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El Banco Central Europeo y La Gran Trampa

El Banco Central Europeo y La Gran Trampa

Mario Draghi sabe que mantener los mal llamados estímulos conlleva más riesgos que beneficios.

A pesar de la masiva inyección de liquidez, sabe que no puede disfrazar riesgos como el golpe de estado secesionista en Cataluña. El Ibex y el mercado continuo lo reflejan, dejando claro que el Banco Central Europeo no imprime prosperidad, solo pone un suelo a las valoraciones. Y eso es lo que ocurre.

El BCE quiere un euro débil. Pero es un juego de malabares pretender un euro débil y una economía fuerte. La Unión Europea se exporta fundamentalmente a sí misma. Los países miembros venden más de dos tercios de sus bienes y servicios a países de la zona euro. Por lo tanto, cuanto mejor exporten y se recuperen, más fuerte el euro. Y el BCE intenta romper esa tendencia. Lo ha intentado con mensajes acomodaticios, pero no ha sido hasta que ha aparecido el riesgo político que el mercado ha empezado a vender euros. Con las elecciones alemanas y la perspectiva de una coalición más que débil, los resultados de las elecciones austriacas y la situación de golpe contra la constitución en España, los operadores de mercado se han dado cuenta -por fin- de que el espejismo de “esta vez es diferente” en la Unión Europea era simplemente eso, un espejismo.

Un euro débil no ha servido para exportar. Las exportaciones no comunitarias de la Unión Europea llevan estancadas desde que se lanzó el programa de “más madera” monetario, a pesar de que el euro está mucho más débil con respecto a su cesta de monedas que cuando empezó el programa de estímulos. La Gran Trampa, que explico en mi nuevo libro. Y eso demuestra que el impulso exportador no se consigue por subvenciones artificiales como una devaluación, sino desde el valor añadido, algo que la Unión Europea ha dejado de buscar.

La Gran Trampa (Deusto) explica que el BCE se ha metido en un problema del que no es fácil salir. La primera evidencia es que debería haber terminado sus estímulos hace meses según su propio plan y ahí sigue. La segunda es que, con más de un billón de euros de liquidez excesiva, el BCE mantiene unasrecompras que eran a todas luces innecesarias y que han multiplicado por más de diez ese exceso de liquidez. La tercera es que los incentivos perversos han tomado la política económica europea.

El riesgo es enorme. Esta semana he tenido la oportunidad de hablar en la Reserva Federal de Houston y explicaba que el programa de recompras del BCE excede en más de siete veces las emisiones netas de bonos soberanos de la Eurozona. Durante todo el QE (expansión cuantitativa) de la Reserva Federal, nunca llegó a ser el 100% de las emisiones netas. Ahora que el BCE “reduce” esas recompras a 30.000 millones de euros mensuales, seguirá siendo más del 100% de las emisiones netas.

¿Qué significa eso? Que EEUU siempre mantuvo un mercado secundario sano, que garantizara que no se generasen enormes riesgos de colapso, porque la Reserva Federal compraba menos de lo que se emitía, prestando atención a que el mercado aceptase las valoraciones de bonos y activos financieros. Al extender el programa de recompras, el BCE admite que no sabe si hay un mercado secundario que compraría los bonos de los estados europeos a las tasas de rentabilidad actual. Hágase una pregunta. ¿Compraría usted bonos de un estado enormemente deficitario que ha parado el impulso reformista con una rentabilidad a 10 años inferior al 2%, si el BCE no los recompra? Exacto. No.Con más de 8 billones de dólares de bonos con tipos negativos, el riesgo en esa burbuja es enorme, porque llevaría a grandes pérdidas nominales y reales en miles de planes de pensiones que solo invierten en activos de renta fija de bajo riesgo. El ahorro en intereses del que se vanaglorian muchos estados se ha dado en gran parte a costa de los pensionistas y ahorradores. El BCE ha caído en su propia trampa porque ahora no puede ser riguroso con el límite que él mismo estableció ante la inexistencia de mercado secundario a estos precios.

