Publicado en Expansión el 23 de junio de 2018.
El problema fundamental de la reunión de la OPEP es la división entre Irán y los dos mayores productores, Arabia Saudí y Rusia. Por un lado, Irán, que no solo no quiere continuar aumentando la producción, sino que se encuentra con el riesgo de las sanciones a las exportaciones. Por otro, Arabia Saudí y Rusia son los que tienen menos coste de producción y los que más tienen que ganar si aumentan sus ventas. Además, el aumento de la producción es una buena arma política para Arabia Saudí, porque demuestra que su objetivo no es dañar a la economía mundial ni a sus clientes, sino volver a una posición de normalidad en el mercado. Con ello, se encumbra como el Banco Central del petróleo.
En cambio, pierden Irán, Venezuela, Ecuador y otros países que tienen problemas de producción por cuestiones técnicas y por el enfrentamiento que mantienen con Estados
Unidos por ideología.
El compromiso queda en línea con los 600.000-650.000 barriles al día que esperaba el
consenso de analistas. Se acuerda una cifra de 32 millones de barriles al día pero el incremento real no será de un millón sino más bien los mencionados 650.000. Esta cifra, en un momento en el que los inventarios de crudo están en línea con la media de los últimos cinco años, alivia la presión inflacionista y elimina el riesgo de que la Administración estadounidense tome medidas políticas con los países de la OPEP. Hay que recordar que Trump ya había alertado a la OPEP de que no podía seguir inflando los precios artificialmente.
Además de mostrar una fuerte tensión entre dos partes, la cumbre de
la OPEP también señala que el cártel tiene mucho menos control del mercado de lo que les
gustaría. El hecho de que el precio solo haya llegado hasta los 80 dólares (frente a los 100-130 dólares de hace unos años) indica que la capacidad para volver a un precio de 100 dólares por barril, a la que apuntaban algunos analistas, es muy baja.
Lo que estos recortes han conseguido es hacer el mayor regalo al fracking de la historia. La
producción de petróleo en Estados Unidos ya supera los 10 millones de barriles al día y las
empresas se han se ha fortalecido financieramente. Por eso, la curva a largo plazo del mercado del petróleo ya indicaba una moderación de hasta 15 dólares por barril en los próximos años.
Era muy evidente que la razón por la que se disparaban los precios en el corto plazo era la
limitación de la oferta de la OPEP y el riesgo político en Irán; ahora parece más razonable que el precio del petróleo indique valores más cercanos a los fundamentales. De hecho, la posibilidad de alcanzar los precios de 2014 es inconsistente con la situación de la oferta, la demanda y los inventarios.
El reto a partir de ahora para la OPEP y para los productores de petróleo no es buscar una
inflación artificial de precios, sino mejorar la eficiencia. La OPEP no puede parar las tecnologías disruptivas, como el coche eléctrico, y tienen que dejar de pensar en el precio del petróleo como algo absoluto, sino perseguir la eficiencia de costes y la diversificación de la economía. El gran problema de la OPEP es que cuando los precios subían se acostumbraban a una renta petrolera injustificada y cuando bajaban se enfrentaban a un déficit enorme y a unas subvenciones insostenibles. La alternativa del diablo de la OPEP es que no puede frenar el declive de su influencia y, a la vez, tiene que aprovechar los momentos de bajos tipos de interés, elevadas inversiones en países emergentes y subida de rentas petroleras para diversificar su economía y salir de la maldición del petroestado: países que son en apariencia muy ricos pero en realidad muy pobres.
Ahora hay que pensar que en el periodo de manipulación de precios como un fracaso y pensar en el futuro.