Los intervencionistas jamás han tenido la intención de reducir el paro, pero buscan maneras imaginativas y creativas de disfrazarlo. El ejemplo más evidente es la contrarreforma laboral de Yolanda Díaz.
Los datos de paro real -efectivo- y temporalidad empírica nos demuestran que la reforma de Díaz ni ha bajado el desempleo ni la precariedad. Un fracaso histórico como norma y un éxito como maquillaje estadístico.
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