La reforma financiera pendiente

La Gran Trampa está también en una Europa que ahora exige que se retrase y se desacelere el saneamiento de la banca. La banca europea acumula más de un billón de euros de préstamos de difícil cobro –incobrables gran parte– y el BCE sufre la presión por parte de muchos Estados que no han llevado a cabo una reforma financiera como la española esperando a que el tiempo lo curase todo. Esos Estados exigen que se “suavice”, que se pare el saneamiento de los activos tóxicos o se retrase. Es increíble, no hemos aprendido nada. Que se suavice. Es una locura.

Adicionalmente, los tipos cero están zombificando la economía. Hágase otra pregunta. ¿Qué tipo de inversiones y negocios se incentivan con tipos a cero que eran inviables a 1,5%? Imaginen. La Gran Trampa de la que no dejan a Draghi salir es que si se suben los tipos, algo urgente cuando el BCE está casi 200 puntos básicos por detrás de donde indica la curva, entonces la economía sufrirá. ¿Qué clase de economía es tan burbujera que no puede soportar una subida de 0,5%? Una economía donde se disparan las empresas zombi -aquellas que no pueden pagar sus intereses de deuda con beneficios operativos a pesar de los tipos bajos-. Según el BIS, el número de empresas zombi se ha disparado en los últimos dos años hasta un 9% de las grandes cotizadas. Imaginen las pequeñas.

Y es que la trampa del mal llamado plan de estímulos es la que era desde el principio. Una vez cubierto el periodo y cantidad anunciado, el propio BCE es rehén de los incentivos perversos creados. Les dicen que no hay burbuja, pero no puede parar las recompras por miedo al desplome de los mercados financieros. ¿No es curioso? Les dicen que los fundamentales justifican la complacencia financiera y política, pero si mencionas una subida de 0,5% de tipos se te tiran al cuello. Si no hay burbuja, momento ideal para parar algo que ya no cumple su función de mitigar el pánico. Lo que tenemos hoy en las valoraciones de los bonos soberanos no es normalización de primas de riesgo, sino euforia, generada por un solo operador. El BCE. Y eso siempre trae consecuencias.

El sistema financiero no puede sanearse si los tipos se mantienen a niveles ridículos, como ha alertado gran parte de la banca. Adicionalmente, la obsesión por la inflación del BCE le lleva a ignorar las tres razones por las que los precios no suben como a ellos les gustaría (porque subir, suben, un 41% desde 2000). La sobrecapacidad acumulada tras años de políticas de demanda y subvenciones, que es del 20%. La desinflación por tecnología y eficiencia, que es muy positiva y democratiza el uso de bienes y servicios para todos los segmentos de ingresos. Y la tercera, el envejecimiento de la población europea, que conlleva cambios en los patrones de consumo, además de mayores impuestos a la clase media y familias, por el aumento de gasto en pensiones. Un sistema de pensiones que sufre además con los tipos bajos, porque los ingresos de las seguridades sociales se invierten en bonos del estado con rentabilidades reales negativas, es decir, se erosiona el ahorro.

Nadie podrá decir que Draghi no ha alertado una y otra vez de las necesidades de reforma. Pero el error del BCE y del Banco de Japón es que miraron al otro lado del charco y pensaron que podían imitar a la Reserva Federal y hacerlo sin riesgos. En el proceso se olvidaron de estados que olvidan las reformas, de políticos que solo quieren más deuda y más crédito, y de revisar la demanda real de los mercados. Hoy, a pesar de la urgencia, no puede salir de su trampa. ¿O sí? En mi nuevo libro explico que hay maneras para evitar que los sectores ineficientes te obliguen a mantener los estímulos monetarios y que estamos a tiempo de evitar que lo que hoy es una evidente autocomplacencia financiera, se convierta en otra crisis.

