Whatever happened to pay your price?
Derek William Dick
La ministra Teresa Ribera ha afirmado en el Financial Times que hay que reformar el sistema de mercado en la electricidad porque no refleja los costes reales. Es curioso. Es la enésima vez que los políticos disparan el precio de la luz y que, ante el fracaso de sus medidas, echan la culpa al mercado, cuando es lo único que ha funcionado.
El sistema de precios marginalista se critica siempre que sube la luz, pero nunca se habla de él cuando baja ni de las razones reales de que alcance máximos.
Primero, debemos recordar que todos los países de la Unión Europea (UE) tienen sistemas marginalistas porque de ellos sale beneficiado el consumidor y porque generan las señales de precio adecuadas que permiten inversiones multimillonarias.
El sistema marginalista garantiza que haya una señal de precio clara que mantenga la inversión en tecnologías nacientes y desarrolladas
¿Qué es el sistema marginalista? El que por un lado ordena la demanda y por el otro, la oferta. Ambos se casan y el punto de corte establece el precio al que se paga a todo el mundo. Las tecnologías ofertan de acuerdo con su capacidad y con el sistema marginalista se genera una señal de precio que evita algo que conocíamos demasiado hace unas décadas: los apagones.
Es decir, el sistema marginalista garantiza que haya una señal de precio clara que mantenga la inversión en tecnologías nacientes y desarrolladas. Un sistema de precios intervenidos como el atroz marco regulatorio estable no era más que un desincentivo a la inversión en el que se sucedían los apagones.
“Pagar sardinas a precio de langosta”. Esta es la primera falacia cuando se habla del mercado marginalista. No es así. Es pagar para que haya sardinas para todos, que es muy diferente.
Cuando se habla de pagar sardinas a precio de langosta nos quieren vender la falacia de que las renovables son muy baratas y que la nuclear y la hidráulica no tienen coste y se forran por el sistema marginalista. Las renovables no ofertan a cero. O se llevan una remuneración adecuada vía subvenciones (coste fijo del sistema) o vía fijación de precio ligado a la combinación de gas natural, carbón, nuclear, hidráulica y el precio del CO2.
La única razón por la que nos dicen que las renovables cuestan cero, que es una falacia, es porque se ignoran los costes fijos que incorporan en la tarifa
Es decir, si mañana tuviéramos un sistema 100% renovable, el precio del poolsería muy similar porque la tecnología de respaldo (el gas natural) y el aumento del precio del CO2 se reflejarían igual en el precio de la electricidad. Al incorporar un sistema más volátil e intermitente (con más renovables), se necesita mayor respaldo de gas natural para acometer los picos de demanda. O apagones o más precio.
La única razón por la que nos dicen que las renovables cuestan cero, que es una falacia, es porque se ignoran los costes fijos que incorporan en la tarifa (más gasto en redes, primas) y porque nos engañan diciendo que las que participan en el pool no aplican el mismo precio que el resto.
Además, nos intentan engañar al obviar una parte esencial de la volatilidad del precio del pool. Por ley, las renovables entran por obligación con toda su oferta, sea la que sea. Por eso el pool va desde cero y precios bajísimos a precios altísimos. Se han establecido mecanismos distorsionadores que generan enormes picos y valles de precios. Los primeros generan grandes titulares. Los segundos, no.
Los gobiernos de Europa han establecido un esquema de precios del CO2 que dispara el precio de la luz por diseño político, no por fallos de mercado
El sistema de precios está enormemente intervenido por diseño gubernamental y no refleja la realidad de mercado.
Por un lado, una tecnología entra en la oferta con todo lo que produce y con prioridad sobre todas las demás. Eso hace al sistema mucho más volátil e impredecible. Esto es una decisión gubernamental para promover las energías renovables, no “un fallo de mercado”.
Por otro lado, los gobiernos de Europa han establecido un esquema de precios del CO2 que dispara el precio de la luz por diseño político, no (de nuevo) por “fallos de mercado”. El precio del CO2 se dispara porque los gobiernos han limitado los permisos que venden a la vez que se dispara la demanda.
El Gobierno español recaudará 2.300 millones de euros por venta de permisos de emisión de CO2 en 2021. Eso tampoco es un “fallo de mercado”. Es una decisión política para dar una señal de precio que penalice a las tecnologías contaminadoras (más coste) y que, lo más importante, premie a las no contaminadoras. Los gobiernos buscaban una señal de precio que acelerase la transición energética sabiendo que dispararía los costes para los consumidores.
La Comisión Europea ha instado a los gobiernos a utilizar esa recaudación extra por venta de derechos de emisión de CO2 para rebajar la tarifa a los consumidores más desfavorecidos
Lo que los gobiernos no pueden hacer es lucrarse por la subida del CO2 vía recaudación y luego echarles la culpa a las empresas de unos inexistentes beneficios caídos del cielo. Beneficios caídos del cielo son los que tiene el Gobierno, que recaudará más de 11.000 millones de euros por los impuestos de la tarifa eléctrica en 2021.
