«I believed them when they said I must do things their way» Dennis DeYoung
En economía siempre vamos a encontrar a un nutrido grupo de «expertos» que nos alertan ante el riesgo de medidas radicales mientras aplauden y perpetúan el mayor radicalismo de todos: el aumento exponencial de la carga a los contribuyentes.
Es curioso, pero cuando se trata de aumentar sin control el gasto público, la deuda, el déficit y los impuestos, casi nadie parece apelar a la «moderación». «No se puede hacer otra cosa», nos repiten. Y la deuda ya supera los 1,9 billones de euros (pasivos totales de las administraciones públicas, Banco de España).
Curiosamente, cuando se nos ocurre pedir que se recorte el gasto innecesario y se bajen los impuestos, nos dicen también que no se puede y que hay que ser cautos.
¿Por qué se considera moderado gastar sin control y endeudarse y radical exigir control fiscal e impuestos atractivos? Porque el gobierno solo pide la opinión de los que defienden su despilfarro. El resto no importa.
No hay nada más radical, antisocial y destructivo que aumentar masivamente el peso del gasto político y la deuda y detraer cada vez más a los que generan riqueza.
Lo radical no es pedir una bajada de impuestos cuando Sánchez ha subido 54 veces los impuestos.
Lo radical no es pedir una reducción del gasto público en un país en el que se ha disparado en más de 140.000 millones de euros.
Lo triste es que se nos intente convencer de que no se puede hacer otra cosa en un país que gasta más de 4.000 millones de euros en Asuntos Económicos y más de 4.500 millones de euros en Agenda 2030, con 60.000 millones de euros anuales de ineficiencia en el gasto según el IEE.
Lo triste es que se nos intente convencer de que los impuestos que pagamos son pocos cuando la presión fiscal ajustada por renta es mayor a la media de la UE que ya de por sí es muy elevada.
Lo decepcionante es que se nos convenza de que el estado del bienestar es gastar decenas de miles de millones en burocracia y gasto político.
El estatismo siempre piensa que ellos gastan poco y que ustedes ganan demasiado.
Es frustrante que se haya generado la idea equivocada de que si el Partido Popular no ha tenido un resultado más contundente es por no haber sido suficientemente socialista. En cuanto el centroderecha se obsesiona con parecerse al PSOE lo único que se consigue es validar el expolio y despilfarro al que hemos llegado.
Es alucinante tener que escuchar en el debate de investidura a la representante de Bildu decir que las subidas de impuestos y medidas intervencionistas que ellos impulsaron son compartidas por el Partido Popular sin una réplica contundente e inmediata.
En el momento en el que el candidato a la investidura entra en una guerra de cifras sobre quién ha subido más el salario mínimo o las pensiones, ya ha perdido el control del mensaje. Y ahí está el problema.
Parece que el centro-derecha quiere demostrar ante todos que no lo es, que ha mutado en una especie de intervencionismo mercantilista que acepta a regañadientes el mercado más por costumbre que por convicción. Da la impresión de que hay un ejercicio consciente de intentar hacer que el votante finalmente claudique y acepte que no hay otra opción más que aguantarse.
Cuando el centro-derecha abandona la batalla cultural para centrarse en una tecnocracia estatista, pierde los dos pilares de su razón de existir: los principios y valores occidentales de la democracia liberal y la gestión de las cuentas públicas con seriedad y prudencia defendiendo al contribuyente.
¿De qué sirve resaltar los enormes desequilibrios fiscales a los que nos ha llevado el gobierno de Sánchez si lo que se propone a continuación es consolidar la inmensa mayoría de ellos?
¿Por qué no se ha recordado que la inversión extranjera en España ha caído un 26 % en un año de supuesto crecimiento? ¿o que la posición negativa con el exterior es de casi el 60 % del PIB? ¿o que el déficit fiscal estructural se enquista en más de 50.000 millones anuales a pesar de ingresos récord? ¿o que hemos perdido puestos en renta per cápita ajustada por poder adquisitivo y estamos a quince puntos de la media de la UE, niveles de 2011?
Apelar a que los desequilibrios fiscales vayan a solventarse simplemente por un brote espectacular de confianza y optimismo ante un cambio de siglas gobierno es simplemente ignorar la realidad económica y es una equivocación que ya se cometió. Hace falta más que un cambio de color para pasar de ser peores que Grecia a ser tan buenos como Irlanda.
Para ser Irlanda hay que implementar políticas inequívocamente liberalizadoras. Nunca vamos a ser una economía líder pensando que podemos mantener las trabas burocráticas, fiscales y políticas y lo que va a traer optimismo es otro partido en la Moncloa.
Feijóo ha demostrado ser un magnífico candidato a presidente desde la defensa de la igualdad de los españoles, el imperio de la ley y la constitución. De eso se trataba la investidura en una gran parte. Ahora debe presentar un proyecto que revierta el asalto fiscal y el aumento de gasto político de Sánchez y los comunistas. Su proyecto de investidura debe también abordar la reforma de la administración y eliminar las enormes ineficiencias en gasto público.
No podemos olvidar que eso que llaman el gradualismo solo lleva a que al Partido Popular se le acuse de todo lo malo y se le niegue el más mínimo éxito. Tender la mano al principal partido de la izquierda no puede venir desde el abandono de los principios y valores liberales.
El gran perdedor de la investidura no ha sido un candidato o un partido. Han sido los contribuyentes… y nuestros hijos y nietos, que pagarán la irresponsabilidad fiscal que inunda el parlamento con menos crecimiento, más impuestos, más inflación o las tres cosas a la vez. No se preocupen. Ya sacará algún ministro de economía un gráfico con el corte de fecha que más le convenga para decir que no perdamos renta disponible, potencial de crecimiento, empleo y productividad.