La no-independencia y el mechero del pirómano

En el desafortunado culebrón de la no-independencia de Cataluña se juntan la irresponsabilidad, la ignorancia y la arrogancia. Recuerdo un jefe mío que decía “no me importa mucho que en la organización haya inútiles, siempre que no sean proactivos”, y el despropósito económico que ha generado la Generalitat y sus adláteres no puede ser más preocupante, porque conocían el riesgo y a pesar de todo, se lanzaron a la carrera suicida.

Más de veinte grandes empresas y un total cercano a las 400 empresas han trasladado su sede, según datos del Registro Mercantil. Las notarías colapsadas para trasladar pymes a otras regiones, y todo ello en siete días.

Pero ¿qué temen?

Un analista me decía el jueves que las empresas temen la incertidumbre.No, las empresas temen la certidumbre del asalto económico que supone el separatismo con o sin independencia.

La inseguridad jurídica no es una broma (cuando se habla explícitamente de confiscación y ruptura de compromisos financieros). La amenaza fiscalno es un invento (“estamos estudiando nuevas vías de ingresos”, “se emitirán bonos con cargo e impuestos futuros”). La llamada al corralito no la ha hecho un analista madrileño, acudir a “control de capitales” es algo que han dicho ellos, los salvadores de la inexistente patria. La presión fiscal, que solo ha aumentado a pesar de la creciente autonomía, no es un invento. Pero, sobre todo, la situación creada cada día desde las instituciones no genera un clima de confianza.

La decisión de cambiar la sede de una empresa no se toma “en caliente” y por nada. Se toma tras un periodo largo de reflexión sobre los beneficios y aspectos negativos de establecerse. El 1-O no ha cambiado las cosas de “ningún problema” a “pánico” sino que es la gota que colma un vaso que ya rebosaba. El del “bullying institucional”, tratar a las empresas como peones de veleidades intervencionistas, permitir que las calles y las instituciones sean secuestradas por radicales incompetentes y, encima, arrogantes.

 

La decisión de cambiar la sede de una empresa no se toma “en caliente” y por nada. Se toma tras un periodo largo de reflexión sobre los beneficios y aspectos negativos de establecerse

 

Y no, tampoco se cambia de la noche a la mañana cuando todos los factores que han llevado a cambiar la sede permanecen. Es casi hilarante, por no decir vergonzante, que algunos hablen de Eslovenia como ejemplo de empresas que volvieron. Un país que pasa de un régimen totalitario y una economía planificada a una democracia liberal, Eslovenia, es lo contrario a lo que están perpetrando los separatistas, un régimen controlado por intervencionistas y totalitarios. Eslovenia era un país que pasaba del asilamiento del régimen yugoslavo y de la falta total de libertad económica a lo contrario, la apertura y el libre comercio de verdad.

Aquí, las empresas se enfrentan a una involución, de una economía dinámica y abierta a un intervencionismo feroz liderado por ignorantes económicos.

Si en un país como EEUU, las empresas que trasladaron su sede a Canadá durante la administración Obama no han vuelto con la de Trump, imaginen si la algarada de la “no-independencia-pero-sí” se mantiene durante años y la asfixia institucional se mantiene. Si en empresas que tienen la mayoría de sus ingresos en EEUU se han producido salidas equivalentes a 65.000 millones de dólares de ingresos fiscales estimados entre 2015-2020, imagínense lo que ocurre en una Cataluña donde los radicales toman las instituciones y las calles.

¿Qué razones tendría una empresa para volver?

Tal vez que la inmensa mayoría de sus ingresos provienen de Cataluña. No es el caso.

Tal vez que el entorno de seguridad fiscal y legal fuese excepcional. No es el caso.

A lo mejor, que Cataluña es un sitio donde “hay que estar”. Tampoco es el caso.

