La reunión anual del World Economic Forum de Davos suele ser poco reveladora en cuanto a tendencias para el mundo económico. Se suceden una serie de conferencias y debates con muy poca discrepancia, un gran consenso y en general se produce esa sensación de estar escuchando a grandes líderes que dicen en público mucho menos de lo que podrían. Es un gran evento diplomático, la exaltación del consenso y la magnificación de la prudencia.
Esta reunión anual ha sido diferente. Sobre el foro de Davos han aparecido dos nubes importantes que pueden cambiar de manera radical la perspectiva económica del mundo. La aparición de populismos radicales en muchos países y el fantasma de una recesión global.
Hemos escuchado comentarios de alerta importantes, tanto del CEO de Goldman Sachs como de George Soros, que esperan que la devaluación y ralentización china empeore y, en el caso de Soros, mantiene una visión extremadamente negativa de Europa. Frente a esas impresiones, algunos análisis relativamente optimistas mantienen un ligero viento de cola para la economía europea, impulsada por la recuperación del consumo, y un crecimiento global que se mantiene por encima del 3%.
La política de los bancos centrales ha sido parte del debate más intenso. Mientras la presidenta del FMI, Lagarde, y el del Banco Central Europeo, Draghi, defendían la labor llevada a cabo para atacar la crisis, las voces de los grandes inversores alertaban sobre el riesgo de manipular el coste y cantidad de dinero creando burbujas financieras y riesgos de desestabilización global.
Merece la pena resaltar el análisis de la Organización Mundial del Comercio que sigue percibiendo riesgos a la baja de sus estimaciones de crecimiento global, a pesar de los importantísimos avances que se han conseguido con el Tratado Transpacífico, un auténtico hito que beneficia al 40% del comercio global.
La pérdida de puestos de algunas economías desarrolladas en el ranking de apertura al comercio (open for business) nos debe hacer reflexionar a todos sobre todo porque el fantasma del proteccionismo vuelve a asomar su terrible cara en un entorno en el que los populistas se aprovechan del miedo al exterior, a la tecnología y al cambio para ofrecer un falso paraíso de política de avestruz y rechazo a la globalización.
Sobre el auge de los populismos, John Kerry hizo comentarios muy importantes, destacando que “el mundo debe resistir la retórica de los populistas que busca dividir y enfrentar a la sociedad”.Los retos de la política de inmigración en la Unión Europea fueron analizados en detalle, y Emmanuel Macron alertaba sobre una Europa en la que los políticos habían decidido esconderse y mirar hacia dentro en vez de trabajar juntos. No es una casualidad que el populismo haya utilizado el argumento de los refugiados tanto para hacer demagogia como para criticar todas las políticas, sean las que sean. Ha sido la excusa perfecta para aprovecharse de una Unión Europea que no llegaba a acuerdos efectivos para criticar una política y la contraria en cada país.
La mayoría de las intervenciones han sido, como comentábamos, diplomáticas, muy de consenso y con mensajes positivos buscando un mayor esfuerzo global para hacer que el crecimiento económico se traslade a todos los ciudadanos y las políticas de cooperación sigan reduciendo la pobreza y mejorando las oportunidades para todos. En ese sentido cabe resaltar que la pobreza extrema en el mundo ha caído a los niveles más bajos de la serie histórica y que los esfuerzos de cooperación internacional, humanitaria y en inversión en desarrollo, vuelven a alcanzar máximos jamás vistos.
Muy positivos han sido los análisis sobre tecnologías disruptivas, mostrando cómo dichas tecnologías no sólo no destruyen empleo, sino que lo crean, y las propuestas para atacar el problema del desempleo juvenil desde programas de formación para el emprendimiento y una visión global de las oportunidades.
Estamos viviendo la cuarta revolución industrial, que generará oportunidades absolutamente inimaginables. Esa cuarta revolución es la de la tecnología, el mundo digital que está cambiando de manera radical como interactuamos. Nanotecnología, Fintech e impresoras 3D son elementos nuevos que modificarán permanentemente las relaciones comerciales, la forma en la que creamos valor y ponemos a disposición del mundo mejores servicios y experiencias nuevas. El mundo que viene con esa revolución es el de las experiencias, de las sensaciones, y la globalización es imparable.