«Take the phone off the hook and watch you go wild, you’re all talk».
El 8 de julio, la vicepresidenta Carmen Calvo anunciaba que a «este país vuelve a la alegría».
La última vez que se dedicaron a «defender la alegría» destruyeron 3,5 millones de puestos de trabajo.
Dicho y hecho. Llegaron al gobierno de minoría absoluta y empezaron los «globos sonda«. Subidas brutales de impuestos y gastos, y «acuerdos» con Podemos para aumentar los desequilibrios desde 2019 a 2021. Los datos del paro de julio ya mostraban una tendencia preocupante. La afiliación sólo aumentaba en 35.819 personas, el menor incremento desde 2013. El número de afiliados crecía al peor ritmo interanual desde junio de 2016.
¿Qué hizo el gobierno? No solo ignorar la desaceleración como si fuera irrelevante, sino seguir amenazando con enormes subidas de impuestos, incluso inventando nuevas, y lanzar «la guerra al diésel» en un país donde se fabrican 1,2 millones de estos vehículos al año, dando trabajo a 40.000 personas en más de 17 centros de producción.
Y llegaron los datos del paro de agosto. Ante la batería de amenazas fiscales:
Alegría. La afiliación a la Seguridad Social pierde casi 203 mil afiliados. El peor agosto desde 2008 y el peor -junto con 2007 y 2008- en más de dieciocho años, con una destrucción de más de 200.000 afiliados. Aproximadamente un 40% más de lo habitual en este mes.
Alegría. El paro registrado crecía en 47.047 personas. El peor agosto desde 2011, con subidas especialmente preocupantes en Cataluña y Andalucía.
Lo más preocupante, además, es que la contratación desciende un 23,20% respecto a julio.
Alegría. La tasa de empleo indefinido alcanza un aumento del 33,40% anual, pero -ojo- cae un 19% desde julio.
Ya hemos comentado en esta columna que volvemos a las andadas con los «globos sonda». Esa desastrosa práctica que creíamos olvidada de hacer enormes anuncios que impactan a la economía y luego decir, con una sonrisa que no, amigos, que era broma, hay que ver cómo son ustedes.
Y no es broma. La irresponsable comunicación del gobierno de Sánchez amenazando con enormes subidas de impuestos y cambios legislativos drásticos no solo era imprudente ante una leve desaceleración del crecimiento, es que es completamente suicida al hacer lo contrario a lo que cualquier gobierno serio hace y debería hacer ante la desaceleración. Supone un frenazo a la contratación, la inversión y el empleo.
La irresponsable comunicación del gobierno de Sánchez no solo era imprudente ante una leve desaceleración del crecimiento, es que es completamente suicida.
¿Caerá el paro en septiembre? Puede. Pero la tendencia de contratación y afiliación que se había iniciado en 2013 se ha frenado abruptamente.
¿Es por el turismo? No. Educación, Agricultura, Industria manufacturera y Construcción sufren grandes caídas en la afiliación.
¿Qué el gobierno constata cierta desaceleración? Pues no se les ocurrirá nada más y nada menos que anunciar más subidas de impuestos para que se desacelere todavía más la economía.
Mientras Europa, Estados Unidos y China bajan impuestos para fortalecer el crecimiento, los redistribuidores de la nada se turnan a ver quién anuncia algo más dañino para la economía.
Lo peor de todo es que los políticos piensan que sus amenazas son irrelevantes, que no pasa nada porque, en realidad -como me dijeron el sábado- aún no se han subido los impuestos ni se han cambiado las leyes que se han lanzado a poner en peligro. Hay que ver cómo somos, que no contratamos y consumimos lo que ellos quieren cuando nos amenazan con asaltos fiscales.
Los políticos piensan que sus amenazas son irrelevantes, que no pasa nada porque, en realidad, aún no se han subido los impuestos ni se han cambiado las leyes que se han lanzado a poner en peligro.
No lo duden. Muchos lo achacarán a la herencia, a Trump, a los mercados o a la reunión de Abba. Aunque usted asuma todos los factores mitigantes que desee, es irresponsable e inaceptable que un gobierno serio se lance a la amenaza fiscal y mandar mensajes anti-crecimiento y anti-empleo ante una relativa desaceleración.
El político piensa que sus palabras no tienen impacto a menos que la economía mejore, entonces se apunta todas las mejoras.
La actitud despreciativa y amenazante hacia los creadores de empleo y los contribuyentes pasa factura. Las decisiones de contratación, inversión y consumo se frenan.
Y lo que no se puede tolerar es que un gobierno de aparentes expertos se enfrente a una moderada desaceleración poniendo escollos al crecimiento y anunciando hachazos fiscales para empeorar las cosas.
Un gobierno serio no puede quedarse mirando a una desaceleración moderada como si fuera un rayo caído del cielo y rezar para que no le caiga encima. Debe apoyar y fortalecer el crecimiento y el empleo. Y nada de eso se hace pactando un asalto fiscal innecesario y contraproducente a familias y creadores de empleo.
«Vuelve la alegría». Esperemos que reflexionen.
Es lo de siempre. Los políticos dicen y hacen cosas cuyas consecuencias las sufrimos los demás. Después, cuando los echan, pelillos a la mar: ellos no son responsables de nada. Dirán que era con buena intención, pero el infierno está empedrado de buenas intenciones. Y a vivir, que son dos días, colocados en el Consejo de Estado o en alguna empresa pública, y a cobrar un pastón.
¿Hasta cuándo?