«No es lo mismo una empresa energética que una que fabrique yogures», José Montilla
“Spain faces the risk of expensive overcapacity and rising tariffs”, ABN Amro, 2006
Escucho el debate reciente sobre supuestos oligopolios que expolian a los ciudadanos y no me sorprende.
En 2005-2006, muchos ya decíamos que estábamos creando un monstruo energético de sobrecapacidad, caro, ineficiente y subvencionado, pero nadie hizo caso.
La burbuja de infraestructuras y capacidad de generación eléctrica que se creó con el aplauso de todos, ciudadanos, gobiernos, empresas y reguladores, tiene muchas similitudes con la inmobiliaria.
-Los gobiernos que planificaron para un crecimiento eterno
-Unas comunidades autónomas que tenían que tener todas una planta de regasificación, miles de molinos, cientos de placas solares y decenas de ciclos de gas.
-Una remuneración y un sistema de subvenciones que hunde la competitividad si no crece la demanda.
-Una población que aplaudía los excesos regulatorios en subvenciones.
-Un sector que se lanzó al calor de expectativas de demanda injustificadas y subvenciones y se ahogó en deuda. Ahora se encuentra con rentabilidades paupérrimas y problemas de calificación crediticia.
-Todo un país que piensa que nada se paga.
En 2009, en “El despropósito energético nacional”, yo alertaba de que ya podíamos “rezar que la demanda vuelva a crecer brutalmente, porque si no la factura va a ser de broma”. En 2010, comentaba en mi artículo “Economía insostenible”, que “sostenible es el agujero que estamos cavando, porque la factura de la planificación del “a crecer a crecer”, de las primas y de la orgía de sobrecapacidad la pagarán nuestros nietos”.
Hoy, por culpa de nuestra mentalidad burbujera, la de todos, corremos el peligro de debilitar aún más a nuestras empresas, que son líderes en muchas otras tecnologías, con un sistema confiscatorio y sin seguridad jurídica en el que sufren los más débiles, los pequeños inversores y los consumidores.
Planificación burbujera
Un documento reciente del presidente de la Comisión Nacional de Energía, Alberto Lafuente, mostraba cómo la planificación energética -que era obligatoria- aprobada por el Gobierno para 2002-2011 asumía un crecimiento medio anual del PIB -y con el la demanda energética- del 2,9% hasta 2006 y del 3% de 2007 a 2011. Ahí es nada.
Bueno, vaya por Dios, todo el mundo se equivoca. Sin embargo, se construyeron decenas de miles de megawatios de nueva capacidad de acuerdo a esas “previsiones conservadoras”. Qué se la va a hacer. Un error lo tiene cualquiera.
Saltemos a 2008, con la burbuja inmobiliaria y la crisis bien asentada, y nos encontramos con que la planificación estimaba, qué casualidad, un crecimiento medio anual del 3% hasta 2016. Otro par de decenas de miles de megawatios construidos. ¡Venga!
Inversiones o donaciones
Para atender a esa inexistente “creciente demanda”, gobierno tras gobierno, nacional, regional, local, se liaron a dar permisos. Las inversiones anuales pasaban de 450 millones en gas y otros tantos en electricidad a mucho más del doble. “Hay que invertir”.
Decenas de excelentes profesionales, con décadas de experiencia que alertaban contra esta salvajada de previsiones y esta locura de inversiones innecesarias, fueron retirados de sus puestos. A ellos dedico este artículo. El futuro era nuestro y no había gasto, por extraño que fuera, que no nos pareciera esencial para la -que me parto-“seguridad de suministro” y con “rentabilidad mínima garantizada por el Estado”. Es decir, por usted, consumidor.
Vaya, hombre. Como la burbuja inmobiliaria. Sobrecapacidad del 40%.
Subvenciones desproporcionadas
Nos encantan las subvenciones. Les buscamos distintos nombres, “ayudas”, “apoyos”, “primas”, “incentivos”. Léxico burbujero. La enorme mayoría de la población las apoyaba, que ahora nadie se rasgue las vestiduras. Solo que nadie quería saber cuánto costaban.
Al carbón, ¡el pueblo con los mineros!, seiscientos millones, pagos de capacidad, otros seiscientos millones, costes regulados, un 10% de crecimiento anual y, por supuesto, primas renovables para todos, aunque las previsiones de crecimiento estaban demostrando ser fallidas. Total, un 1,5-2% del PIB en subvenciones cada año.
No pasa nada, porque lo paga usted
Entre 2008 y 2011, España pasaba de tener un coste medio de la electricidad antes de impuestos ligeramente superior a la media europea, a tener un coste medio un 20,5% superior a la media (fuente CNE). Y se preguntan por qué cierran las empresas y se deslocalizan.
Sin embargo, la media de precios mayoristas -precio del pool– no se movió de la media europea, como mostraba en mi artículo “El carajal eléctrico”.
