El socialismo odia a Elon Musk porque ha equilibrado la balanza

Hasta hace poco, el empresario era un ejemplo para esa izquierda que adora a los billonarios que sirven para sus propósitos

A ver si lo entiende: el gobierno de su país puede utilizar su dinero y a los empresarios afines para controlar medios, difundir propaganda y calumniar a los candidatos que no les gustan, sea en su nación u otros países, pero si Elon Musk da su opinión en una red libre, eso es injerencia.

El socialismo odia a Elon Musk porque ha equilibrado la balanza

La izquierda puede usar el control de la inmensa mayoría de medios públicos y privados, Hollywood y las entidades supranacionales cooptadas por ellos, y eso es democracia.

El presidente de España y su vicepresidenta pueden hacer campaña activa por un candidato y proactivamente negativa con el otro en Argentina, y eso es democracia.

El Grupo de Puebla y el Foro de Sao Paulo pueden dedicar ingentes recursos a promover su ideología totalitaria por el mundo, y eso es democracia. Sin embargo, si Musk ejerce su libertad de expresión desde una red libre, es injerencia.

«No es lo mismo, porque Musk tiene mucha influencia», me dicen. ¿Y quién ejerce constantemente la influencia desde el poder mediático estatal, las ingentes cantidades gastadas en publicidad política y las entidades supraestatales?

La izquierda considera que todo lo que no es su propaganda es «desinformación», y que los que no apoyan a su maquinaria mediática son «amenazas para la democracia». ¿Por qué? Porque solo se consideran demócratas ellos y porque usan la censura y el veto para imponer su pensamiento. Me recuerda a aquellas soflamas cuando era un chaval en las que los comunistas españoles decían: «Los demócratas debemos unirnos para exterminar a la derecha». Ellos, los demócratas.

Esta izquierda plañidera, que no tolera la libertad de expresión, estaba encantada con algunos billonarios cuando consideraban que les beneficiaban. A George Soros se le considera «filántropo» en «defensa de la democracia»; encumbraron a los billonarios que difundían la Agenda 2030 o defendían las medidas anti-libertad en la pandemia y, en el foro de Davos, aplaudían a aquellos que pedían más impuestos y más control estatal.

El estatismo global encontró en la ultraizquierda su tonto útil y, por ello, vimos durante años –de 2015 a 2024– un avance brutal de la representación de los partidos más radicales de la izquierda en los medios de comunicación. Los comunistas y chavistas copaban los medios de comunicación y las redes y el estatismo de eso que llaman «centro» estaba encantado porque exigían más Estado, más impuestos y más intervención. Nunca escucharon a Thierry Breton, ex comisario de la UE, atacar el avance de la ultraizquierda y sus mentiras en los medios.

«Los medios de comunicación alemanes en general y los medios públicos en particular tienen una clara orientación verde-izquierdista. La investigación muestra que los Verdes reciben hasta un 100% de mención excesiva en los medios y son tratados muy favorablemente por los periodistas», explicaba un estudio de MIWI. «El 61% de los medios de comunicación que aparecieron en la página de inicio de Google News procedían de fuentes que AllSides clasifica a la izquierda, y solo el 3% a la derecha».

Pocos medios «tradicionales» se han rasgado las vestiduras cuando el propio Mark Zuckerberg ha dicho que la Administración Biden presionó a Facebook e Instagram para retirar contenido que consideraban molesto. Es alarmante que no se haya creado un escándalo cuando Zuckerberg reconoce que los verificadores de datos («fact-checkers») no solo no son independientes, sino que la mayoría tenían más sesgo ideológico que las informaciones que verificaban. Se escoran constantemente las noticias hacia la narrativa de izquierdas, exagerando los supuestos escándalos o noticias negativas de la derecha y minimizando los de izquierda.

La izquierda considera que su dogma es la verdad y su sectarismo es la democracia; por lo tanto, considera legítimo que se utilicen todos los medios para silenciar y eliminar al discrepante. Destruir el Estado de Derecho, utilizar las instituciones independientes, mentir y calumniar es legítimo porque ellos se creen que están «salvando la democracia», ya que, para ellos, la democracia es que ganen siempre los partidos de izquierda.

Cuando el pensamiento único que nos intentan imponer hable de ultraderecha para unos y llame progresistas a comunistas defensores de dictaduras y terroristas es, en sí mismo, un ejercicio de propaganda y desinformación. La llegada de Elon Musk a X no ha hecho nada más que equilibrar la balanza. La ultraizquierda sigue dominando las redes. Lo único que ha hecho es fortalecer los mecanismos que garantizan la libertad de expresión y la verificación independiente y no sesgada. Y eso no lo soporta la izquierda, porque «la verdad es tan obvia que no necesita ser protegida mientras que la mentira debe ser protegida constantemente», según la cita atribuida a Orwell.

Musk, de hecho, era un ejemplo para esa izquierda que adora a los billonarios que les sirven para sus propósitos. Elon Musk era un ejemplo para el mundo cuando, en agosto de 2019, apoyó activamente al candidato presidencial demócrata Andrew Yang o cuando daba su apoyo a Barack Obama. Cuando Musk, siempre independiente, opinaba sobre la política de otros países con gobiernos conservadores, a la izquierda le parecía fenomenal. Ahora lo llaman injerencia.

El riesgo de desinformación con los medios cercanos a los gobiernos es del 100%. El Gobierno no garantiza la libertad de expresión, la limita según le convenga. Las grandes tecnológicas no son una amenaza para la democracia; los gobiernos intervencionistas sí lo son. Las tecnológicas privadas son mucha mayor garantía de libertad que ningún Estado. Lo único que ha hecho la tecnología, y Musk en particular, es dar voz a la mayoría.

Si queremos menos desinformación y más democracia, necesitamos más libertad de expresión. La próxima vez que alguien de la izquierda le hable de desinformación y salvar la democracia, recuerde que son los mayores difusores de mentira y totalitarismo.

Hay varias lecciones para el centroderecha en lo que está pasando. Si no das la batalla cultural, pierdes. Si compras la narrativa de la izquierda, pierdes. Si te entregas a vender el 50% del socialismo, pierdes. Si te crees que el mundo va a volver a 1995, pierdes. Si crees que debes contentar a los medios de comunicación de izquierdas, pierdes. En definitiva, si el centroderecha sigue pensando que hay que acomodarse a la narrativa intervencionista, lo que hace es ignorar a la mayoría silenciosa. Y pierde.

Acerca de Daniel Lacalle

Daniel Lacalle (Madrid, 1967) es Doctor en Economía, profesor de Economía Global y Finanzas, además de gestor de fondos de inversión. Casado y con tres hijos, reside en Londres. Es colaborador frecuente en medios como CNBC, Hedgeye, Wall Street Journal, El Español, A3 Media and 13TV. Tiene un certificado internacional de analista de inversiones CIIA y un máster en Investigación económica y el IESE.

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