No Caigamos En El Espejismo De “Los Brotes Verdes”
El desplome de la economía española no tiene precedentes. Según mostraba el Banco de España, en solo dos semanas de marzo la economía habría caído un 33%, comparado con países de nuestro entorno que caían menos de un tercio de esa cifra. Según las estimaciones de la OCDE, la economía española será la que más caiga del grupo y una de las que más sufra del mundo, y además con un más desempleo. No es, por lo tanto, una crisis “simétrica” como repite constantemente el gobierno ni es un problema de exposición al turismo, ya que Grecia, Portugal y otras economías del mundo con una importante aportación del turismo al PIB sufrirían una recesión mucho menos dramática. Si atendemos a las estimaciones de Bloomberg, el PIB de España podría caer un 22% en el segundo trimestre de 2020.
Bolsas y prima de riesgo no reflejan ese riesgo, pero los mercados están inflados artificialmente por los bancos centrales. Los principales bancos centrales han aumentado su balance hasta 20 billones de dólares y el del Banco Central Europeo supone ya el 47% del PIB de la eurozona, diez puntos más que el de la Reserva Federal. Adicionalmente, los estados han anunciado enormes medidas de apoyo a la economía, centradas en grandes accesos a préstamos y aumento de gasto público. El impulso monetario y fiscal de la eurozona supone casi el 10% del PIB.
Los datos de abril serán tan desoladores que los de mayo y junio relanzarán los mensajes gubernamentales de “fuerte recuperación”. Debemos evitar caer en el espejismo de los brotes verdes. Es normal que, tras el cierre forzoso de la economía, los datos de los meses siguientes parezcan positivos. Sin embargo, se trata del efecto base. Por ejemplo, las matriculaciones de vehículos en mayo aumentaron un 684% con respecto a abril. Sigue siendo una caída del 70,6% con respecto al año pasado. La desescalada ha ayudado en la segunda semana de junio al crecimiento de las compras presenciales con tarjetas de crédito y débito españolas, hasta el 3% interanual. Aún supone una caída del gasto total de entre un 5% y 10% en el año, según BBVA.
Hay muchos factores para ser cautelosos ante un rebote técnico y de efecto base.
Un rebote no es una recuperación, ni mucho menos un cambio de tendencia. No podemos olvidar que la economía de la eurozona y de España ya estaban en ralentización evidente en 2019.
El gobierno intenta vender que la Unión Europea nos va a regar de dinero gratis, sin condiciones y que eso evitará ajustes. Es simplemente falso. Según JP Morgan, en 2021 Italia y España no recibirían más de 5.000 millones de euros, todos con condicionalidad. En 2022 serían 22.000 millones y sujetos a proyectos serios y condicionalidad. Es decir, una cantidad muy inferior a los 115.000 millones de euros de déficit que vamos a acumular solo en 2020. Incluso contando con esas ayudas, el impacto es muy bajo. Debemos recordar el Plan de Crecimiento y Empleo de la UE de 2009. Se inyectó un 1,5% del PIB de la eurozona con bajísimo impacto. Lo mismo ocurrió con el plan verde alemán, Energiewende, de efecto en crecimiento imperceptible, o con el Plan Juncker, que movilizó casi 340.000 millones de euros sin evitar el estancamiento de la eurozona. También recordamos los más de 150.000 millones de euros en avales otorgados por el ICO en 2009-2011, más de un 80% fueron préstamos fallidos.
Más razones para la cautela. Como explicaba Morgan Stanley, la recuperación de China está siendo menos robusta de lo esperado, y en general con un comportamiento heterogéneo. Lo mismo ocurre con la recuperación de empleo en Estados Unidos, una economía mucho más dinámica que la española.
Que el Banco Central Europeo ni es una novedad ni mucho menos una panacea, como ha demostrado la ralentización europea en los últimos años. Recordemos que, en contra del mensaje que se ha vendido tras la crisis, el BCE bajó tipos del 5% al 1,5% y era el mayor comprador de deuda española en 2011. Abusar del balance de los bancos para repartir enormes préstamos a empresas en dificultades y apalancar la economía a una recuperación rápida también nos debería recordar el riesgo de crear una crisis financiera en 2021 por exceso de “estímulos” apalancados.
Debemos evitar embriagarnos por los cantos de sirena del aparente dinero gratis, que no existe, y del inexistente efecto mágico multiplicador de unos planes de estímulo que han demostrado ser más que decepcionantes en el pasado. No significa que tengamos que rechazarlos, sino que no los veamos como garantía de crecimiento. Necesitamos reformas estructurales que generen competitividad y atractivo inversor.
Tenemos importantes escollos a la hora de recuperarnos. Unos costes laborales disparados tras aumentar los impuestos al trabajo escondidos bajo el salario mínimo interprofesional (un salario de 950 euros netos mensuales en España le cuesta al empleador más de 1.450 euros), el más que probable efecto desincentivador del empleo del mal llamado ingreso mínimo vital y la percepción de riesgo inversor que supone estar escuchando constantemente, por parte de miembros del gobierno, amenazas de cambios drásticos en la legislación, la propiedad y la seguridad jurídica.
La inversión que puede llegar a nuestro país se encuentra con un nuevo escollo burocrático escondido en las limitaciones impuestas desde el gobierno a la inversión extranjera. España ha salido de otras crisis gracias al impulso de dicha inversión y la exportación. Ambos potenciales han sido erosionados recientemente, y las llamadas a una ridícula autarquía, a tasas penalizando a empresas por su nacionalidad y a constantes aumentos de impuestos nos sitúan en desventaja con respecto a otros países.
No caigamos en la trampa de los “brotes verdes”, porque el otoño se presenta difícil. El gobierno debe garantizar seguridad jurídica, fiscal e inversora para atraer inversión a largo plazo. Si no, los rebotes de junio se convertirán en antesala de una crisis más profunda.
Es para no creer. Con la que está cayendo y la que va a caer, el gobierno tocando el violón. Me gustaría saber si se les puede pedir daños y perjuicios.
Aun no he escuchado a ningún partido político, que habrá que recortar el gasto público . Parece que los del cacareado estado de bienestar -con la rémora de los 3 o 4 millones de parados, desde » in hilo témpore»-, no tienen intención de hacer nada para adaptarnos a la nueva realidad: perdida del 15 o 20 % del PIB. A los improductivos anteriores habrá que añadirles los que produzca esta crisis.
¡Todos esperando los créditos gratis, de no devolver! ¡Que risión!
-Para llorar