Es sorprendente que se hable tan poco de la transformación tecnológica y sostenible de la agricultura en España. Es un sector más que estratégico: es clave. En un país que ha adoptado los conceptos de sostenibilidad y economía colaborativa como bandera, es muy triste que no se valore el potencial de los invernaderos solares.
He tenido la oportunidad de conocer en detalle este sector y me parece que debe ser un modelo a seguir como ejemplo de la transformación del modelo productivo de España. Almería es una provincia pionera en estos cultivos que han transformado su tierra desértica en la huerta de Europa. Las consecuencias económicas, sociales y medioambientales son notables.
España es responsable del 20% de la producción europea, según datos del período 2013-2017 del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, gracias, en gran medida, al aporte de la horticultura andaluza. Andalucía, especialmente en las provincias de Almería y Granada, supone el 29% del total de la producción de frutas y hortalizas, la primera Comunidad Autónoma en volumen producido de España, seguida de la Comunidad Valenciana (15%) y la Región de Murcia (11%).
Estas cifras no solo deberían ser motivo de orgullo para España, sino un aliciente para apoyar al sector de manera decidida.
Con un modelo de agricultura familiar, con explotaciones pequeñas y escasa concentración de tierra, pero que en total suma más de 35.000 hectáreas de cultivo y 4,5 millones de toneladas de hortalizas, Almería suministra alimentos a 500 millones de habitantes en meses en los que la producción de otros países no es viable.
Si algo nos demuestra la historia es como un sector como el hortofrutícola puede transformar y hacer progresar a una región de manera espectacular.
La transformación de la provincia de Almería, que partía de una situación histórica de marginalidad, ha sido posible gracias al tremendo esfuerzo, innovación e inversión familiar, ya que los subsidios a este sector han sido prácticamente nulos. Según los datos de las asociaciones hortofrutícolas andaluzas, el sector hortícola es el que recibe menos ayudas europeas de la PAC (política agraria común), el 1,9% sobre el total de los ingresos, cifra que adquiere mayor relevancia al compararla con lo recibido por sectores como el olivar, 33% o el cereal 53%
¿Y cómo se consigue una transformación exitosa, sostenible y ecológica?
El cultivo de invernadero aplica técnicas innovadoras para hacer un uso sostenible de los recursos hídricos mediante una agricultura de precisión, gracias a las técnicas de enarenado, el riesgo por goteo, la fertirrigación o la recolección de agua de lluvia. La huella hídrica (m3 per cápita) de los productos hortícolas es 19 veces menor que la del conjunto de la agricultura nacional.
Además, se ha investigado y avanzado en técnicas de control biológico, como la utilización de fauna auxiliar – suelta de insectos y ácaros depredadores- para controlar plagas, un método respetuoso con el medio ambiente que permite reducir significativamente la aplicación de plaguicidas.
Los invernaderos solares tienen un gran potencial dentro de la economía circular y la bioeconomía, debido a la reutilización y reciclaje de plásticos y por la revalorización energética de biomasa procedente de restos de cosecha. El plástico es retirado en un 95% de los casos, y el 80% es utilizado para fabricar contenedores de basura, mobiliario urbano, etc.
Según un estudio de la Universidad de Almería hay también un importante beneficio de las cubiertas de plástico: gracias al efecto albedo (reflejo de la radiación solar) contribuyen a frenar el cambio climático. Debido a las cantidades de carbono acumuladas en las concentraciones de plantas, cada hectárea de invernadero solar es capaz de absorber entre 8 y 10 toneladas anuales de CO2, el equivalente a la emisión diaria de 8 coches.
No existe sostenibilidad sin rentabilidad. Sostenibilidad es crear empresas pequeñas y medianas que generen riqueza. La mayoría de las explotaciones son de carácter familiar, lo que ha favorecido la creación de empresas de economía social y cooperativas. Es también un sector modelo en cuanto a la incorporación de mano de obra inmigrante, actualmente, de los 45.000 empleos directos que genera el sector de los invernaderos solares, el 65% son trabajadores legales extranjeros de más de 100 nacionalidades distintas.
En muchas ocasiones hemos leído titulares sensacionalistas sobre el sector. Sin embargo, la producción se centra en una competencia leal con una retribución justa del trabajador, con salarios similares o superiores, para este mismo sector, a los del resto de Europa: 8% más que en Italia y 11% superior al existente en Bélgica.
Desde la perspectiva medioambiental, este modelo es un gestor sostenible de los recursos naturales. Los invernaderos solares sólo suponen el 3,4% del territorio de la provincia mientras que un 40% es espacio natural protegido.
El populismo nunca ha defendido la innovación ni la verdadera sostenibilidad. Si hubiera sido por los políticos populistas e intervencionistas, este sector habría perecido y ha sido todo lo contrario. Aunque no con pocas dificultades, crece, genera empleo y riqueza y es sostenible social y medioambientalmente. Un ejemplo de transformación, innovación y cambio de modelo productivo que incorpora todos los aspectos clave en el debate económico y social. Nos demuestra que los invernaderos y el sector hortofrutícola pueden convertirse en líderes en sostenibilidad, rentabilidad, remuneración justa del trabajo y cooperación dentro de la economía circular. Merece la pena recordarlo para desmontar mitos falsos y, sobre todo, recordar que España, sin subvenciones ni políticas dirigistas, avanza en sostenibilidad en sus sectores estratégicos.