El debate sobre la dolarización de la economía argentina suele centrarse en su viabilidad y en la pérdida de “soberanía monetaria”, pero suele olvidarse el factor más importante: El peso es una moneda fallida e inviable. Este factor clave se ignora en Argentina porque se ha generalizado la visión de que “sube el dólar” cuando la realidad es que se desploma el peso.
¿Por qué es el peso una moneda fallida?
Primero, hay más de diez tipos de cambio del peso y todos son falsos. Solo se puede decir que el dólar blue es lo más parecido a un tipo de cambio real que refleje la demanda y oferta de moneda. Un país con diez tipos de cambio o más es un país con una moneda falsa y fallida.
Segundo, la demanda internacional y doméstica de pesos es prácticamente inexistente y desde luego muy alejada del aberrante aumento de la base monetaria. Según publica la Fundación Libertad y Progreso, la demanda de pesos es la más baja en 20 años y lleva cayendo sin pausa desde 2020, mientras, en ese mismo periodo, la oferta monetaria se ha multiplicado por cuatro. Desde 2018, según el Banco Central de la República Argentina, la base monetaria ha aumentado un 443% y en diez años más de 1.961%.
Tercero, el Banco Central incluye una enorme bomba de relojería monetaria con la deuda remunerda (leliqs, pase) que supera el 12% del PBI a cierre de este artículo. La base monetaria incluidos los Leliqs, una bomba de emisión a futuro y mayor inflación, ha aumentado un 1.050% en cinco años. Los ciudadanos de toda Argentina saben que el poder adquisitivo de su moneda va a desplomarse ante el constante ataque que supone una política monetaria extractiva y confiscatoria,
Un país donde en cualquier restaurante te ofrecen un descuento de hasta el 30% si pagas en efectivo porque saben que van a perder dinero en el periodo hasta que reciben el dinero del banco es la demostración de una moneda fallida.
¿Es viable dolarizar?
Por supuesto. De hecho, los ciudadanos argentinos ya dolarizan todo lo que pueden para escapar de la apisonadora monetaria gubernamental. Lo que no es viable es mantener el peso.
Para dolarizar hay que solucionar el agujero monetario de los Leliqs y Pase y el desfase cambiario. Para ello hay que llevar a cabo una reforma inmediata y eliminar el cepo cambiario además de eliminar todas las barreras a la exportación. Es decir, abrir la economía argentina para llenar el país de reservas (dólares), algo que no es difícil siendo un país rico y con enormes oportunidades. El cepo cambiario es la evidencia de una moneda fallida; intentar confiscar los pocos dólares que llegan a la economía en vez de maximizar la entrada de reservas con una política abierta al mundo.
Dolarizar es también eliminar trabas fiscales y administrativas. Los gobiernos de Argentina tienden a ignorar que la autarquía y el aislamiento solo generan miseria. Para eliminar el incentivo perverso del Banco Central de Argentina de continuar monetizando un gasto público inviable, hay que llevar a cabo un ajuste radical del gasto político e innecesario.
Casi el 20% del presupuesto se destina a muchas partidas que esconden gasto clientelar y político que puede y debe reducirse.
En Argentina hay más de un 8% del PBI en el presupuesto de gasto que no tiene que hacerse por parte del estado, con la corrupción y desplome del peso que supone.
Un ajuste así llevaría al país a superávit fiscal, permitiendo la dolarización inmediata.
Adicionalmente, es una aberración económica que Argentina, un país que tiene casi todo lo que demanda el mundo, acumule un enorme déficit comercial en el primer semestre de 2023. El déficit comercial del primer semestre supera los 4.368 millones de dólares. Es intolerable que un país rico y con enorme potencial vea sus exportaciones desplomarse un 24,7% por la errada política fiscal y monetaria del gobierno, que hace que exportar sea inviable económicamente. Hablamos del déficit comercial más elevado para un primer semestre desde el año 2018 cuando Argentina debería estar publicando récord de exportaciones.
Un cambio radical en las políticas intervencionistas a nivel fiscal y monetario llevarían al país a superávit comercial y fiscal, generando riqueza y mejora del poder adquisitivo de las partes del presupuesto que no se deben tocar, como Seguridad Social y jubilación. De hecho, con la entrada de reservas y el control monetario, esas jubilaciones y ayudas valdrían mucho más en poder adquisitivo.
¿Perder la soberanía monetaria? La pregunta que debemos hacernos es para qué se quiere soberanía monetaria. La supuesta soberanía monetaria en Argentina solo ha servido para empobrecer a la población y hundir el peso. Es más, la soberanía monetaria se ha perdido hace mucho tiempo con la antes mencionada política monetaria extractiva. Es duro decirlo, pero el gobierno y banco central de Argentina no tienen credibilidad ni demanda como emisores de moneda y, por lo tanto, tampoco soberanía. Usted pensará que eso cambiaría con otro gobierno, pero la evidencia nos muestra que el desajuste monetario vuelve a desbocarse en cuanto vuelven las políticas populistas. No olvidemos que Macri heredó un agujero monetario en el Banco Central de más de 22.000 millones de dólares equivalentes en deuda remunerada.
El problema de la soberanía monetaria es que significa darle el poder sobre la emisión de moneda a los que se benefician de su destrucción, ya que la devaluación constante convierte a los ciudadanos en rehenes y cautivos del poder político. Es muy fácil prometer enormes subvenciones con dinero que no se tiene y emitirlo masivamente, porque luego le echan la culpa de la inflación a los supermercados y se presentan como la solución al problema creado por los propios políticos populistas. La destrucción monetaria no es una fatalidad, es una política que busca absorber la riqueza de la economía a favor del poder político, que se enriquece de manera exponencial y, por supuesto, en dólares.
¿Y aumentar transacciones con China en yuan? El yuan chino, el euro o el dólar no son el problema. Con la política actual, Argentina no va a dejar de hundir el peso que, además, ha perdido más de un 90% de valor contra el yuan desde hace una década. Algunos no parecen entender que el problema no es el dólar o el yuan, sino el peso, y que las empresas y gobierno chinos no van a aceptar pesos para sus transacciones globales. China es un prestamista mucho más riguroso y duro de lo que algunos intentan vender. Dolarizar es relativamente fácil gracias al potencial exportador de Argentina y el acceso a un sistema financiero global abierto y transparente. Yuanizar es mucho más difícil porque China tiene controles de capitales y no quiere colaterales en pesos.
Dolarizar es la única manera de parar la espiral de empobrecimiento inflacionista que han impuesto los gobiernos populistas. No dolarizar significa más pobreza y más inflación.