Cada vez que ustedes oigan que las crisis son culpa de falta de regulación, pregúntense por qué hoy, ocho años después del cénit de la crisis, algunos gobiernos europeos se niegan a que se saneen los bancos.
Por un lado, el Banco Central Europeo quiere introducir un cambio normativo que obligaría a los bancos a provisionar el 100% de los créditos no garantizados en un plazo de dos años una vez que sean clasificados como improductivos. Por otro lado, los estados cuestionan que sea una competencia del BCE y los servicios jurídicos del Parlamento Europeo sugieren que el banco central se excede en sus competencias.
Pero la pregunta es ¿cómo puede ser que los estados y políticos europeos pongan trabas a la limpieza y saneamiento de los balances de los bancos? ¿No se pasan el día diciendo que la banca está totalmente saneada y que son muy estrictos a la hora de evitar riesgos que nos lleven a otra crisis?
Hay varias cosas que aclarar. Los estados no quieren que los bancos se vean obligados a llevar a cabo las provisiones necesarias para limpiar sus balances porque quieren que el crédito siga aumentando a toda costa. Y fundamentalmente porque el principal beneficiario del aumento de crédito es precisamente el sector público. Luego, cuando saltan las crisis les dicen a ustedes que el problema es la falta de regulación. Pues bien, tenemos ante nosotros un caso –otro de tantos- en los que los gobiernos europeos intentan impedir una regulación que solucione problemas estructurales.
¿De qué cantidad hablamos? Según datos del Parlamento Europeo, la banca europea todavía acumula más de un billón de euros de préstamos de difícil cobro. Cualquier análisis medianamente conservador llega a la conclusión de que una gran parte de los mismos no son difíciles, sino imposibles de cobrar. Para que se hagan ustedes una idea, la capitalización del índice MSCI Europe Banks Index es de aproximadamente un billón de euros.
Préstamos zombis
Esa cantidad de préstamos zombis supone casi el 5,1% del total, con un nivel de cobertura del 45%, es decir, la capacidad de cubrir pérdidas potenciales con provisiones y beneficios.
El gran problema de la Unión Europea es que casi nadie llevó a cabo un ejercicio de transparencia y saneamiento como el que llevó a cabo España, y prácticamente nadie quiso poner en marcha una reforma financiera de enorme calado como la de nuestro país, que fue uno de los elementos esenciales para desbloquear la economía y recuperar la confianza. Muchos otros países prefirieron cerrar los ojos, aguantar la respiración y esperar que la recuperación y la política monetaria cubrieran riesgos estructurales en sus sistemas financieros antes que destapar sus problemas.
No se ha hecho por casualidad. Ha sido una decisión política de dejar de preocuparse por sanear los bancos y algunos países, fundamentalmente Italia, que acumula más de 276.000 millones de euros de préstamos de alto riesgo, han liderado la presión a un banco central que ve, con frustración, que la cifra de préstamos incobrables no se limpia.
¿Qué esperan algunos gobiernos que pase? Agarrados al “a largo plazo todo sube” y “si esperamos se arregla”, creen que ese problema se solucionará poco a poco. Ese mismo poco a poco, “ahora no es momento” y “cuando los mercados suban” que ha llevado a tantas empresas y entidades a agotar sus plazos y terminar cerrando.
Pero existen otras razones importantes. Provisionar y eliminar muchos de esos préstamos de difícil –imposible- cobro desvelarían la concesión generalizada de crédito por imperativo político y por presiones estatales. Y, en varios países, llevaría a destruir el argumento falaz que culpa de los problemas de Europa a una malvada banca como si estuviera desligada del sector público y el poder político. No es fácil para muchos que se presentan como anti-sistema financiero mientras piden más crédito y más deuda.
Esa cantidad de préstamos de difícil cobro no puede enquistarse. No tomar medidas difíciles porque pueden sufrir las acciones o dar mala imagen es una sandez. Los problemas deben solucionarse precisamente ahora, que las perspectivas de crecimiento y de mejora de resultados de las entidades financieras permiten eliminar ese enorme tapón. Pero claro, es mejor vanagloriarse de que los bancos de tu país dan resultados fantásticos y decir que están totalmente saneados en vez de utilizar un periodo expansivo para atajar problemas que pueden convertirse en sistémicos a futuro.
Error de la estrategia «a la japonesa»
¿Y qué más da que no se limpien? Muchos dicen que lo único que hay que hacer es una estrategia “a la japonesa” y dejar esos préstamos morir con impactos limitados en los beneficios de la banca en un periodo más largo, mientras se fortalece la economía y se mejora la rentabilidad del sistema financiero. Pero es un craso error, como demuestra precisamente el ejemplo japonés. Solo ‘zombifica’ la economía y mantiene a las entidades financieras perpetuando esos desequilibrios y, en el peor de los casos, aumentándolos porque se hacen más préstamos de cuestionable rentabilidad económica real.
Y es que éste es uno de los problemas de incentivos perversos que genera la política monetaria mal llamada “expansiva”, como explico en La Gran Trampa(Deusto). Que se usa para disfrazar desequilibrios estructurales y riesgos muy relevantes para dar la patada hacia delante. Y cuando estalla, se propone… repetir. Mario Draghi no puede permitir que esta presión fructifique. Por el bien de todos los ciudadanos y los depositantes.
Que el riesgo de los préstamos de difícil cobro no se haya cercenado en los últimos dos años, a pesar de casi dos billones de recompras del BCE, ya es una señal evidente de alarma. Que haya gobiernos que presionen para que se retrase más o simplemente no se sanee, es aterrador.
Pensar que sanear la banca reducirá la capacidad de crecimiento de Europa demuestra lo poco que hemos aprendido de la crisis. Defender que crezca el crédito a toda costa aunque se generen riesgos evidentes demuestra que muchos, en realidad, lo que desean es repetir los errores de 2003-2007. Ya lo pagará otro.