Ayer se confirmó lo que comentábamos en esta columna desde hace tiempo. Japón entraba en recesión técnica con un decrecimiento del 0,8% anualizado en el tercer trimestre en medio del mayor programa de estímulo monetario, lo que aquí llamamos “el manga monetario”. Dos trimestres consecutivos de decrecimiento.
Pero el verdadero problema de Japón no es el evidente estancamiento, ni una demografía que ningún banco central puede maquillar, el auténtico problema es que el banco central se ha convertido en el mayor ‘trader’ del país y sostiene una burbuja de proporciones enormes.
– El Banco de Japón aumenta su balance un 1,4% del PIB… por mes.
– Ha aumentado su balance a un 70% del PIB y se estima que alcanzará el 90% del PIB en 2016.
– El Banco de Japón supone el 52% del mercado de ETFs nipón. El banco central se ha convertido en el mayor especulador de la bolsa.
Pero lo que evidencia este desplome de los salarios reales es que a la vez que se cercena el crecimiento potencial se anula el posible cambio de patrón de crecimiento.
El ministro Akira Amari culpa a la falta de “trabajadores cualificados disponibles para construir crecimiento” y a “la lenta inversión pública”, cuando el problema es mucho más grave. Al hundir los salarios reales con la política monetaria y aumentar los impuestos, se destruye la demanda real potencial y la confianza de los consumidores se desploma. Las empresas no invierten más. La inversión productiva ha caído un 1,3% en este último trimestre.
Como vemos, en Japón se está poniendo en evidencia que la represión financiera no produce ninguno de los efectos deseados. Sí, el paro es bajo en Japón, pero ya lo era antes de Abenomics. Mientras, la deuda se dispara.
Japón es la prueba de que los que piden “relajar el déficit” para relanzar la economía y políticas monetarias se equivocan.
El crecimiento del PIB nominal de Japón ha sido prácticamente cero en los últimos 25 años, mientras la deuda del Estado se ha triplicado al 230% del PIB.
A pesar de que Japón paga muy poco, 0,3%, por sus bonos a 10 años (acaba de emitir un bono a tipo negativo), se deja más del 23% de su presupuesto en pagar intereses.
Pero antes hemos mencionado la demografía. Un país que lleva años perdiendo habitantes, hasta el nivel actual, el más bajo desde el año 2000. No solo pierde habitantes, sino que envejece muy rápido. El segmento entre 15 y 65 años ha caído en cuatro millones de personas desde 2008, mientras que los habitantes con más de 65 han aumentado en la misma cantidad. Por eso el país se deja casi el 30% del presupuesto en Seguridad Social y pensiones.
Este problema estructural no lo cubre el gas de la risa monetario. De hecho, lo empeora. Al hundir los salarios reales, la capacidad de las generaciones jóvenes de gastar, tener hijos y mejorar la actividad económica se desploma. El efecto, para el lector español que piense que es peor nuestro caso por la devaluación interna, es devastador, porque mientras la inflación en Japón es muy baja, el coste de la vida es muy alto. Es decir, la renta disponible ha caído mucho más que los precios.
Ahora, a ese problema estructural se añade un banco central que consume más de la mitad de todos los activos de riesgo. La Gran Ballena del mercado japonés no es un ‘trader’ alocado, es el Estado.
Algunos dirán que da igual, que con seguir imprimiendo no pasa nada y que, si no funciona, solo hay que imprimir más. Qué curioso. Lo que dijeron con los seis planes de estímulo anteriores a Abenomics. “Esta vez es distinto”. Y no, no lo es.
Un comentario en “El problema de Japón. Más que una recesión”