Entrevista en el canal NTN 24 Horas para toda Latinoamérica.
Un mensaje del presidente de EE.UU. teñía las bolsas de rojo. Lejos de llegar a un acuerdo que parecía inminente, Estados Unidos imponía nuevos aranceles de 200.000 millones de dólares a productos chinos.
La realidad es que China no ha hecho nada por avanzar en apertura y transparencia en estos meses. Los problemas de seguridad jurídica, propiedad intelectual y control de capitales no solo se mantienen, sino que han empeorado. China imponía nuevas restricciones a la retirada de dólares, casualmente, justo unos días antes del tuit del presidente de EE.UU. anunciando la reinserción de los aranceles retirados. China, además, se ha embarcado en un enorme estímulo monetario y fiscal sin mejorar la apertura de su economía, mientras sus cifras de crecimiento, balanza comercial y reservas de moneda extranjera reflejaban su debilidad.
De tal manera, el presidente de EE.UU. ha visto una oportunidad de forzar las negociaciones con una amenaza y acelerar medidas reales y de calado, no retrasos constantes como los vistos hasta ahora. Estados Unidos no lanza el órdago ahora por casualidad. Lo hace porque los datos económicos son mucho más sólidos que los de China, la UE y Japón y además la demanda de dólares y bonos del Tesoro norteamericano están al alza. Oportunidad de oro para obligar a China a llevar a cabo las reformas que se niega a implementar. Además, China no supone una amenaza para la deuda de EE.UU. La demanda interna de la misma supera a la demanda internacional y el país se financia a tipos más bajos que en el primer trimestre de 2018.
¿Por qué la caída de las bolsas?
Lo primero que debemos entender es que esa cifra de aranceles supone un porcentaje muy limitado del comercio global y, desde luego, no puede ser un catalizador para vender si ustedes pensaban que los resultados empresariales y el entorno macroeconómico son positivos. Si usted considera que el crecimiento y oportunidades de inversión eran atractivas hasta el viernes, no puede considerar que esos factores han cambiado drásticamente por unos aranceles que afectan a menos del 3% del comercio global, según la Organización Mundial del Comercio.
Efectivamente, el impacto de estos aranceles es insignificante. Estados Unidos es una economía que exporta muy poco, alrededor del 12% del PIB y los datos de empleo, crecimiento, beneficios empresariales y márgenes han mejorado desde que empezara la mal llamada guerra comercial. Porque esto es una negociación entre el mayor consumidor, EE.UU., y su mayor suministrador, China.
Sin embargo, el catalizador puede haber sido un mercado que ha subido demasiado y demasiado rápido mientras los datos de crecimiento de la eurozona y otros países empeoraban, y los resultados empresariales se presentaban pobres o como mínimo mediocres. Un mercado que había recuperado máximos de 2018 en la bolsa norteamericana impulsado por la vuelta de la liquidez y las inyecciones monetarias. De hecho, el gran factor que explica la recuperación de los mercados desde diciembre es el rebote en crecimiento de la masa monetaria global hasta casi 74 billones de dólares en marzo-abril de 2019. Desde entonces, tras los anuncios de la Reserva Federal, el BCE y el Banco Central de China, esa liquidez se ha moderado y, con ella, el optimismo bursátil.
Por lo tanto, los operadores de mercado parecen haber utilizado el catalizador de los aranceles para reconocer el exceso de optimismo y tomar beneficios.
¿Qué podemos esperar?
No podemos esperar una solución rápida y un titular que dispare los activos de riesgo. Es muy probable que la delegación china, que parece tener como instrucción “retrasar” y marear el acuerdo, anuncie algún tímido movimiento, pero los tiempos de los políticos y de los mercados son diferentes.
Es muy probable que tengamos un acuerdo a medio plazo, pero seguimos recordando que dicho acuerdo no va a ser un factor de cambio de tendencia macroeconómico. La desaceleración de las economías más débiles no viene por supuestas e inexistentes guerras comerciales, sino por exceso de deuda, estímulos y sobrecapacidad. Hemos «zombificado» las economías más relevantes con el espejismo monetario y eso perpetúa, no arregla, los desequilibrios.
La oportunidad de esta corrección se genera precisamente al entender la realidad de lo poco relevante que es el altercado arancelario para la economía global, igual que lo iba a ser el supuesto acuerdo. Tenemos que prestar atención a las oportunidades que se presentan en empresas que han batido al consenso en resultados, que recompran acciones y pagan dividendos sin endeudarse o diluir al accionista. El empeoramiento de las expectativas de crecimiento de China, la UE o algunos emergentes no tiene nada que ver con la guerra comercial, sino con la tendencia ya creada hace años por perpetuar desequilibrios e inflar el PIB vía elefantes blancos.
No nos dejemos llevar por catalizadores falsos, ni por la parte optimista —un acuerdo imposible— ni la pesimista —unos aranceles que tienen muy poco impacto—.