una montaña nevada y ven acercarse un alud. Lo que no hace es lanzarse con los brazos abiertos hacia dicho alud. Busca protegerse. Pues bien, lo que está haciendo España o Italia con sus presupuestos es lanzarse al alud sin ropa, con los brazos abiertos y gritando “¡a que no te atreves!”.
¿Cómo deberíamos estar preparándonos para este entorno de incertidumbre, ralentización y subida de tipos?
Desde luego no presentando enormes subidas de gasto e impuestos con estimaciones imposibles de ingresos. Tengamos en cuenta que, a lo que ya eran unas expectativas de ingresos increíbles, se une que el impacto en los beneficios de la banca de la reciente decisión del Tribunal Supremo llevará a pérdidas –y por lo tanto, cero ingresos adicionales por impuesto de sociedades- a muchas entidades.
España debería ser ahora un ejemplo. Un ejemplo de estabilidad presupuestaria porque podríamos estar sorprendiendo, como ocurrió en el pasado 2017 y 2016, con menores necesidades netas de financiación que las esperadas por el consenso.
Si, además estuviéramos implementando medidas que faciliten e impulsen la contratación, la inversión y el empleo, en vez de penalizarlas, todavía mejor.
Presentarse ante una desaceleración y subida de riesgo añadiendo escollos al empleo y el crecimiento y negando el riesgo es algo que ya hemos vivido en el pasado.
Recordemos que un país entra en riesgo de quiebra por el aumento desproporcionado de desequilibrios. Siempre lo explico de la siguiente manera:
Imaginen ustedes que una persona tiene una tarjeta de crédito utilizada al 90% y en la que gasta menos de lo que ingresa cada mes. Y otra persona que tiene una tarjeta de crédito utilizada al 20% en la que gasta el 15% más de lo que ingresa cada mes. ¿Quién quiebra primero? El segundo.
Por eso España era más fiable y con mejores perspectivas cuando, con una deuda del 98%, reducía sus desequilibrios y fortalecía el crecimiento facilitando la inversión y el empleo.
Por eso, también España casi se va a la quiebra con “mucho margen” entrando en déficits anuales de 100.000 millones de euros, más del doble de lo anunciado, cuando tenía “poca” deuda.
Ahora, el riesgo es doble. Ni tenemos poca deuda ni ponemos las medidas para ser más atractivos como inversión, atraer más empleo y más crecimiento.
El enorme, inmenso error de algunos gobernantes es pensar que eso no es problema suyo y que lo que tiene que hacer el BCE es continuar comprando sus bonos. Porque olvidan que la evidencia del riesgo salta, como está ocurriendo, en el aumento de crédito corporativo, los tipos y riesgo de familias y en las expectativas de inversión.
De hecho, cuanto más jueguen a que “me tienen que rescatar”, se hace más imposible que ocurra. Porque el resultado de esta falta de responsabilidad es estancamiento, paro y pérdida de empresas.
Tenemos una oportunidad de oro de volver a presentarnos como la oportunidad de inversión más atractiva de Europa. No caigamos en consolarnos diciendo que otros están peor. Nuestra economía, nuestras empresas y nuestras familias se merecen que se vea España como el país donde estas volatilidades son una oportunidad de entrada, en vez de “otro más” de los candidatos a suceder a Italia.
No podemos ignorar estas señales de alarma.
Le pido un ejercicio de responsabilidad al gobierno y que busque apoyos en partidos serios para unos presupuestos creíbles antes de que el miedo a recaer en los errores del pasado se convierta en la certeza de lanzarnos a otra crisis.