En España, la narrativa confiscatoria repite constantemente dos falacias: que pagamos pocos impuestos y que la recaudación es para sanidad y educación. La presión fiscal normativa en nuestro país es un 17% superior a la media de la Unión Europea.

El esfuerzo fiscal es especialmente sangrante en un país de microempresas y donde la renta per cápita ajustada por poder adquisitivo está a quince puntos de la media comunitaria. Los impuestos a la inversión, ahorro, capital y consumo son asfixiantes y empobrecedores.
Un trabajador con un sueldo medio en España paga el 50% de lo que gana en impuestos, incluyendo directos e indirectos.
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