La Unión Europea (UE) ha despertado de su letargo y ha lanzado el Plan Rearme, con el que se movilizarán hasta 800.000 millones de euros para fortalecer la inversión en defensa. Desafortunadamente, el impacto inmediato del ‘nuevo paradigma’ que llega de Alemania y la Unión Europea ha sido un jarro de agua fría: el mayor desplome de los bonos soberanos desde 1990.
La UE tiene una oportunidad para despertar de su sueño burocrático e invertir de manera seria en su propia seguridad. No gustarán las formas del presidente Donald Trump, pero ya ha conseguido dos cosas que nadie pensaba que ocurrirían.
1. Poner por fin a la Unión Europea a tomarse en serio el gasto en defensa.
2. Y que hasta Draghi y la presidenta Von der Leyen reconozcan el agujero de competitividad creado con los aranceles europeos que lastran nuestra industria.
Draghi afirmaba con razón en el Financial Times «olvídate de los Estados Unidos, la UE ha puesto aranceles contra sí misma», recordando que los aranceles de la UE aumentan los precios del sector manufacturero un 45% y los del sector servicios un 110%.
La propia Comisión Europea reconoce un coste de 100.000 millones de euros anuales, aunque se niegue a considerarlos aranceles, que lo son. Si los líderes de la Unión Europea leyeran el libro Never Split the Difference: Negotiating as If Your Life Depended on It, de Chris Voss, entenderían mejor al presidente de Estados Unidos y lo que deben hacer en la UE. Todo nos iría mejor a todos.
La UE ha gastado más en importaciones de Rusia que en ayuda a Ucrania desde la guerra, como reflejan CREA y Euronews. 205.000 millones de importaciones de combustibles fósiles de Rusia desde la guerra comparados con 133.400 millones de ayuda militar y humanitaria.
La Unión Europea ha gastado más en importaciones de Rusia que en ayuda a Ucrania desde la guerra, como refleja CREA y Euronews
Estados Unidos supone el 70% del gasto en defensa de los países de la OTAN. Reino Unido, el 5%. El resto de los países de la UE no equilibrarán la balanza con este plan. Estados Unidos seguirá por encima del 65%.
Sin embargo, aunque el plan es una oportunidad y merece valorarse en positivo, no se puede acometer sin priorizar gastos y eliminar excesos.
Las preguntas son ¿qué se va a hacer, va en serio esta vez y cómo se paga todo esto?
1. ¿Qué se va a hacer?
Movilizar hasta 800.000 millones de euros en los próximos cuatro años para aumentar significativamente el gasto en defensa, tanto para apoyar a Ucrania como para fortalecer la seguridad autónoma de Europa frente a amenazas, especialmente de Rusia.
Por muy grande que parezca la cifra, el problema es que es «movilizar hasta» 800.000 millones de euros. Los europeos estamos muy acostumbrados a la palabra «movilizar» en los comunicados de la Comisión Europea, y suele significar una aspiración. Un apunte contable más que un hecho.
650.000 millones de euros vendrán de gasto nacional. Así, el cálculo viene de elevar la inversión en defensa de los Estados miembros hasta en un 1,5% adicional de su PIB en los próximos cuatro años, algo que ya tenían en sus planes y que no han cumplido, aprovechando una «cláusula de escape» en las reglas fiscales de la UE.
Esto permite que el endeudamiento para defensa no penalice los límites de déficit (normalmente el 3% del PIB).
Pero debemos ser muy cautelosos, porque muchos países europeos aprovecharán para incluir en el concepto de «defensa» muchos gastos que no tienen nada que ver con el objetivo real.
Además, al crear una cláusula de escape que no significa nada, porque la deuda se emite y se debe igual, se abre la posibilidad, no remota, de pasar partidas de gasto corriente al epígrafe de defensa.
Debemos ser muy cautelosos porque muchos países europeos aprovecharán para incluir en «defensa» muchos gastos que no tienen nada que ver con el objetivo real
Los bonos soberanos europeos se desplomaron porque los subterfugios contables que proponen unos y otros no sirven de nada. Esconder deuda de las cifras oficiales no la elimina.
