Europa no va a conseguir tener una transición energética competitiva desde el intervencionismo. Sin embargo, la obsesión del Gobierno de Sánchez es seguir destruyendo el poder adquisitivo de los consumidores con las peores ideas económicas posibles.
Ante la evidencia del riesgo de estanflación, con el IPC al 7,6%, el más alto de nuestros países comparables y el peor ritmo de recuperación, el Gobierno desempolva del cajón del que nunca deberían haber salido las mayores entelequias económicas. pacto de rentas, «autarquía» e «intervención de precios».
¿Qué es eso que llaman ‘pacto de rentas’? Empobrecer a todos. Hundir a empresas y familias mientras ellos siguen gastando y expoliando. La idea de que un Gobierno intervencionista sabe mejor que nadie cuánto debe ganar un ciudadano o un comercio es simplemente una falacia.
No se combate la inflación interviniendo precios. Si fuera así, Argentina o Venezuela no tendrían altísima inflación. Argentina lleva medio siglo con la falacia de los precios controlados, «cuidados», etc.… La inflación se combate con más competencia, más tecnología y más mercado abierto, no al revés. La autarquía es la garantía de la miseria y el desabastecimiento.
La inflación ya estaba descontrolada antes de que la invasión de Ucrania fuera un riesgo. El IPC en España es del 7,6% y en Portugal es del 4,2% y Alemania, que está más afectada por el precio del gas natural, un 5,1%.
Ante la guerra de Ucrania, debemos recordar:
– Europa no «depende del gas ruso». Es codependencia. Rusia necesita a Europa para exportar y Europa no tiene ninguna alternativa más barata. Recordemos que el gas ruso es muchísimo más barato que cualquier alternativa.
Los contratos de largo plazo firmados con Gazprom o Novatek suponen hasta un precio 10 veces menor a las alternativas actuales. Se pueden sustituir los 150bcm que se importan de Rusia con gas natural licuado de Noruega y mar del Norte, Estados Unidos, Argelia, Qatar o Israel, pero será mucho más caro.
Los contratos de largo plazo firmados con Gazprom o Novatek suponen hasta un precio 10 veces menor a las alternativas actuales
– La única alternativa al gas ruso es mostrar a Rusia que tenemos fuentes diversificadas y baratas de suministro. Mientras Rusia vea que prohibimos nucleares, prohibimos desarrollar nuestro gas autóctono, intervenimos la importación y los estados se lucran con la subida de precios, Putin sabe que no hay alternativa competitiva y que la industria y consumidores europeos se ahogarán.
– Deberíamos reflexionar cuando a Europa le ha salvado el invierno el gas procedente de Estados Unidos producido con una tecnología, el fracking, que se ha prohibido en Europa.
Queremos energía barata y abundante, pero se demoniza la nuclear, el gas, el petróleo y, encima, es todavía más cara. Tenemos que saber que todas las propuestas intervencionistas que se proponen desde Europa suponen mayor coste para los sufridos consumidores.
– No se puede sustituir gas natural, que fluye todo el tiempo y es barato y abundante, con renovables que son intermitentes, volátiles e impredecibles. El ejemplo de Alemania es claro. Tras invertir masivamente en renovables y duplicar la tarifa a los consumidores, depende más de lignito-carbón y del gas ruso para garantizar el suministro. ¡Alemania ha tenido que reactivar centrales de carbón tras gastar más de 200.000 millones de euros en subvenciones y costes de renovables!
¡Alemania ha tenido que reactivar centrales de carbón tras gastar más de 200.000 millones de euros en subvenciones y costes de renovables!
– Todas las tecnologías son necesarias y las renovables apoyan, pero no son la alternativa porque necesitan respaldo de gas natural mientras se desarrolla la tecnología, aún en su infancia. No olvidemos que instalar renovables masivamente incluye un enorme coste en redes. ¿Quién se cree que va a bajar la tarifa si el coste fijo de redes se multiplica con los 150.000 millones de euros necesarios para fortalecer redes de distribución y transmisión?
– Todas las alternativas ‘mágicas’ que vende el intervencionismo significan pasar de depender de Rusia a depender de China. ¿De dónde vamos a sacar el silicio, aluminio, tierras raras, cobre, litio, etc. necesarios para esas masivas inversiones mágicas anunciadas?
– Demonizar la energía nuclear nos ha dejado en manos de unas alternativas caras y volátiles. La transición energética, que todos valoramos, debe considerarse desde la importancia de la seguridad de suministro y la competitividad. Necesitamos todas las tecnologías sin sesgos ideológicos. Necesitamos solar, eólica, gas natural, hidráulica, petróleo y nuclear o iremos de crisis en crisis y siempre pagando más.