Los sobrecostes no solo se acumulaban, sino que no se pagaban. Un déficit de tarifa que crece a una media de 4.000 millones de euros anuales desde 2008. Hasta 3.000 millones de euros en 2012, a pesar de los recortes a las eléctricas. Un déficit lleno de “promesas de pago” gubernamentales si la empresa aceptaba la exigencia de gastar -“invertir”- en sobrecapacidad.
No se cierra nada
Pero oiga, todos nos equivocamos, qué son 25.000 millones de euros más o menos de coste energético cuando nadamos en la abundancia.
¿Arreglamos el problema? ¿Se permite cerrar capacidad? ¿Se paran las inversiones hasta que se absorba la capacidad excedentaria? ¿Como país líder en renovables, cerramos plantas de carbón, Garoña? Nooooo.
Intente usted cerrar una planta en España. Se le echan encima sindicatos, gobiernos regionales, nacionales, opinión pública. Queremos capacidad gratis. Nos gusta la sobrecapacidad. Lo que no queremos es pagarla. Se aguanta la respiración y se espera “a que crezca la demanda a niveles adecuados”. Adecuados. Otros 1.500 megawatios de capacidad innecesaria en 2012.
Los oligopolios
Toda Europa y todos los sistemas eléctricos necesitan enormes empresas. En todos los países hay dos, máximo seis grupos eléctricos dominantes. ¿Por qué?
Porque las grandes inversiones que exigen los gobiernos, sobre todo en distribución, y las bajísimas rentabilidades que generan -6,8% de rentabilidad sobre el capital empleado en España, 8% en Europa- solo las puede soportar un grupo con un tamaño enorme que aguante la deuda.
Si añaden a ello que, gracias al sistema de “te debo pero no te pago”, el sector no genera caja libre -los beneficios son contables, pero gran parte no se cobra-ya me explicarán cómo se puede generar competencia. Sería un desastre de quiebra tras quiebra como… oh, espera… sorpresa… como fue España antes de las fusiones que generaron estos supuestos “oligopolios”, cuando se tuvieron que juntar empresas en problemas con otras para sobrevivir.
Pero, además, se confunde grandes empresas con manipulación. Oligopolio no hay cuando hay fragmentación. España es uno de los países que mejor se sitúa en el índice HHI (Herfindahl-Hirschman Index). Cuando este número es bajo, la industria es altamente competitiva y de baja concentración.
Renta de posición
Todos los sistemas eléctricos de Europa son marginalistas -el precio de la electricidad mayorista lo fija un proceso de subasta-. En Alemania, hay tres operadores mayoritarios, en Francia, tres, en Italia, cinco, en Reino Unido, seis. Y es precisamente la liberalización en generación la que establece el óptimo de mercado. Decir que la subasta está manipulada cuando ha evolucionado igual que la media europea es, cuando menos, una broma. O una manipulación pésima.
Ah, pero lo que queremos no es competencia, que como prueba el Reino Unido, no genera precios inferiores.
Lo que queremos es lo que llamamos “renta de posición”. Hacerse hueco en el camarote de los Hermanos Marx. No que haya competencia y libre mercado, y que las tecnologías caras cierren y sobrevivan las baratas, no. Lo que queremos es seguir con la sobrecapacidad, pero de un pastel limitado donde le quiten parte al que gana un poco más para darle al ineficiente. Eso aunque la energía del régimen especial –renovables- se debe comprar por obligación sea cual sea la demanda.
No queremos oligopolios, no. Queremos monopolios intervenidos y limitar el mercado. Si luego pasa como en Francia, que EDF ha tenido que ser rescatada dos veces por el Estado, o como ocurrió en España, donde fuimos hundiendo empresas eléctricas hasta que se fusionaron, no pasa nada. Son los malvados capitalistas.
Exigimos inversiones sin rentabilidad -dónde va a parar- un 33% más de empleados que la media del sector, que no se cierre una sola planta ineficiente y establecemos con “no sé qué criterio” la remuneración que consideramos “aceptable”, hasta que las empresas pierden acceso a capital o quiebran, y entonces le echamos la culpa a los mercados financieros.
El balance, la deuda que se genera y la falta de rentabilidad no nos importan.Alguien vendrá a pagar la factura.
Sobrecapacidad, más subvenciones que nadie, más inversiones que nadie, proteccionismo absoluto y todo gratis. Igual que en deuda soberana. No me extraña que todas las empresas, ante la voracidad recaudatoria, la injusticia regulatoria retroactiva y la inseguridad jurídica, decidan no invertir.
Queremos empresas gordas, pero no fuertes. Nos lo merecemos. Y mientras tanto, se debilitan cada vez más. Es el sistema eléctrico soviético, que ha funcionado tan bien que Rusia aún no se ha recuperado.
Lo que no nos gusta es pagarlo. Este carajal, amigos, lo hemos creado entre todos. Entre todos la matamos y ella sola se murió.