Según el FMI el apoyo fiscal a nivel global como respuesta a la crisis será de unos 9 billones de dólares, aproximadamente un 12% del PIB mundial. En el año 2020, las expectativas de caída del PIB ya alcanzan el 5,5%. El enorme aumento de gasto público y la caída del PIB llevarán a un endeudamiento global de los gobiernos cercano al 105%. El sector privado también aumentará su endeudamiento en 7 billones de dólares, elevando la deuda de empresas y familias a nivel mundial al 173% del PIB.
Entre deuda gubernamental y privada, estamos hablando de 200 billones de deuda, un aumento de la deuda total mundial sobre PIB del 35%, muy superior al 20% a lo que subió la deuda tras la crisis de 2008, y en un solo año.
Todo ese brutal aumento de deuda no va a impedir que las economías caigan de manera relevante ni tampoco evitan que se hayan destruido 400 millones de puestos de trabajo a tiempo completo, según la Organización mundial del Trabajo. La inmensa mayoría de esa deuda se ha creado para sostener gasto público de bonanza y el balance de “campeones nacionales”, empresas que ya estaban en problemas en 2018 y 2019, las llamadas empresas zombi. Según el Bank Of International Settlements, el porcentaje de empresas zombi -aquellas que no pueden cubrir sus intereses de deuda con beneficios operativos- se ha disparado en el periodo de los estímulos gigantes y los tipos reales negativos… Y se disparará de nuevo.
La deuda ni es gratis ni es irrelevante, como nos quieren hacer creer los intervencionistas. Más deuda significa menor crecimiento, una salida de la crisis más lenta, con menor aumento de la productividad y recuperación lenta del empleo. El argumento de que “hubiera sido peor” y que “no se podía haber hecho otra cosa” es fácilmente rebatible: Los países que menos caerán en 2020, antes se recuperarán y con menor desempleo son los que han mantenido el trinomio de contención del gasto, preservar la economía y asegurar la salud intacto. Desde Corea del Sur, Taiwan, Singapur, Suiza, hasta Irlanda, Luxemburgo, Holanda o Austria, muchos países muestran que no hace falta cubrir con enormes desequilibrios la economía para garantizar la salud.
Es importante recordar estas cifras de enorme endeudamiento porque la desconexión entre mercados financieros y economía real es muy importante. Primero, esos enormes -y mal llamados- estímulos probablemente sean demasiado grandes, demasiado pronto y claramente orientados a sostener sectores de baja productividad. Todo ello está soportado por una política monetaria que ha pasado de ser expansiva a ser desquiciada.
El balance del Banco Central Europeo ha aumentado en casi dos billones de euros en lo que va de año, y ya es más del 52% del PIB de la eurozona a cierre de este artículo, mucho mayor que el de la Reserva Federal, que se sitúa en el 32,6% del PIB de EEUU o el del Banco de Inglaterra, un 31,1%. Sí, el de Japón ya supone un 117% del PIB y ya sabemos cómo está Japón. El consumo se ha desplomado en mayo y el país lleva dos décadas de estancamiento con una deuda que superará el 260% del PIB. Copiar a Japón es la receta del estancamiento secular.
Ese enorme aumento del balance de los bancos centrales para mantener artificialmente baja la prima de riesgo y los tipos exigidos de países al borde de la quiebra o con grandes dificultades, ha disparado las bolsas a pesar de que el 80% de las empresas cotizadas han abandonado sus objetivos de beneficios empresariales y los analistas están reduciendo estimaciones para 2020, 2021 y 2022 a la mayor velocidad de la última década, según JP Morgan y Bank of America.
Esa enorme actividad de los bancos centrales lleva a una desconexión entre economía real y bolsas sin precedentes. La expansión de múltiplos se acelera porque dichos bancos centrales, al hacer los bonos soberanos -aparentemente el activo más seguro- mucho más caros llevan a que las bolsas se encarezcan rápidamente al lanzar a los inversores a tomar más riesgo. Y al hacer los bonos soberanos prohibitivamente caros, ocurren dos cosas peligrosas: Los estados se creen que las bajas primas de riesgo son por su excelente gestión -error- y los inversores tomamos mucho más riesgo del que pensamos que incorporamos a las carteras. Todo ello suena muy bien mientras la burbuja se expande y el efecto placebo funcione… Pero si los datos macro y el empleo no empiezan a recuperarse mucho más rápido de lo que estamos viendo, el susto puede ser más que importante cuando se deje de producir el efecto inflacionista en los activos de riesgo. Mientras tanto, más madera. Cuando descarrile el tren, nos dirán que hacen falta más estímulos.
No entiendo nada. ¿Esto es una carrera sin sentido contra el muro hasta el trompazo final?¿O es una carrera hacia el estancamiento a la japonesa? ¿O está subyacente aquello de «esto no lo va a pagar nadie» así que qué más da? Si el BCE compra la deuda de los países, o de algunos países más que otros, a base de fabricar billetes (es un decir) ¿qué pretenden? ¿Inflación extrema? ¿Canjear 1000 euros antiguos por uno nuevo, como los franceses con De Gaulle? ¿O simplemente es «el que venga detrás que arree»? ¿O que se hunda el mundo pero sobreviva el Estado? Si es esto, más vale que nos cambiásemos el nombre a Unión de Repúblicas Socialistas Europeas, porque cada vez se parece más a esto.