El gran riesgo de responder con aranceles al proteccionismo construido desde hace dos décadas por la Unión Europea es que los gobiernos usen la excusa del chivo expiatorio para doblar su intervencionismo. Y así ha ocurrido. El plan de Sánchez de 14.000 millones de euros es otro ejemplo de publicidad vacía.

No elimina ni una de las trabas, aranceles, impuestos y cargas que asfixian a la industria, ganadería y agricultura y, como solución a las exigencias de Estados Unidos, propone -oh, sorpresa- darles préstamos, crear más comités y grupos de estudio y -cito- “buscar nuevos mercados”. América tiembla.
Fíjense lo que ya ha conseguido Trump: tenemos a líderes socialistas convertidos de la noche a la mañana en defensores acérrimos del libre comercio, la libre empresa y la apertura de mercados. Fascinante.
Lo hacen, por supuesto, de boquilla. Sánchez critica “America First” mientras sonríe detrás de un cartel que dice “Compra lo tuyo, defiende lo nuestro”. La mejor manera de defender lo nuestro es no expoliar y asfixiar a nuestras empresas, pero Sánchez se niega.
Sánchez se niega a levantar la bota del cuello de las empresas españolas. Todo lo contrario. Por eso, ofrece como respuesta a la guerra arancelaria de Trump una batería de préstamos Frankenstein, sacados de varios programas ya existentes, y unas supuestas ayudas para las que no tiene presupuesto. Sánchez anuncia gasto en defensa sin reducir ningún otro y sin presupuesto y no pasa nada. Sánchez anuncia 14.000 millones y no pasa nada. La razón por la que no pasa nada es porque la Unión Europea se lo permite.
La mejor manera de defender lo nuestro es no expoliar y asfixiar a nuestras empresas, pero Sánchez se niega
La Unión Europea ofrece ahora a Estados Unidos reducir aranceles, pero que sigue negándose a eliminar las trabas no-tarifarias que son enormes. Sigue la Agenda 2030, sigue el impuesto del CO2, siguen las absurdas regulaciones y normativas que hacen imposible conseguir una licencia exportadora, siguen las limitaciones al capital extranjero y siguen las absurdas trabas bajo la excusa medioambiental que, por supuesto, luego se eximen a los países del Norte de África que subvencionamos.
Existen muchas razones para criticar los aranceles. No son una medida ideal ni una solución óptima pero mi pregunta a los que critican que deben usarse otras maneras para negociar es la siguiente: ¿Cuáles? Durante años Estados Unidos ha acudido a todo tipo de medidas para intentar eliminar las trabas comerciales arancelarias y no arancelarias que se le imponían, sin éxito. El mundo se acostumbraba a un modelo de “libre comercio” que significaba: nosotros podemos exportar todo lo que queramos a EEUU pero ellos aquí no.
La guerra comercial siempre es un fracaso. El proteccionismo no protege a nadie más que a los gobiernos que se presentan como solución a los problemas que ellos mismos han creado. Sin embargo, Trump es un negociador y ya ha explicado que hay decenas de países que se han mostrado dispuestos a llegar a acuerdos beneficiosos para todos.
El documento que publicó la administración Trump sobre barreras extranjeras al comercio 2025 (National Trade Estimate on Foreign Trade Barriers), detalla reclamaciones que son prácticamente idénticas a las que llevan pidiendo las empresas españolas desde hace años y que han reiterado en Wake Up, Spain. Es más, el propio ex-presidente del BCE, Mario Draghi, citaba al FMI en un artículo del Financial Times donde recordaba que los mayores aranceles a las empresas europeas los impone la misma Unión Europea. (“Forget the US, Europe has successfully put tariffs on itself).
Es más, los datos del FMI reflejan que la absurda regulación y trabas de la UE elevan los precios del sector servicios un 110% y los manufactureros un 45%. Además, la UE impone más aranceles a Estados Unidos en automóvil, maquinaria, ganadería, agricultura, química y decenas de productos.
La UE impone más aranceles a Estados Unidos en automóvil, maquinaria, ganadería, agricultura, química y decenas de productos
El jarrón de agua fría de Trump nos ha ayudado a que nos demos cuenta de las enormes trabas arancelarias y no arancelarias que impone una Unión Europea que habla de libre comercio desde el proteccionismo arancelario, regulatorio, fiscal y burocrático. Toca negociar.
Las empresas españolas están asfixiadas con costes absurdos, impuestos encadenados y trabas burocráticas que asolan a las europeas y estadounidenses también. Lo triste es que el plan del gobierno ante la petición de eliminar barreras, impuestos y regulaciones absurdas es que las empresas se endeuden con un programa sin espacio presupuestario alguno y hacer comités. Grupos de estudio. En fin… Cuerpo habla de buscar otros mercados, como si fuera fácil y como si otros van a aceptar nuestras barreras sin rechistar. Cualquier cosa menos eliminar los grilletes de los pies de las empresas.
El plan del gobierno es gastar en propaganda, que las empresas se endeuden y hacer comités, pero ni una línea sobre eliminar los impuestos confiscatorios, las trabas absurdas y la regulación asfixiante.
Los aranceles se negocian. Europa tiene una oportunidad de oro de abandonar el socialismo anti libertad de empresa que ha impregnado toda la maraña burocrática y regulatoria que ha condenado a nuestra Europa, llena de talento, al estancamiento.
Las empresas deben exigir al Gobierno menos propaganda y deuda, y negociación eliminando las trabas que nos asfixian a nosotros y a los estadounidenses. De no ser así, las empresas preferirán trasladar actividad a EEUU a la «protección» inexistente que les ofrece el sanchismo.
La guerra comercial es mala siempre. Los aranceles no son la solución óptima. Todos pierden, pero la UE y España tienen todas las de perder mucho más. Trump aceptará negociar lo que beneficie a las empresas del mundo, las suyas y las nuestras. Usar el chivo expiatorio de Trump como excusa para mantener o aumentar nuestras inaceptables barreras es hipócrita.