«The wounds on your hand never seem to heal, I thought all I needed was to believe» David Sylvian, Ryuichi Sakamoto
El miércoles el Banco de Japón volvió a revisar a la baja las expectativas de crecimiento de la economía japonesa. Las nuevas estimaciones apuntan a un crecimiento del 1,7% y la inflación al 0,7%. Dichas cifras contrastan con la previsión anterior -de hace pocos meses- de un crecimiento del 2% y una inflación del 0,8%. Esto tras un 2014 en el que la economía creció un insignificante 1,4%. Todo ello con un estímulo de un 15% del PIB anual. Imprimir 712.000 millones de dólares anuales para crecer y evitar la deflación sólo ha llevado a un crecimiento muy pobre y a que la inflación subyacente -la que importa, es decir quitando alimentos y energía- se sitúe en el 0,1%.
Como ocurre siempre desde que se lanzó el plan de Abenomics, un primer trimestre ópticamente positivo ha llevado a los analistas keynesianos a lanzar las campanas al vuelo con palabras de «éxito» y «cambio de ciclo». Y se han vuelto a equivocar. Estemos atentos a la segunda mitad del año que se presenta complicada.
Ya hemos comentado en varias ocasiones en esta columna el error de esta política de expansión monetaria, el llamado Abenomics. Les recuerdo mis posts «Japón y el manga monetario» y «Abenomics y el timo de la estampita».
Dicho plan estaba basado en tres «flechas»: estímulo fiscal, expansión monetaria y reformas estructurales. Subir impuestos, imprimir y reformar. De la tercera flecha, ni caso. Como quien oye llover.
¿Por qué no consumen los japoneses?
Si los tipos de interés son tan bajos -casi cero- y el gobierno aplica estímulos… deberían lanzarse a las tiendas. Un buen amigo de Mitsuho Bank me decía ya hace meses «los japoneses tienen muy buena memoria, no ignoran la historia». Y sabían que este nuevo vial de adrenalina monetaria no es diferente a los seis anteriores. Sólo mayor. Vendría con subidas de impuestos -ya lo hemos visto con el aumento de tasas al comercio- y con caídas de la riqueza real -los salarios reales han caído a niveles de hace 21 años en Japón tras el lanzamiento de Abenomics-.
Los adalides de las soluciones mágicas monetarias también ignoran las tendencias demográficas. La población ha caído en casi un millón de personas desde 2008, pero el segmento entre 15 y 64 años ha caído en 4 millones de personas aproximadamente, mientras que los habitantes de más de 65 años han aumentado en casi cuatro millones (según Asian Review). Es decir, la población japonesa envejece de manera muy rápida y eso impacta en las tendencias de consumo. Adicionalmente, es una sociedad que dificulta la inmigración con una cultura a la vez moderna y cerrada.
Este nuevo vial de adrenalina monetaria no es diferente a los seis anteriores. Sólo mayor.
Y esa tendencia demográfica y su impacto en las decisiones de consumo no los soluciona la política monetaria.
La deuda pública de Japón no se ha reducido con Abenomics, se ha disparado al 230% del PIB. Muchos me dicen que da igual, porque pagan poco -0,6%- por sus bonos a largo plazo y la mayoría de la deuda la soportan los propios japoneses en sus bancos, planes de pensiones y fondos de inversión. Por eso el coste es tan bajo, se la venden a sí mismos. Y es cierto, pero Japón se deja ya el 22% del presupuesto en pagar intereses de su deuda a pesar de ser barata y de bajo riesgo. La política expansiva que solo expande el riesgo.
Japón es el mayor perdedor de la ralentización china… Pero le salva el petróleo.
El principal socio comercial de Japón es China, y la ralentización de importaciones del gigante asiático, que caían un 6% en la última cifra oficial, afecta de manera muy relevante a Japón. La política monetaria no ayuda de manera relevante a mitigar la ralentización de uno de tus mayores socios comerciales. Porque el aumento de las exportaciones es muy limitado, ya que la mayoría de las exportadoras japonesas tienen sus divisiones con costes locales en los países donde comercian. Lo que le ha venido de maravilla a Japón ha sido la caída del petróleo y gas, que le ha permitido reducir su déficit comercial a pesar de que la devaluación del yen ha disparado el coste de las importaciones no energéticas.
Finalmente, la economía japonesa empieza a mejorar en gobierno corporativo y transparencia de su sector público y sus empresas. Es un avance importante porque lo que en Tokio llaman «intereses especiales» -corrupción- es parte del problema, y tampoco lo soluciona la política monetaria cuando el país necesita abrir puertas y atraer nueva inversión y reestructurar sectores ineficientes, especialmente los conglomerados dinosáuricos de baja rentabilidad y pobres resultados que quedan. Según varios analistas independientes, esos problemas de transparencia reducen entre un 0,5% y un 1% las posibilidades de crecimiento de la economía (Transparency International entre otros).
Sin embargo, es muy difícil ver como van a solucionar un problema estructural de demografía, «intereses especiales» y desaceleración de China con la máquina de imprimir.
La gran lección de Japón es que la política monetaria compra tiempo, pero no crecimiento. No se puede imprimir crecimiento.