Y en eso llegan algunos liberales y, como hicieron en Ecuador o Venezuela, se ponen de perfil entre la defensa de la ley de un estado democrático y los que quieren dinamitarla. Durante años, ni una palabra ante el asalto a la libertad individual, ante la coacción diaria, el adoctrinamiento, el señalamiento del no-separatista, la coacción incesante de los ciudadanos en su día a día y la amenaza a las empresas. Y, sin embargo, abren, ahora, el debate sobre la secesión liberal.

 

La fuga de empresas no es un juego de suma cero, es un evento negativo para todos

 

Desde una perspectiva ridícula (“secesión del estado”) cuando es intercambiar estado por más estado, no es salir sino permanecer en la UE, y es pasar de estado “poco liberal” a intervencionismo, cuando es todo menos liberal y absolutamente cualquier cosa menos libertaria.

Y, sobre todo, porque prima el inexistente derecho de secesión de algo que nunca ha sido colonizado, sobre los derechos individuales y económicos de todos los que sufren cada día el asalto liberticida del separatismo excluyente y señalador.

Alfombra roja a los totalitarios

“La solución a la secesión es más secesión” me dicen, mientras les cuelan un documento de transición y desconexión que elimina la posibilidad de secesión de los territorios catalanes.

Discutiendo sobre el sexo de los ángeles, como ocurrió en Latinoamérica, le ponen la alfombra roja a los totalitarios. Y esos, cuando llegan, no te los quitas ni con agua caliente. Como cuando se les criticaba que blanquearan a los populismos desde la equidistancia entre los movimientos comunistas y totalitarios y las imperfectas democracias existentes, te dicen “no hombre, no creo”. Y siguen creyendo que si Cataluña la toma primero el separatismo intervencionista y la hunde, la gente se dará cuenta de que “lo bueno” es el liberalismo y, cuando todo explote, viviremos en Narnia liberal. En fin.

Lo peor de todo es que los que están consiguiendo sus objetivos de manera espectacular son los destructores, las anti-empresas, los anti-comercio. Porque la fuga de empresas no es un juego de suma cero, es un evento negativo para todos, porque incluye congelar decisiones de inversión y contratación en el mejor de los casos.

El liberalismo utópico y el nacionalismo moderado solo sirven de mechero para el pirómano. Luego lamentamos el incendio.

Ninguna empresa se va de Cataluña, las echan

Los totalitarios populistas siempre buscan subordinar la economía a los políticos. Y siempre fracasan.

Como explicamos en la CNBC cuando LePen hablaba de las empresas francesas como si fueran suyas, es una soberana estupidez hablar de empresas y nacionalidad en un mundo globalizado. Las empresas españolas y catalanas son empresas globales y se deben a sus accionistas, sus clientes y sus acreedores en los países donde estén.

La reacción a la más que previsible fuga de empresas de Cataluña se ha difundido en los medios como una fuga de una región a otra, cuando lo que es realmente es una fuga de inseguridad a seguridad. De un entorno de falta de seguridad jurídica, respeto a la propiedad y riesgo institucional a otro entorno en el que los pilares básicos para llevar a cabo la actividad empresarial se garanticen.

Cuando las empresas norteamericanas se escapaban a Canadá o Irlanda en los llamados inversión deals escapaban a un entorno de fiscalidad no confiscatoria. Lo mismo ocurre cuando una empresa deja una región que pretende independizarse desde las llamadas -por escrito- a la confiscación, el impago y la asfixia fiscal a mayor gloria de unos políticos que no se juegan nada.

La fuga de la sede corporativa y legal de una empresa de una región o país a otro tiene enormes implicaciones fiscales, en inversión y empleo. La ridiculez que algunos han intentado difundir diciendo que la fuga de la sede no tiene impacto fiscal en la región es completamente falsa, y se desmonta precisamente viendo el esfuerzo que cualquier país o comunidad autónoma lleva a cabo para las empresas se mantengan.

Las empresas, por lo tanto, no dejan Cataluña, las echan los que creen que los agentes económicos son rehenes cautivos sujetos a sus veleidades megalómanas.

