El plan de estímulo monetario de 60.000 millones de euros mensuales del Banco Central Europeo, expansión cuantitativa o QE, se lanzó cuando las economías de la Eurozona empezaban a recuperarse, y en pocos meses los riesgos globales hicieron que el efecto euforia se disipase. Pero las primas de riesgo han caído a mínimos. Sin ir más lejos, esta semana el Tesoro español emitía más de 2.200 millones de bonos a tipos negativos. Nos pagan por prestarnos.
Ayer, Mario Draghi comentó varios aspectos relevantes con respecto al plan implementado que nos deben hacer pensar antes de lanzarnos a la euforia. La posibilidad de aumentar la cantidad del estímulo monetario ante la incertidumbre global, la probable extensión del programa más allá de 2016 y ampliar el tipo de activos incluyendo renta variable y bonos corporativos. No se anuncia semejante cambio si los riesgos para el crecimiento no fueran claros.
La reacción de las bolsas ante el posible enchufe de más gas de la risa monetario no se hizo esperar y el Eurostoxx rompía resistencias al alza. El impacto de las políticas monetarias sobre los activos financieros vuelve a lanzar a los inversores a tomar mayor riesgo por menor rentabilidad. Pero la liquidez excedentaria de la Eurozona es de más de 470.000 millones de euros. Gran parte de la masa monetaria emitida por el BCE no encuentra lugar donde invertir. En el caso de algunas emisiones de bonos, el BCE supone ya más del 100% de la demanda. La capacidad de compra supera a las necesidades de financiación netas de muchos países.
El problema, como estamos viendo en Japón, al borde de la recesión tras el rotundo fracaso de Abenomics, es claro. No se puede imprimir crecimiento ni crear inflación porque lo decida un comité.
El Plan Juncker, por ejemplo, supone unos 360.000 millones en inversión en infraestructuras. La mitad de lo que imprime el BCE al año. ¿Dónde invertimos el resto? El problema de Europa no es de falta de inversión tras dos décadas de planes industriales que han dejado una sobrecapacidad del 20% y una enorme deuda. Es de exceso de gasto.
No vamos a solucionar con más liquidez el impacto de China, Brasil, emergentes y las fuerzas que ralentizan el crecimiento global. Un chute adicional de gas de la risa monetario no va a suplir el efecto deflacionista de un 20% del PIB del mundo en desaceleración. Aumentar la liquidez no va a generar más inversión cuando hay sobrecapacidad. Lo que hace falta es devolver el dinero a los ciudadanos para que consuman y, si les place, ahorren. Es su dinero.
Mario Draghi es un técnico brillante, y es consciente de los riesgos, pero sus palabras muestran que no va a ser el chivo expiatorio de los gobiernos europeos. Siempre repite que la política monetaria es sólo una herramienta y que sin reformas estructurales no funciona. Él va a poner la herramienta. Los inversores y estados tienen su regalo de Navidad. Ahora toca implementar las políticas de oferta y mejoras de renta disponible de empresas y familias que hagan que Europa salga del estancamiento.