– Es aberrante mantener el esquema de impuesto encubierto de venta de emisiones de CO2 en medio de una crisis sin precedentes. Los Estados deben usar esos ingresos realmente caídos del cielo para reducir la factura del ciudadano.
– Poner impuestos «en frontera» a los productos petroleros o al gas natural no es gravar a los productores, es gravar a los consumidores de nuestros países. El que se crea que la batería de impuestos que se han anunciado los va a pagar Qatar, Nigeria o Brasil tiene un problema grave de entendimiento económico.
– Una verdadera transición energética debe ser competitiva y barata, no una máquina de recaudación y expolio, y debe tener en cuenta todas las tecnologías. Más industria y menos política. Más competencia y menos ideología.
Una verdadera transición energética debe ser competitiva y barata
La gasolina sube a dos euros el litro y los impuestos son el 50% del precio.
La luz se dispara y el 70% son impuestos y costes regulados.
Se dispara el gas natural y el Gobierno te mantiene más de un 30% de impuestos y sube los peajes.
Mientras tanto, el coste de emisiones de CO2 se ha disparado desde hace varios años (ya en el 2017) y los gobiernos de Europa siguen lucrándose con ello. Más de 22.000 millones de euros recauda la UE, casi 9.000 estimados el Gobierno de España en 2022.
En los países de nuestro entorno se usan esos ingresos para mitigar la subida de la luz, en España el Gobierno sigue sin hacerlo.
Sube la vivienda, aceites, alimentos frescos, productos agrícolas y ¿qué hace el Gobierno? Aprovecharse de la inflación manteniendo o subiendo todos los impuestos.
No puedes tener impuestos y gasto político de bonanza y economía de guerra.
El Gobierno se está lucrando con la inflación y pasando la factura a empresas y familias. Todo ello para disparar el gasto político y clientelar y 21.000 millones de euros en «políticas feministas»,
El Gobierno no va a poner tope (‘topar’ una palabreja ridícula) al precio del gas. Solo lo pasa a la siguiente factura, al año siguiente.
Eliminar las señales de precio que incentivan la inversión y volver a introducir la inseguridad jurídica destruyen la posibilidad de crecer en tecnología e inversión renovable. Además, perjudica desproporcionadamente a las renovables independientes y pequeñas, no a las grandes empresas que tienen músculo financiero.
Todos los mercados son marginalistas. El que se crea que interviniendo el mercado eléctrico va a pagar menos debe recordar que detrás van ellos en ese ‘pacto de rentas’ que es miseria para todos menos para el Gobierno.
Es, además, falso que las eléctricas vendan su energía a los precios del mercado eléctrico que vemos cada día en los titulares. El 80% de la energía nuclear y el 60% de la hidráulica se venden en contratos a largo plazo a precios muy inferiores a los que vemos en los titulares de prensa.
El 70% de los consumidores tienen contratos indexados a futuros. Son los inútiles que mantienen una tarifa regulada completamente indexada al precio diario los culpables del desastre. No las eléctricas.
El Gobierno debe poner en marcha urgentemente medidas serias que no pongan en peligro la inversión en renovables, la seguridad jurídica y la garantía de suministro. Todas esas medidas pasan por dejar de lucrarse del difícil momento que vivimos los consumidores. Que dejen de mirar a otro lado y bajen de una vez los impuestos y las cargas fijas reguladas que ellos imponen y que dejen de introducir medidas intervencionistas que no han bajado el precio de la energía o la inflación jamás.
Hay que reducir los impuestos encadenados en la energía, incluida la tasa hidráulica que acaba de imponer el gobierno de nuevo por la puerta de atrás a pesar del dictamen del Tribunal Supremo y que subirá la luz de nuevo. Hay que pasar costes no ligados al consumo energético a los presupuestos. Hay que poner una fiscalidad baja, acorde a la realidad de un momento muy difícil, no impuestos de bien de lujo y extractivos en medio de una crisis como la actual.
Hay que acabar con un sistema en el que el Gobierno se apalanca a la inflación y se lucra de la misma. Los problemas de años de intervencionismo no se solucionan con más intervencionismo.
Excelente artículo, como siempre. Se entera uno de cosas que no se cuentan en los diversos pesebres que hay en este país, donde todo es cleptocracia, propaganda, tragaderas y la ley del embudo, ancho para el gobierno y sus palmeros, estrecho para todos los demás.