Este martes la OPEP presentó su informe mensual y, mientras lo leía, me acordaba de aquella frase de un artista de Rock olvidado, “no es que tengamos poca audiencia, es que somos más selectivos”.
Si a ustedes les dicen hace unos meses que el petróleo, a cierre de este artículo, iba a cotizar el WTI a $47,30 y el Brent a $50,5 por barril, a pesar del mayor recorte de producción de los últimos treinta años, probablemente diría que sería imposible. Pero lo es. Y la tendencia no es positiva, tras romper soportes esenciales. Ya lo explicábamos aquí. El mercado se mantiene extremadamente bien suministrado.
Ese recorte de producción ha sido inútil y, sobre todo, contraproducente. Yo he asistido a varias reuniones de la OPEP en Viena y siempre ha sido esencial mantener los principios de “suministrador más flexible, barato y fiable”. En el momento en el que se elimina uno de esos tres elementos, el mercado reacciona agresivamente.
Ese recorte de producción ha sido inútil y, sobre todo, contraproducente
No es solo que la OPEP ha perdido la posibilidad de manejar el precio –algo que no es nuevo, ya que lleva perdiendo su poder de mercado desde hace años gracias a la flexibilidad y diversificación de mercado- es que está acelerando la sustitución y el cambio tecnológico, como he comentado desde hace años, y en el libro “La Madre de Todas las Batallas”.
Bloomberg este martes mostraba que Arabia Saudí –la única que ha cumplido con creces los recortes acordados- volvía a producir más de 10 millones de barriles al día en febrero. Casi 260.000 barriles al día más que en enero. Mientras tanto, en EEUU, la producción sigue creciendo y va camino de un aumento de un millón de barriles al día entre diciembre de 2016 y diciembre de 2017. El cártel productor se ha encontrado con la realidad de una industria de miles de empresas privadas que no aumentan o reducen sus volúmenes por decisión política.
Que los inventarios de la OCDE estén a máximos históricos en días de cobertura de demanda, y los de EEUU también aumenten semana tras semana, es una muestra final de que la decisión de la OPEP y sus nuevos socios de ponerle puertas al campo ha sido un fracaso. Los inventarios en la OCDE están 278 millones de barriles por encima de la media de los últimos cinco años.
Ahora, tras el desastre clamoroso del recorte, nos encontramos que las posiciones netas largas de los inversores están a máximos de siete años, que las acciones “hiper-recomendadas” de los conglomerados petroleros caen, y que se rompen soportes importantes.
Y todo esto ocurre con la demanda creciendo de manera adecuada.
Los inflacionistas del precio del crudo les dirán que dentro de seis meses el mercado estará equilibrado, es decir, exactamente lo mismo que decían hace seis meses. Lean las cinco razones por las que el petróleo no termina de subir a pesar de los recortes aquí.
Los que aplaudían hasta sangrarles las manos ante la subida de la inflación, empiezan a preocuparse
Mientras, los otros inflacionistas, los que aplaudían hasta sangrarles las manos ante la subida de la inflación, empiezan a preocuparse. Su “paraíso” de precios crecientes, que ningún consumidor en el mundo ha celebrado jamás, se desmorona si los precios del crudo entran en espiral bajista, haga lo que haga la OPEP.
Y es que, en todos los análisis sobre el mercado del petróleo y la inflación se ignoran los dos enormes elefantes en la habitación. El exceso de capacidad brutal creado durante la época de “China lo va a comprar todo” hace que los recortes de inversión en energía solo reflejen el pinchazo de una burbuja que llevó a que esas inversiones se triplicaran en diez años, no al principio de un ciclo alcista. Además, esas inversiones han vuelto a crecer, un 8% para 2017, en la última cifra estimada tras los resultados publicados.
El otro enorme elefante es la eficiencia. La intensidad energética del crecimiento global se ha desplomado, y hoy se necesita un tercio menos de la cantidad de petróleo para generar crecimiento de PIB que hace dos décadas.
Sea como sea, nos encontramos con la evidencia de que intentar limitar la producción no soluciona un problema estructural, que solo es problema para los que necesitan precios más altos. Pero tampoco parecen querer entender que, si la administración de EEUU consigue, y creo que lo va a hacer, la independencia energética en 2019, la prima histórica que le concedemos a los precios del crudo desaparece.
No olvidemos un elemento adicional. La OPEP no entiende cómo sigue creciendo el desarrollo de energías alternativas a pesar de que ninguna es competitiva a $50/barril, ni de lejos. No entienden que la respuesta de los países consumidores es aceptar esa prima de falta de competitividad ante la evidencia de que la OPEP ha intentado romper sus tres compromisos: fiabilidad, flexibilidad y coste. Cuando lo expliqué en Dubai en el Mining Show justo después del “acuerdo del desacuerdo”, la reacción de los asistentes de petroestados fue de rechazo. Hoy, estamos en la fase de aceptación.
Con esa desinflación –sanísima, por cierto-, los petroestados tendrán que dejar de financiar y subvencionar actividades innecesarias e incluso peligrosas, Estados Unidos cercenará su déficit comercial, y su independencia energética hará que otros se despierten del letargo y desarrollen sus recursos. Y el consumidor saldrá ganando. Los rebotes, que, como en cualquier materia prima, se darán, no eliminan el hecho de que el mercado está mucho más que bien suministrado. Los agoreros del fin del mundo, los inflacionistas y los distópicos … bueno, esos seguirán creyendo en teorías de la conspiración.
Buenísimo análisis como siempre, a mi modo de ver – enhorabuena!
Buenas Daniel,
Muy buen artículo. Me venía a la cabeza una reflexión:
Si bien es verdad que la independencia energética de USA y el resto de países OCDE es muy importante para no depender de la OPEP, me sigue preocupando que no se mire más allá de los combustibles fósiles para cubrir la demanda energética en el futuro. ¿Cree que la energía de fusión podrá llegar a ser una alternativa a largo plazo?
Muchas gracias.
Se mira. La razón por la que el petróleo sigue débil es, en parte, por la sustitución y tecnología