SunEdison, Sungevity, Suniva, Beamreach, Verengo Solar… y, ahora, otro gigante, Solarworld. El caso de Suniva es alucinante. Anunció su quiebra justo después de recibir millones en subvenciones.
Las quiebras en el sector solar ya superan en activos a todas las de empresas ineficientes carboneras y de fracking juntas. Lo interesante es que esta batería de quiebras, que acumula más de 120 cadáveres de grandes empresas en todo el mundo es autoinfligida.
No es por falta de crecimiento. Las instalaciones solares fotovoltaicas se dispararon un 50% en 2016, con instalaciones anuales creciendo en 76 GW. ¿Conocen la famosa maldición que dice “si corres te duele, si andas, te duele más y si te paras, te mueres”? Eso, queridos amigos, es lo que le pasa a gran parte del sector solar.
Un sector que saca pecho de lo mucho que han bajado los costes y lo competitivo que es, y que a la vez echa la culpa del dominó de quiebras… a los precios bajos. Una enorme caída generada por el exceso de capacidad -superior al 40% a pesar del crecimiento exponencial- y, con ello, la necesidad de los operadores de generar caja y vender a menor precio. La maldición del sector ha sido su propio crecimiento.
Muerte por capital circulante. Enormes planes de expansión y nueva capacidad para atender una demanda que ha crecido exponencialmente, pero ni de lejos al ritmo de la capacidad productiva. Dinero barato y jugosas subvenciones justificaban la patada hacia delante de un modelo de negocio que distaba mucho de ser un modelo energético, sino constructor-promotor. Endeudado, dependiente de subvenciones e incapaz de absorber sobrecapacidad y competir con sus propias bajadas de precios.
Con los costes cayendo, muchas empresas son inviables económicamente y si se revirtiera la caída de precios, también.Si subieran los precios de los paneles para acabar con la sangría de quiebras, el mantra de que la solar es competitiva con otras energías desaparecía en un minuto. Cualquiera de las empresas mencionadas en el primer párrafo hubiera necesitado aumentos de precios en sus productos cercanos al 50% solo para dejar de quemar caja, ni siquiera ganar dinero. Lo explicamos aquí, el que nace por burbuja, muere por burbujero.
Los eficientes sobrevivirán y se los merendarán. Como ha ocurrido toda la vida en el sector energético. No achaquemos a falta de compromiso medioambiental lo que es un evidente error de endeudamiento y de fraude escondiendo deuda fuera del balance y dando estimaciones optimistas para “inflar” la acción.
El problema es que en una parte importante del sector solar aún piensan que el problema es que no se les “apoya” lo suficiente o que se tiene que apartar por ley a otro y sostener su negocio por un bien superior mientras acaparan subvenciones.Y no funciona. La prueba de que no es un problema de apoyo ni de crecimiento, es que la lista de quiebras avanza tras reestructuraciones de deuda, ampliaciones de capital, reducciones de tipos de interés, masivas inyecciones de liquidez, y crecimientos espectaculares.
Si una empresa solar quiebra en un entorno de enormes subvenciones, crecimiento espectacular, bajos tipos de interés y alta liquidez no es que cometa errores, es que es una bomba a punto de estallar.
Por eso quebrarán más ante crecimientos mayores. Porque se perpetúa el modelo incorrecto de sobrecapacidad, alta deuda, dependencia de subvenciones e ineficiencia.Y eso no es atacar a la tecnología. Confundir tecnología y compromiso medioambiental con modelos de negocio endeudados e ineficientes es muy burbujero, pero es falaz.Mientras el eólico y parte del solar funciona con modelo energético industrial, en el subsector solar aún perdura en gran parte el modelo constructor-promotor, y eso no lo soluciona una cumbre del clima o 50GW más de instalaciones anuales.
Pongamos en valor a los eficientes, que los hay. Mientras el sector solar se lanzaba a negar la realidad y aguantar la respiración hasta que pasase la tormenta, lanzándose a la quiebra, otras han aprendido a gestionar un modelo realista, en parte gracias a fondos de capital riesgo y empresas externas que han comprado lo que quedaba del desastre creado por unos ingenieros que ignoraban el capital circulante y el nivel de endeudamiento.
La cordura empieza a implantarse con modelos energéticos industriales, que utilizan menos de la mitad de deuda y gestionan los inventarios como empresarios, no como burbujeros con síndrome de Diógenes. Pero el problema es el mismo, si los costes siguen bajando por competencia, las empresas ineficientes seguirán quebrando, y si suben, no serán competitivas. La alternativa del diablo.
Las tecnologías disruptivas no pueden basarse en modelos inflacionistas, porque su propio desarrollo ataca la inflación de precios -de la electricidad, de activos- y, por lo tanto, no se puede apalancar como si fuese un activo de rentabilidad garantizada creciente.
Una tecnología disruptiva solo puede triunfar si entiende su función. Abaratar costes y reducir la intensidad de utilización de su actividad (energía en este caso). Si se basa el sector en un modelo constructor-promotor endeudado, pierde su condición de innovación y competitividad para convertirse en un modelo rentista, precisamente lo que critican de las empresas incumbentes.
Hay vida en el sector solar, y mucha. Pero si mueren sus empresas, no será culpa de otros, sino de ellos mismos.