El cierre nuclear es irresponsable y contraproducente

La posición del Gobierno de Sánchez con respecto a la energía nuclear es similar a la que tiene en defensa: vacía, sectaria y contraproducente.

La politización de la energía nuclear hunde la competitividad de España

Hay múltiples razones para extender la vida de las centrales nucleares: No solo existen razones técnicas, ya que las centrales son seguras y funcionan de manera admirable, sino de seguridad, de suministro y competitividad. Cerrar el parque nuclear llevará a un mix energético más volátil, caro e intermitente. 

Mientras Tersa Ribera exigía “no volver a la casilla de salida” en España y mantenía su obsesión antinuclear, ahora que está en Europa, ha autorizado ayudas de cerca de 32.000 millones para ampliar la vida de dos centrales nucleares belgas. Ay, el activismo de ida y vuelta. Pro-nuclear en la Comisión y antinuclear en el Gobierno.

No podemos olvidar que llevamos dos años con cortes de suministro a la industria en periodos de alta demanda. Esto, que ha pasado desapercibido para la mayoría de los ciudadanos, es una catástrofe. Red Eléctrica ha tenido que acudir a la medida de emergencia de cortar el suministro eléctrico a las industrias interrumpibles ante picos de demanda que no se han satisfecho con la oferta disponible.

La decisión de cerrar las centrales nucleares es ridículamente ideológica. El Gobierno de España está secuestrado por activistas que no saben de energía ni de industria. Los mismos que quieren coches eléctricos por encima de todo sin entender que el cobre, el litio y las tierras raras hay que minarlos y que se necesitan decenas de nuevas minas para abastecer la demanda si se cumplen sus objetivos de activista de Powerpoint.

La decisión de cerrar las centrales nucleares es ridículamente ideológica

Las centrales nucleares son seguras, ofrecen un suministro de base esencial para la garantía de abastecimiento, y además serían competitivas si no estuvieran asfixiadas a impuestos. Se puede extender la vida de centrales que son seguras y con capacidad para seguir produciendo electricidad competitiva y abundante, pero el debate va más allá de la extensión de la vida útil. La fiscalidad y la regulación asfixian la rentabilidad de las centrales, haciéndolas inviables.

El gobierno parece dispuesto a analizar la posibilidad de extender la vida útil de alguna de estas centrales, pero exigiendo un precio máximo. Lo que no dice el gobierno es que más del 60% de los ingresos de esta tecnología se van en impuestos. Las empresas eléctricas corren con todos los costes y el estado absorbe más del 60% de los ingresos.

Las centrales nucleares no son inviables económicamente por costes o eficiencia operativa, sino por una fiscalidad confiscatoria.

El gobierno se escuda en que la fiscalidad de la energía en España no es elevada si se compara con países de nuestro entorno. A mí me da igual que se comparen con países que ya son infiernos fiscales, pero es que, además, el argumento es falso. La carga fiscal española es 12 euros por megavatio hora mayor que la francesa, y las propuestas que llegan desde el Gobierno de Sánchez y sus socios, que siempre ven al sector energético como si fuera un cajero automático a su servicio, pueden elevar ese exceso de gravamen a 15 euros por megavatio hora.

No podemos olvidar que la fiscalidad a la nuclear se implementó para cubrir posibles aumentos de costes de ENRESA y, sin embargo, esos impuestos no son finalistas y se usan para continuar engordando el aparato burocrático del estado.

Las centrales nucleares no son inviables económicamente por costes o eficiencia operativa, sino por una fiscalidad confiscatoria

Eliminar las centrales nucleares no solo subiría los precios, en igualdad de condiciones, entre un 20% y un 30%, sino que convierte a la seguridad de suministro en un infierno porque el mix eléctrico es volátil e intermitente.

Cerrar las nucleares es la mejor manera de depender mucho más del gas ruso. De hecho, España, que ha disparado las importaciones de gas natural licuado ruso hasta 8.900 millones de euros desde el principio de la guerra, es uno de los mayores compradores de este combustible a Rusia, junto con Francia y Bélgica, según CREA.

La ideologización de la energía es una estupidez infantil. La energía nuclear es de izquierdas en Francia y de fachas en España.

Una política energética seria debe atender a tres principios: Seguridad de suministro, asequibilidad y competitividad. El gobierno español, y la mayoría de los europeos, se han olvidado de esos tres principios. Hoy, las empresas españolas pagan más del doble por el gas natural y la electricidad que sus competidores chinos y estadounidenses.

La eliminación de las centrales nucleares se defiende argumentando que debemos instalar más eólica y solar. Sin embargo, ese análisis es falaz ya que equipara capacidad instalada con producción media y en picos de demanda y eso no ocurre. Así, se ha visto en Alemania y España como la decisión de cierre de nucleares, a pesar de un aumento considerable de capacidad solar y eólica, acaba por generar más consumo de carbón y gas natural para garantizar la demanda. 

La decisión del activismo miope ecologista de acabar con las centrales nucleares ha sido el mayor regalo a Rusia y los productores de gas y carbón mundiales. En Yamal, Siberia, deben estar partiéndose de la risa cuando escuchan a Sánchez vanagloriarse de ser el Gobierno más verde de la historia mientras dependemos más del gas natural licuado ruso.

Debemos continuar avanzando en renovables, pero no podemos olvidar que no existe proceso de transición energética competitivo si no hay gas natural y nucleares. 

En China y Estados Unidos se frotan las manos cuando leen las estupideces que repiten nuestros políticos. Ellos saben que la única estrategia válida en energía es la garantía de suministro y la competitividad. Sin energía abundante y asequible no hay industria, no hay competitividad y no hay crecimiento productivo. 

El activismo antinuclear no es estúpido. Su objetivo no es el respeto al medioambiente, sino la destrucción del tejido empresarial. Son anti empresas, no pro medioambiente, por eso no se puede dialogar con ellos.

Hay que enfrentarse radicalmente al virus de ultraizquierda escondida bajo el falso paraguas “verde” que ha hundido a la Unión Europea y que, ante el evidente fracaso de sus políticas, pretende doblar la apuesta para alcanzar su objetivo de arrasar el tejido industrial. Nos va la vida en ello.

Acerca de Daniel Lacalle

Daniel Lacalle (Madrid, 1967) es Doctor en Economía, profesor de Economía Global y Finanzas, además de gestor de fondos de inversión. Casado y con tres hijos, reside en Londres. Es colaborador frecuente en medios como CNBC, Hedgeye, Wall Street Journal, El Español, A3 Media and 13TV. Tiene un certificado internacional de analista de inversiones CIIA y un máster en Investigación económica y el IESE.

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