Se presenta un año 2016 complejo, en mi opinión. Hace meses que comento el escenario de bajos tipos de interés, bajo crecimiento y sobrecapacidad global. Ese entorno no se va a solucionar tirando de políticas de demanda.
La salida de capitales de mercados emergentes es una oportunidad para las economías desarrolladas y de crecimiento moderado. La Unión Europea se ha convertido en un refugio ante un escenario donde más del 40% del PIB de Latinoamérica está en recesión y casi el 30% del global en ralentización. No, 2016 no pinta como un año de crecimiento global del 3,5% sino inferior. Y eso no es malo siempre que tengamos en cuenta los grandes riesgos y no los intentemos cubrir con gasto superfluo.
Esa ralentización global tiene un gran protagonista, China, que sigue digiriendo el exceso de capacidad, que llega al 80% en cemento y 60% en fletes, y una deuda que se ha disparado al 230% del PIB. Pero no es el único país que tiene que digerir una década o más de enormes planes de estímulo que han dejado sobrecapacidad y deuda. Brasil e India se encuentran con problemas similares y yo sería muy cauteloso con India, que va camino de sufrir desequilibrios similares a otras víctimas del gasto “para crecer”.
Europa ha sido capaz de salir de la recesión creando superávit comercial y reduciendo déficit. Si añadimos la política expansiva del Banco Central Europeo, la combinación de seguridad, bajo riesgo y un crecimiento moderado hace del continente un refugio para la inversión, aunque no inmune a una desaceleración global.
Hace meses que comentamos aquí la desaceleración de EEUU y es muy probable que continúe durante 2016. Tras más de seiscientas bajadas de tipos y crear más de la mitad de la masa monetaria de su historia en los últimos siete años, el crecimiento esperado de 2015 se situará probablemente en el 2%, es decir, la mitad del crecimiento potencial. Japón, a golpe de estímulos, se encamina hacia la recesión de nuevo.
Me cuesta pensar que, aparte de rebotes técnicos, las materias primas reaccionen agresivamente al alza con China profundizando su “aterrizaje”. Cuando un país que supone entre el 12% y el 30% de la demanda de crudo o cobre reduce su crecimiento, no es que la demanda sea un problema, es que el que fija el precio marginal dispone de mucha mayor oferta. Y la oferta sigue creciendo.
No pensemos que vamos a contar con la fe en la política monetaria y los estímulos para cambiar esta tendencia. Un plan de estímulo inferior al 50% del de 2008 no va a hacer nada más que exacerbar el problema creado por los anteriores de deuda y sobrecapacidad.
La cifra de deuda corporativa que vence en los próximos cuatro años es otro riesgo que no debemos olvidar. Si miramos la cifra a nivel global, los vencimientos de bonos corporativos a 2020 alcanzan los diez billones de dólares. Un billón en 2016. El máximo se alcanzará en 2017, con 1,7 billones de vencimientos de deuda corporativa. La deuda de alto riesgo, que según S&P alcanza los $2,4 billones, supone un 25% de los vencimientos pendientes hasta 2020.
Según Deutsche Bank, la deuda pública de países desarrollados subirá de un 100% en 2015 al 107% en 2016 y al 133% del PIB en 2020. La deuda de mercados emergentes se espera que se mantenga estable alrededor del 40% del PIB, pero la capacidad de repago se ha desplomado a niveles de 2006 por la caída de las materias primas y del crecimiento económico.
Lo que ha demostrado el 2015 y se reflejará probablemente en 2016 es que los bancos centrales no imprimen crecimiento. De hecho, ante el más que decepcionante resultado de dichas políticas, con Japón al borde de la recesión, Europa creciendo un 50% por debajo de su potencial y las revisiones a la baja del crecimiento de EEUU como norma, algunos exigen más madera. Pero un problema de sobrecapacidad, alto endeudamiento y ralentización no se va a solventar con otro estímulo.
¿Cuáles son, por lo tanto, los grandes retos de España en 2016? Claramente seguir creciendo y exportando más, reducir los desequilibrios -la deuda pública en particular- y crear empleo.
Ya hemos demostrado que podemos conseguir esos objetivos en un entorno desfavorable. Nuestras exportaciones crecían y mejorábamos cuota de mercado a pesar de que nuestros principales socios comerciales se estancaban o entraban en recesión. Hemos reducido la balanza tecnológica a la mitad y cerramos 2015 con superávit comercial cuando hace cinco años el déficit comercial superaba un 9% del PIB. Hemos conseguido ser una de las economías que más empleo creaba de la OCDE y el endeudamiento total –privado y público- no ha aumentado. El reto de 2016 es conseguir lo mismo y crear medio millón de empleos.
España seguirá beneficiándose del entorno que mencionábamos más arriba como economía refugio… si no colgamos el cartel de “imposible invertir” que pretenden algunos con cambios de la constitución, normativos e impositivos radicales. No es un riesgo pequeño. España se enfrenta a un escenario donde puede crecer hasta el 2,5% y crear más de 500.000 empleos si se mantiene el impulso reformista y el aumento de la inversión financiera directa, o caer en el error de “incentivar la demanda interna” mientras pone más escollos y trabas al emprendimiento, lo que nos llevaría a perder hasta un 1% de crecimiento potencial y no crear empleo, a la vez que disparar el déficit. El empleo y el crecimiento solo va a mejorar si creamos miles de empresas y atraemos capital, apoyando a PYMEs y autónomos.
¿Cómo hacerlo en un entorno de ralentización global? Aprovechando nuestra ventaja competitiva en costes, infraestructura y clima empresarial, dando seguridad y atrayendo capital que busca salir de mercados de alto riesgo.
Reducir la deuda pública no va a ocurrir gastando más –parece obvio, pero en este país todavía hay gente que dice que se reduce la deuda gastando-, sino incrementando eficiencia y reduciendo gasto inútil. Ya explicamos aquí que la media de error (desviación estándar) en las estimaciones de ingresos en España ha sido de un 1% del PIB en el primer año, el 1,6% el segundo y el 1,8% el tercero. Un país donde en todos los años observados se ha producido una desviación real entre ingresos estimados y reales. Gastos muy reales, aumentos de déficit y estimaciones de ingresos optimistas que siempre termina en “subir los impuestos a todos” y cercenar el crecimiento potencial.
¿En qué podría cambiar el escenario planteado? Es difícil ver un impacto realmente positivo de ninguna política anti-cíclica, porque ya estamos sufriendo el efecto negativo de la saturación de deuda y exceso de gasto. Un esfuerzo consciente, como el que se llevó a cabo en los ‘80, de mejorar la renta disponible de familias y empresas es la única opción de afianzar la recuperación. Si volvemos a caer en el error de intentar suplir el efecto de la ralentización global gastando en elefantes blancos, caeremos en la misma trampa de 2007. Fiarlo todo al banco central y acrecentar el agujero de deuda. Aprendamos de los errores del pasado y afrontemos un año complejo desde nuestras fortalezas.