Por primera vez en décadas, los bancos centrales están endureciendo su política monetaria mientras los gobiernos continúan gastando y aumentando deuda como si nada hubiera cambiado. Esta dinámica hace que los efectos de estas subidas de tipos sean menos efectivos que en otras ocasiones. Por ello, no debería sorprendernos que continúe subiendo la cifra de inflación subyacente y supersubyacente, que excluyen los precios más volátiles y solo consideran los precios que raramente suben.
La economía global necesita que se suban los tipos, se reduzca la masa monetaria y se modere el gasto público para poner coto a la inflación subyacente y evitar un problema mayor. Uno de esos factores, moderar gasto público, no se va a producir y, por lo tanto, la presión sobre la inflación subyacente permanece durante más tiempo.
Durante diecisiete meses la inflación ha superado el objetivo de los bancos centrales y el aumento de gasto público solo alimenta el fuego. La inflación subyacente ha seguido aumentando. ¿Por qué?
Cuando la nueva deuda y gasto público deficitario se mantiene en niveles récord, éstos absorben la oferta monetaria y los aumentos de tipos son insuficientes. Debido a esto, la inflación anual subyacente todavía se encuentra en un máximo de tres décadas.
Según el consenso de Bloomberg la inflación está disminuyendo y llegará al 4 % en 2023. Si ocurre, implica que en dos años los consumidores y empresas verán una inflación acumulada de al menos el 12 %, porque no “bajan los precios”, se modera el ritmo de aumento. Inflación persistente.
El mercado ya descuenta ese escenario de inflación persistente y mayores subidas de tipos. Aunque parezca contradictorio, es una buena noticia. El gran problema del posicionamiento de los inversores a principios de 2021 es que era extremadamente optimista con la inflación y con las estimaciones de crecimiento. Por ello, es bueno que el mercado haya adaptado sus expectativas a un escenario más realista. Según Bloomberg Economics, los analistas ya han incorporado las subidas de tipos anunciadas por los bancos centrales y adaptado gran parte de sus estimaciones de beneficios empresariales, y un escenario más realista da pie a una recuperación de los mercados financieros.
Conviene recordar que la gran diferencia de nuestro entorno con el que vimos en 2008 es la fortaleza del sector financiero y que las condiciones de crédito se mantienen laxas. No percibimos un riesgo real de “cierre de crédito” (credit crunch) y ese escenario nos lleva a ser más constructivos desde la prudencia.
Como explicamos en nuestra conferencia “Inversión a largo plazo ante un invierno difícil”, es momento de buscar ideas de inversión a largo plazo evitando los cantos de sirena que nos intentan convencer de que lo que estamos viviendo estos meses es un desastre. Una mirada a medio y largo plazo nos recuerda que los periodos de corrección son oportunidades para comprar activos atractivos a precios razonables.
Tampoco debemos ser excesivamente optimistas y lanzar fuegos artificiales. Los hogares y las pequeñas empresas están soportando todo el peso de la restricción financiera y debemos monitorizar los beneficios empresariales, ya que los márgenes claramente sufren en un entorno de inflación persistente.
Sí, subir tipos duele a corto plazo, pero es esencial para reconducir la economía. Hay que evitar una estanflación como la de la década de los 70 porque es muchísimo más dañina que una corrección sana de los mercados financieros. Es, por lo tanto, positivo que los analistas ya no esperen que los bancos centrales paren las subidas de tipos, sino que lo incorporen a sus expectativas y, con ello, empiezan a aparecer buenas oportunidades en consumo minorista, salud e inteligencia artificial.
No hay una solución rápida ni mágica para la inflación. Es bastante fácil crearla y extremadamente difícil detenerla. Tenemos que monitorizar los beneficios empresariales y aprovechar la contracción de múltiplos en los principales índices para comprobar que las valoraciones son correctas y atractivas. ¿Lo peor ha pasado? Nunca se sabe a ciencia cierta, pero lo que sí sabemos es que el mercado ya no descuenta recuperaciones de fantasía y escenarios de precios de ciencia ficción y eso hace que las valoraciones actuales sean más creíbles y ofrezcan oportunidades para construir carteras de largo plazo.