En uno de los “debates” de Davos esta semana, uno de los contertulios afirmó: We must face it, Trump won, we lost (“debemos reconocerlo, Trump ganó, nosotros perdimos”).
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Es el resumen perfecto de aquello en lo que se había convertido Davos en los últimos años: un foro de repetición de mantras sectarios de un pensamiento único que no representa a nadie y que se sorprende cuando la mayoría no es la que ellos se creen que es.
El contertulio, en un “debate” en el que todos decían lo mismo, típico de este foro en los últimos años, expresaba su sorpresa ante la evidencia de que el mundo no es como se lo repite su sesgo de confirmación.
El foro económico de Davos dejó de ser un ejemplo de debate y puesta en común de ideas entre líderes económicos hace años.
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