La Comisión Europea ha instado a los gobiernos a utilizar esa recaudación extra por venta de derechos de emisión de CO2 para rebajar la tarifa a los consumidores más desfavorecidos, pero la recomendación ha caído en oídos sordos. Recaudar es demasiado atractivo. Es más fácil culpar a las empresas.
Si, como dice la ministra Ribera en el Financial times, se corre el peligro de que los ciudadanos adopten una actitud negativa ante las medidas regulatorias para combatir el cambio climático, lo primero que debería hacer es no intervenir el mercado más intervenido de todos,eliminar la volatilidad impuesta en el pool por prioridad obligatoria, fortalecer los incentivos para hacer contratos bilaterales con los consumidores, como hacen las empresas, y revertir los ingresos estatales por precios del CO2 a los consumidores.
También puede reducir los impuestos que pueblan la tarifa y dejar que la inversión reduzca la volatilidad del sistema. Una volatilidad creada por diseño político al primar tecnologías intermitentes y volátiles sobre tecnologías estables.
El mercado marginalista ha sido aprobado en la UE y se ha elegido el modelo más eficiente para el mercado interior de la electricidad, que aplica a todos los países de la UE.
Recientemente, la comisaria de Energía Kadri Simson respondió en el Parlamento Europeo a un parlamentario español que proponía la intervención de precios del mercado mayorista que la minitación de los precios mayoristas es contraria al diseño del mercado eléctrico de la Unión Europea.
En toda la UE, el mercado eléctrico marginalista es de ajuste entre generadores/comercializadores, donde se compran los faltantes y se venden los excedentes respecto de la energía comprometida en los contratos con los clientes.
La práctica totalidad de los clientes y de la demanda tienen precio fijo o indexado a futuros, por lo que los vaivenes del mercado los sufren sólo los generadores y comercializadores.
La excepción es España, que envía a los clientes de la tarifa regulada PVPC a sufrir la volatilidad del mercado. EL PVPC sólo representa el 12% de la energía nacional y a diez millones de clientes domésticos, y el precio de la electricidad en el mercado sólo representa el 30% del coste final de la factura.
Durante estos últimos años de precios bajos, el Gobierno se creía el más listo de la UE. Ahora, con la crisis del gas, el precio en el mercado ha subido y su estrategia única de enviar a los clientes a la volatilidad del mercado ha quedado en evidencia.
Ante la misma situación de precios en toda la UE, solo España interviene
Esto ha generado alarma social y mediática. La respuesta del Gobierno es intervenir el mercado en vez de indexar la tarifa PVPC a mercados de futuro para evitar variaciones en los precios (como hacen aquellos países que tienen tarifa regulada).
Ante la misma situación de precios en toda la UE, sólo España interviene. Todos necesitamos grandes inversiones para la transición y los demás países mantienen en estos momentos su seguridad jurídica, mientras España se desmarca. Esto incrementa el riesgo regulatorio del país.
El problema de los políticos es que no creen en el mercado por una sencilla razón: lo intervienen hasta la saciedad y cuando no funciona, echan la culpa del desastre al inexistente mercado. Para el político, el problema del intervencionismo en el mercado eléctrico es que este no se intervino lo suficiente.
La luz es cara por diseño, no por casualidad. Es un sistema más volátil, con más impuestos y más cargas estatales que nunca y en el que, encima, el que contamina paga y el que no contamina, paga más. Es una aberración intervencionista que no se va a solucionar con más parches intervencionistas.
La falacia de los beneficios caídos del cielo está más que desmontada. Es falso que la nuclear, la eólica y la hidráulica se forren
No olvidemos que, en la tarifa, el único que ni invierte ni crea empleo en el sistema eléctrico es el que más se lucra: el Estado.
La falacia de los beneficios caídos del cielo está más que desmontada, tal y como pueden leer en este artículo. Es falso que la nuclear, la eólica y la hidráulica se forren. La nuclear tiene más de un 60% de impuestos y las centrales nucleares están en pérdidas desde hace años por ese exceso impositivo que es, además, más del doble que en Francia. La hidráulica tiene un 25% de impuestos. Es falso que no tengan costes o que estén totalmente amortizadas.
Quedan miles de millones de euros sin amortizar (5.500 sólo en nuclear) y los costes variables y fijos de operación son muy altos. Cualquier analista internacional sabe que las eléctricas no generan rentabilidad por encima de su coste de capital en España por el hachazo impositivo, y que generan la mayoría de sus beneficios fuera del país.
Lo más importante del sistema marginalista es que genera las señales de precio que incentivan las inversiones multimillonarias necesarias para garantizar el suministro y que, si se deja que funcione como un mercado real, sin privilegios de entrada ni impuestos escondidos como el del CO2, beneficia a los consumidores.
No hay garantía de suministro e inversión con intervencionismo. Es peor: con intervencionismo los precios se disparan. Y se dispararán otra vez si el Gobierno no deja que funcione el sistema.