El sistema bancario no se está encogiendo, simplemente se está adaptando al tamaño real del mercado tras el espejismo de crecimiento eterno que se dio antes de la crisis de 2008
Muchos ciudadanos están preocupados ante la ola de fusiones bancarias anunciadas. En algunos medios de comunicación se alerta sobre un riesgo de falta de competencia y un posible peligro de aumento de comisiones y tipos. Sin embargo, ¿son esas preocupaciones justificadas?
La realidad nos dice que no. El proceso de fusiones bancarias que estamos viviendo en toda Europa responde a tres factores:
1) La necesidad de fortalecer el modelo de negocio y el balance ante lo que es un escenario de tipos de interés reales negativos que probablemente durará mucho tiempo.
2) La lógica empresarial ante el riesgo de aumento de préstamos de difícil cobro que requiere de bancos fuertes y solventes.
3) La evidencia de un sector que estaba sobredimensionado ya antes de esta crisis.
La historia nos ha demostrado que la concentración del sector ha tenido a la vez un carácter defensivo y de reordenación lógica. Entre 2009 y 2019 el número de entidades bancarias en España ha bajado de 55 a menos de diez. Sin embargo, en ese periodo los tipos de las hipotecas, las condiciones crediticias y las comisiones no han subido. De hecho, han bajado. Las fusiones no reducen la competencia en un sector tan regulado como el bancario, porque no es solo el número de entidades nacionales lo que importa, sino la evidencia de que hoy un ciudadano español puede acudir a servicios bancarios de entidades nacionales, internacionales, empresas de financiación alternativa, fintechs e incluso entidades no bancarias que se han adentrado en la actividad de prestar, invertir y financiar. Hay menos entidades nacionales, pero una oferta mucho más diversificada y, con ello, más competencia.
Las fusiones no solo tienen lógica empresarial por complementariedad de negocio, necesidad de ganar músculo financiero para enfrentarse a un mundo de tipos bajos y represión financiera implementada por los bancos centrales, sino que es también consecuencia de que muchas se han dado cuenta de que el tamaño del mercado español no es ni va a ser tan amplio y rentable como algunos estimaban en 2005-2007.
La banca se está dando cuenta de que el mercado español está limitado por la demografía y el tamaño empresarial. España es un país con un importante cambio en la pirámide de población que hace que la demanda de productos de ahorro sea diferente a la de una población joven y creciente. España, además, es un país de empresas muy pequeñas, incluidas las mal llamadas «grandes empresas», comparado con otras economías europeas.
Si en 2005-2007 el sector bancario estimaba crecimientos de volumen de negocio de doble dígito y con rentabilidades sobre activos tangibles muy superiores a su coste de capital, la realidad de la Unión Europea y de España ha desechado esas expectativas optimistas. Nos enfrentamos a años de tipos negativos, exceso de liquidez y una Eurozona donde el tamaño empresarial es pequeño y casi el 20% de la población tendrá más de 60 años dentro de pocos años. Un negocio bancario con bajísimos márgenes, baja rentabilidad sobre activos tangibles y donde todavía se acumula un porcentaje de préstamos de difícil cobro que triplica el de la banca norteamericana, por ejemplo.
El sistema bancario no se está encogiendo, simplemente se está adaptando al tamaño real del mercado tras el espejismo de crecimiento eterno que se dio antes de la crisis de 2008.
Es importante recordar que tener entidades más sólidas y capaces de sobrevivir a entornos difíciles es clave para la recuperación. En la crisis de 2008 muchos, erróneamente, culpaban a la banca de todos los males, cuando el sector financiero es simplemente un síntoma de un problema estructural mayor, no la causa. En 2020, nadie puede negar que las fusiones han tenido un efecto positivo. Tener entidades más fuertes, con un balance más sólido y mayor capacidad de enfrentarse a una crisis ha permitido que el crédito siga fluyendo y los bancos hayan llevado a cabo una labor admirable en un periodo de enormes dificultades para sus clientes. Esta crisis nos demuestra que tener decenas de entidades débiles ni mejora la competencia ni el acceso a crédito.
En 2020, con menos de una quinta parte de entidades que en 2008, empresas y familias han recibido servicios y crédito en condiciones más asequibles y ventajosas sin que se haya generado un cierre de crédito («credit crunch»).
El escenario de los próximos años va a ser muy parecido al actual. Bajos tipos de interés y bajos márgenes de intermediación. Por eso se necesitarán más fusiones y entidades mejor preparadas para enfrentarse a los ciclos económicos, que son cada vez más frecuentes, aunque menos severos que hace cuarenta años.
En este contexto, la decisión de Sabadell y BBVA de no proseguir con su fusión no es una buena noticia, y es deseable que no se haya roto la negociación por estimaciones propias de valoración alejadas de la lógica. Es esencial que el panorama bancario español y europeo siga adelante con fusiones bancarias o nos encontraremos en pocos años con un problema de solvencia en medio de un mar de liquidez, un error que se cometió en Japón y que el Banco Central Europeo ya ha recalcado, puesto que va a seguir manteniendo su política de represión financiera, bajísimos tipos y alta liquidez, aunque la inflación repunte.
Los grandes retos de estas fusiones que estamos viviendo son muy similares a los del pasado: Mejorar la rentabilidad en un mundo de tipos reales negativos y reducir el riesgo en una Europa que exige a la banca soplar y sorber a la vez, prestar mucho y barato a la vez que fortalece su balance. Esa difícil tarea no se puede dar con un número elevado de entidades ya que no responde ni al tamaño del mercado europeo ni a las expectativas de márgenes y rentabilidad sobre activos.
Sean bienvenidas las fusiones siempre que tengan lógica empresarial y, sobre todo, se eliminen las presiones políticas que buscan mantener el errado concepto de «campeones locales». En un mundo cada vez más interconectado, competitivo y con creciente intervención de los bancos centrales, es esencial que los bancos se adapten, sean más fuertes y mejor preparados para el cambio tecnológico, la digitalización y la internacionalización.
No se preocupen, la competencia y servicio están asegurados. Lo que debemos es celebrar que los bancos reconozcan la situación económica real y se adapten.
Daniel Lacalle. Presidente del Consejo Asesor del Observatorio sobre la Realidad Financiera.