Ayer, el gobierno italiano anunció su último dislate con el presupuesto. Con un enorme aumento de gasto, estimaba un déficit de 2,4% para 2019 comparado con su objetivo de 0,8% y el 1,6% anunciado por el ministro de finanzas.
No solo supone un enorme aumento del déficit en un país que ya tiene un 131% de deuda sobre PIB, sino que un somero análisis de las estimaciones de ingresos nos muestra que la cifra presentada es simplemente inalcanzable. Los primeros análisis independientes mostraban lo que es evidente, en realidad los ingresos estimados son de ciencia ficción y se teme un agujero de unos 14.000 millones de euros adicionales.
La bolsa de Milán se desplomaba, los bancos tuvieron que ser suspendidos de cotización ante una caída del 6-7%, la prima de riesgo se disparaba y el bono a 10 años de Italia caía al peor nivel en un año a pesar de la intervención del Banco Central Europeo.
Esto, señores, es lo que pasa cuando un país con enormes problemas internos se lanza a la solución mágica de siempre, gastar mucho más y a aumentar el déficit.
“Cuando las barbas del vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”, dice el refranero. Y en España, nuestro gobierno de minoría absoluta mira al riesgo italiano y se creen que a nosotros no nos va a pasar.
A la vez que se daba la señal de alarma en Italia, aprendíamos que el crecimiento de España en el segundo trimestre era de 0,6% y anualizado un 2,5%, comparado con una expectativa de 2,7%. El gobierno, en vez de facilitar las condiciones para que sea desaceleración cambie a crecimiento superior, lo que hace es poner más escollos al crecimiento y el empleo anunciando enormes impuestos y gastos.
Decía el martes la ministra Calviño que “ningún economista serio abona los efectos no-keynesianos de las contracciones fiscales”. Además de ser falso (lean toda una lista de análisis empíricos aquí, lo que es imprudente e irresponsable es defender el aumento de impuestos, gasto corriente y déficit que propone el gobierno y le exigen sus socios de moción de censura.
La economía española no tiene que conformarse con crecer un 2% o un 2,5%. Tiene potencial para crecer mucho más. No lo va a hacer poniendo la zancadilla a los creadores de empleo y familias.
La ministra debe recuperar los informes del BCE que ella conoce bien y que niegan el efecto mágico que el gobierno de Sánchez otorga al gasto público, los que alertan sobre las estimaciones de ingresos fiscales por nuevos impuestos excesivamente optimistas o las palabras de Mario Draghi criticando las subidas de impuestos.
Se las recuerdo a ustedes: “Los inevitables ajustes deben ser favorables al crecimiento, algo que no se consigue con subidas de impuestos y sí con el recorte del gasto público improductivo”. «Muchos países han buscado la consolidación fiscal mediante subidas de impuestos porque es lo que resulta más fácil y eso no ayuda al crecimiento puesto que se produce en una región donde los impuestos ya son elevados» (Junio 2013).
Por recordar, también les recuerdo una recomendación de la Comisión Europea: “España tiene que llevar a cabo una revisión en profundidad del gasto público y encontrar modos de utilizar el dinero de manera más eficiente” (Mayo 2017).
Lo que ningún economista serio defiende es aumentar impuestos y gasto clientelar y, mucho menos, ante una desaceleración.
Debemos prestar atención al toque de atención que supone el caso de Italia porque es muy importante a la hora de entender nuestros riesgos.
Aumentar gasto corriente y clientelar en economías ya endeudadas y con alto nivel de gasto público no solo no genera efecto multiplicador, sino que genera efecto negativo. Los multiplicadores son negativos.
Las estimaciones de ingresos fiscales por nuevos impuestos casi siempre se incumplen, y por una cantidad muy relevante. En el caso español, entre 5.000 y 10.000 millones anuales.
El aumento del déficit que proponen no es una herramienta de crecimiento, sino de mayor endeudamiento. ¿Recuerdan cuando nos decían que “teníamos margen”? Tras más de 700.000 millones de déficits acumulados y aumentar el gasto hasta niveles superiores a 2007, la deuda no solo no baja, sino que aumenta, y el crecimiento potencial se reduce.
El ejemplo de Italia es relevante en muchos sentidos. No solo por los errores y la consecuencia, sino porque lo que hacen las políticas irresponsables de aumentar gasto es atacar lo que fingen defender.
No podemos ignorar lo que ha pasado en Italia y pensar que podemos hacer lo mismo sin consecuencias.
No podemos repetir los errores del pasado ignorando la desaceleración.
No podemos enfrentarnos a la desaceleración haciéndola más profunda.
No podemos aceptar el chantaje de los populistas poniendo en peligro a las familias y empresas españolas.
No podemos caer en la autocomplacencia.
Por favor, responsabilidad. No caigamos en los errores de 2008. Los efectos pueden ser devastadores.