La caída de la bolsa china muestra lo que llevamos comentando desde hace meses. La ralentización china es mucho más severa de lo que las cifras «oficiales» muestran.
La caída del índice Baltic Dry a los niveles más bajos en treinta años muestra dos realidades preocupantes. Por un lado, la creciente sobrecapacidad por el exceso en construcción de barcos. Ese efecto es negativo porque se puede generar una cadena de quiebras en una industria que lleva apostando por la absorción del exceso de capacidad desde hace ocho años. La segunda es más problemática. El comercio global lleva mostrando crecimientos muy pobres, según la Organización Mundial del Comercio, desde hace varios años. 2015 fue un año especialmente complicado por la recesión brasileña y China en frenazo. Lo que muestran los indicadores para 2016 es un más que probable empeoramiento.
Los últimos datos publicados por China, EEUU e India, índices manufactureros, me hacen dudar de las expectativas de crecimiento global para 2016. La mayoría del consenso estima un 3,5% y, en mi opinión, puede ser muy inferior. El Banco Mundial ha rebaja al 2,9% su previsión de crecimiento mundial en 2016 y también la de 2017. Un 14% inferior a sus estimaciones para 2916 de julio de 2015.
Sin embargo, los datos del sector servicios de la Unión Europea publicados han sido positivos. La economía europea se mantiene en expansión y ligeramente mejor de lo esperado.
Achacar esa mejora a la política del Banco Central Europeo es un gran error. Europa ya exportaba mejor y, en casos como España, aumentando cuota de mercado, antes del plan de estímulo.
Adicionalmente, planes de expansión monetaria similares se están llevando a cabo en Japón y más de 25 países del mundo con resultados extremadamente decepcionantes.
La ralentización global está causada por el exceso de estímulos, no por la falta de ellos. Una expansión monetaria global de más de $20 billones y nueve años de tipos bajos perpetúan la sobrecapacidad, como muestran China, Japón y Brasil, y la liquidez extrema llevó a que se hicieran inversiones de dudosa solvencia y burbujas de deuda. Abusar de medidas extremas para situaciones urgentes, como son los estímulos y bajadas de tipos, para convertirlas en estructurales y eternizarlas, ha llevado a que la velocidad del dinero global -que mide la actividad económica- se desplome. Cuando las empresas perciben que la cantidad y precio del dinero son fijados artificialmente, se resiente la inversión productiva a largo plazo.
Europa está siendo beneficiaria neta de la parada en seco de países emergentes, pero podemos caer en el mismo error de 2009, fiarlo todo al Banco Central. Seamos conscientes de los riesgos de 2016 y no repetir planes de gasto descontrolado que solo generan sobrecapacidad, deuda y recesión.
Me surge una duda leyendo su artículo, viendo este entorno tan desfavorable ¿puede afectarse le crecimiento económico de España suponiendo el mejor de los escenarios en el panorama político interno?¿O esto podría suponer una oportunidad?
Saludos
El impacto puede ser entre un 0,7% y un 1% del PIB en España. Saludos