España ha terminado el año 2022 con un nuevo récord de deuda pública, 1,5 billones de euros. Supone un aumento de 8.384 millones más que en octubre, y eso con ingresos que alcanzan niveles históricos tras la subida de impuestos generalizada por no deflactarlos a la inflación.
El endeudamiento aumentó un 5,6% con respecto a noviembre de 2021, lo que supone un incremento de 79.227 millones en un año. En 2023, el Tesoro tiene que refinanciar 257.000 millones en 2023 y no podemos olvidar que, en las propias estimaciones del gobierno, se incurrirá en unas necesidades de emisión de deuda neta, de nuevo, con ingresos récord, de otros 70.000 millones de euros por el elevado déficit estructural.
España no crece, se endeuda. Con los últimos datos de contabilidad nacional y estimados por la AIReF, España se quedará un 1,1% por debajo de los niveles de PIB de 2019 pero con un aumento de deuda pública de más del 15%. Y eso usando la deuda neta de acuerdo con el protocolo de déficit excesivo. Si usamos los pasivos totales de las administraciones públicas incluyendo la deuda den manos de entes públicos, que también se paga, supera los dos billones de euros.
La deuda se paga. Se paga todos los días, refinanciándola (pagarla y volver a emitir) y el riesgo es elevadísimo.
La deuda pública siempre se paga. Se va a pagar con más inflación, más impuestos o más recortes… O las tres a la vez. Y, desde luego, se paga porque funciona como una enorme losa sobre el sector productivo.
Los que dicen que la deuda pública es buena y el déficit son reservas que el estado crea para el sector privado simplemente cuentan una mentira. Si la deuda y el déficit fueran reservas que benefician y fortalecen al sector privado, hoy España sería líder en recuperación -no la última en recuperar el PIB de 2019-, y en mejora de la renta disponible. Sin embargo, la realidad es que la renta disponible de los ciudadanos se ha destruido y que España se queda a la cola también en renta disponible, renta disponible líquida real y poder adquisitivo, con datos oficiales. Si usásemos la inflación real, no el IPC oficial, sería mucho peor.
Durante años, el gobierno ha utilizado la política de la cigarra para aumentar los desequilibrios ante el mayor estímulo fiscal y monetario de la historia de España. Y ese mal llamado estímulo se ha acabado y el resultado es atroz. España sigue a la cola de la Unión Europea al no recuperar el PIB de 2019 aunque ha disparado el gasto público con deuda, que disfraza el PIB.
Somos más pobres y debemos más. No, esto no le ha pasado a todo el mundo. Desde que gobierna Sánchez, la deuda pública ha aumentado en 348.200 millones de euros, el país de nuestro entorno que más ha aumentado la deuda con mucha diferencia, y hasta situar a España entre los cuatro países más endeudados de la eurozona.
Hasta hace poco el banco central compraba el 100% de las emisiones de deuda neta de nuestro país, el que más ha tirado del exceso monetario junto con Italia. Y se ha acabado. El Tesoro ya paga un 3% por la deuda a doce meses, el interés más alto desde 2012.
Lagarde ha alertado de que “la inflación sigue siendo excesivamente alta y mantendremos la senda de tipos durante un periodo suficientemente largo para reducirla al 2%” (Bloomberg). Todas las autoridades monetarias están avisando de la necesidad de retirar unos estímulos monetarios que “han sido demasiado expansivos” (gobernador del banco central de suiza) y son “responsables de una parte significativa de la elevada inflación” (presidenta del FMI). Sin embargo, el gobierno se comporta como si no pasara nada. Se escudan en que la prima de riesgo es moderada -a pesar de que ha aumentado y es superior a la de Portugal-, ignorando que continúa el programa “anti-fragmentación” de disfraz de riesgo, que la prima de riesgo no refleja el riesgo real y que cuando se dispara es demasiado tarde. El riesgo se acumula lentamente y salta muy rápido.
El gobierno sabe que ese es un problema con el que tendrá que lidiar otra administración. Con una oposición que parece abandonar cada día la reducción del gasto y la bajada de impuestos para abrazar el continuismo en aras de una “mejora de confianza” de gradualismo condenado al fracaso, solo vamos a seguir empobreciendo al país y pasando el coste a los ciudadanos mientras se perpetúa un sistema extractivo y confiscatorio que no ha funcionado ni funciona incluso con masivas inyecciones neokeynesianas de disfraz barato y fracaso probado. Le echarán la culpa a “los mercados”, no lo duden.
Excelente artículo. Mientras el barco se hunde, el ayuntamientos de Burgos prohibe las armas nucleares, supongo que en Burgos. Esto no lo supera ni los hermanos Marx si vivieran.