Las empresas no dejan Cataluña. Los políticos las echan. Esas empresas seguirán prestando servicios y ofreciendo bienes a sus clientes siempre que los deseen y los consumidores se beneficien. Pero la amenaza -la certidumbre- de secuestrar la seguridad jurídica, el derecho a la propiedad y la responsabilidad crediticia no pueden ser consideradas nada más que extorsión.

Hace muchos años que el empresariado catalán ve cómo el poder político cuenta con sus empresas como barcos a quemar en la consecución del poder absoluto, y lo que pasaba por ser una identidad cultural, un sentimiento de adhesión ha pasado a ser un ataque a los principios básicos de convivencia, de entorno inversor y de reputación corporativa.

La reputación corporativa es esencial. Y que, a empresas globales, independientes y de calidad se les identifique con veleidades totalitarias y liberticidas no solo es desastroso para el empleo y la inversión en la región, sino para ventas y transacciones en todo el mundo. Afecta a la calidad crediticia, a sus accionistas de todo el mundo, a sus acreedores y a la capacidad de financiación. Las empresas no son peones de políticos endiosados portadores de banderas, sean norteamericanas, españolas, francesas o catalanas.

Ninguna empresa o banco catalán se ha ido. Lo han echado los que se han valido de las instituciones para romper las leyes que les apetecía romper y poner encima de la mesa la palabra más peligrosa en el mundo económico “aleatoriedad”.

 

Las empresas no son peones de políticos endiosados portadores de banderas, sean norteamericanas, españolas, francesas o catalanas

 

Cuando un grupo de políticos pone ante los ojos del mundo que decide unilateral y aleatoriamente qué leyes cumple y cuáles no, también nos está diciendo a todos que su credibilidad a futuro es todavía menor que la actual. No es que haya incertidumbre por el riesgo de que ignoren los compromisos actuales, es que hay certidumbre de que lo volverán a hacer, según les convenga, y exponencialmente. Ahora, venga usted y me dice que les va a prestar o invertir en el país o región que gobiernan. Que gobiernan como servicio a los ciudadanos y a las empresas, no haciéndole un favor a esos agentes económicos por dejarles crear riqueza.

Cuando los políticos olvidan su labor de servicio para creerse que empresas y ciudadanos son cajeros automáticos de sus aspiraciones totalitarias, la marea de fugas les recuerda la mentira de su endiosamiento.

Cuando los consumidores de presupuesto usurpan a la sociedad civil tratando a sus ciudadanos como seguidores de una secta, enfrentando a unos con otros, dividiendo para sus tácticas electorales, y promueven el supremacismo y el servilismo para asfixiar a los creadores de riqueza, la única respuesta es fugarse.

La reputación es fruto del esfuerzo

El problema de las fugas de empresas, que se está dando a niveles que ni los más preocupados imaginaban, es que no se para por “llamar al dialogo”. Es que no se revierte con un “ya volverán”. La reputación y credibilidad de una región o país, igual que la de una empresa, se va ganando con enorme esfuerzo de todos, día a día. Y se quiebra en un solo día. Cuando lleguen y nos digan “no, hombre, que era broma, vuelvan”, nadie les cree.

Es una lección que deberemos aprender todos, ojo. Los que reciben la confianza del que escapa y los que tienen las mismas veleidades intervencionistas que los separatistas en el resto de España, el resto de la Unión Europea y el resto del mundo.

Estos días hemos vivido el debate sobre el derecho a la sedición. La verdadera secesión es la que están haciendo empresas y depositantes. Escapar de los que les usarán como cajero automático de sus entelequias supremacistas.

Cuando los políticos confunden a la turba con el pueblo, a los bots con votos y la convivencia con la sumisión a sus ideas mágicas, solo destruyen.

Desafortunadamente, a muchos de esos políticos les es indiferente el destrozo económico que han generado. Porque, parafraseando a Lord Varys de Juego de Tronos “sería capaz de quemar el país con tal de ser el rey de las cenizas”.