Ya ocurre con el alucinante ‘protocolo de déficit excesivo’ que, en el caso de España, publica una cifra de deuda pública de 1,65 billones de euros cuando la realidad de la deuda de las administraciones públicas emitida, que se debe y se paga, es de 2,15 billones de euros.
2. ¿Va en serio esta vez?
La única novedad real del Plan Rearme son los 150.000 millones de euros en préstamos conjuntos. Estos préstamos serán financiados mediante deuda mutualizada parecida a los bonos emitidos en la pandemia. Serán destinados a proyectos paneuropeos de defensa, como compras conjuntas de armamento, misiles, drones y ciberseguridad.
La cláusula de escape exime a los países de sanciones si superan los límites de déficit por invertir en defensa, pero no exime a nadie de la realidad de unas cuentas públicas insostenibles.
Si los estados miembros no eliminan gasto superfluo y grasa burocrática, este plan puede llevar a otra crisis de deuda por la irresponsabilidad de unos líderes europeos que se niegan a cuadrar las cuentas públicas y sólo acuden a la subida de impuestos.
3. ¿Quién va a pagar todo esto?
Si la Eurozona no administra y prioriza, este Plan Rearme puede convertirse en un problema inflacionista, ya que supone mucha más cantidad de euros en el sistema.
Este Plan, sin un programa equivalente de ajuste de gasto político, supondrá más impuestos, inflación persistente y un riesgo para el euro como moneda de reserva global. Eso es lo que ya refleja el mercado de bonos.
Usar los fondos de cohesión y líneas de crédito del Banco Europeo de Inversiones (BEI) para financiar proyectos militares es una gran idea y una condición necesaria, pero no suficiente, para avanzar en tecnología.
Si la UE no desbloquea la penalización regulatoria, fiscal y burocrática a la innovación y el éxito empresarial, este plan puede caer en el mismo agujero de fracaso en el que cayeron el Plan Juncker y los Fondos Next Generation.
En este aspecto, cabe destacar el atraso tecnológico de la Unión Europea. Es muy probable que los grandes beneficiarios sean los conglomerados israelíes, británicos y estadounidenses, ya que la gran mayoría de empresas de defensa europeas son líderes en equipamiento, pero tienen importantes retos en tecnología.
Aunque se ha criticado mucho, la propuesta más sólida de todas es la del escudo nuclear que propone Francia. Pero es más que debatible si el resto de los países de la UE van a aceptar un programa que, inevitablemente, llevaría a una confrontación superior con Rusia y China.
Otro reto que tiene la Unión Europea es el de reconocer la realidad tecnológica y geopolítica.
La Unión Europea se equivoca al desligar a Rusia y a China. No se puede rearmar Europa y defenderla de las amenazas exteriores si, a la vez, los líderes se hacen trampas al solitario y consideran a China como un actor independiente que no es parte de la coalición estratégica del régimen de Putin.
La UE también debe cambiar su obsesión medioambientalista. Este Plan Rearme no se puede llevar a cabo si la UE mantiene la Agenda 2030 y las directivas que bloquean el desarrollo de sus recursos naturales, desde el gas no convencional al litio, el cobre y las tierras raras. Si no, el Plan Rearme se va a convertir en el Plan Desastre
El Plan Rearme solo incluye 150.000 millones de euros de préstamos como novedad.
El resto agrupa los compromisos en materia de defensa que se han repetido con frecuencia, pero no se han materializado, salvo en honrosas excepciones, como Grecia y Polonia.
El Plan Rearme merece ser valorado como una oportunidad. Pero preocupa que una UE tan burocratizada ignore el riesgo financiero, el inflacionario y el de una crisis de deuda.
No es sólo un problema de gasto. Es un problema de penalización fiscal, regulatoria y burocrática. Hay mucho más que cambiar para convertir el potencial de la UE en una realidad.