Una familia de cuatro integrantes en Argentina necesita ingresos de al menos 34.785 pesos (unos 580 dólares) para no caer en la pobreza, según los datos del tercer trimestre de 2019 del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC). El índice oficial de pobreza se sitúa en un 35,4%
Esta frase que acaba usted de leer incluye una de las razones por las que la Argentina, un país rico que llegó a ser la quinta potencia del mundo, tiene unos niveles de riesgo de pobreza y exclusión similares a los de un país del tercer mundo. La destrucción y confiscación de la riqueza nacional vía monetaria. Un país rico no debería tener una moneda consistentemente empobrecida por la política del banco central. La otra razón es más profunda: Argentina penaliza la producción y la inversión vía política fiscal y efecto desplazamiento del sector privado a favor del sector público.
La riqueza de Argentina se extrae a favor del sector público vía inflación descontrolada y fiscalidad confiscatoria. Argentina no solo tiene una política monetaria que desplaza a los sectores productivos haciéndolos desaparecer poco a poco mientras los costes se disparan por la inflación y los beneficios se desploman. Si se exporta, los beneficios en moneda extranjera se confiscan vía retenciones y si se vende en Argentina, los márgenes son atroces. Así, un país rico que podría alimentar al mundo, se encuentra con sus principales sectores productivos ahogados fiscal y monetariamente para sostener un gasto público extractivo.
Según el Ministerio de Trabajo, el 35 por ciento del empleo en Argentina es del sector público (incluyendo nacional, provincial y municipal). Una enorme carga burocrática. Pero, si analizamos el empleo público respecto al privado por provincias, 18 provincias tienen más de un 40% de empleo público, y cinco provincias tienen más del 60%. No existe el sector público sin el sector privado y, cuando se asalta a los sectores productivos vía monetaria y fiscal, terminan por abandonar la actividad.
La alta pobreza de Argentina es una causa directa de la destrucción constante del poder adquisitivo de la moneda y de una visión extractiva y confiscatoria de la producción. Que un país rico como Argentina sea pobre tiene dos causas: la presión fiscal más alta del mundo a pequeñas y medianas empresas y la política monetaria más destructiva de la región, solo superada por Venezuela.
La presión impositiva a la producción representa el 106% de la ganancia neta (antes de impuestos) de una pequeña o mediana empresa, según la consultora Data Driven Argentina usando datos del Banco Mundial. Adicionalmente, Argentina ha aumentado su base monetaria en los últimos diez años un 1.213,06% según el Banco Central, es decir, más de siete veces el aumento de EEUU pero con una demanda decreciente de pesos.
No sorprende que la utilización de la capacidad industrial sea de alrededor del 60% según el Centro de Estudios de la Unión Industrial Argentina (UIA), mientras en países comparables supera el 80%. Argentina tiene talento, capacidad industrial, riqueza agrícola y ganadera y enormes recursos naturales. ¿Cómo puede ser más pobre que países con mucho menos capital humano y recursos? Porque el sistema político, sea a nivel fiscal o monetario, es un sistema de desincentivos constantes que ataca el emprendimiento, la iniciativa privada y, además, subvenciona de manera puntual a sectores de bajísima productividad mientras penaliza fiscal y monetariamente a los de alta productividad.
El verdadero drama de Argentina es que es un país rico donde las políticas extractivas llevadas a cabo desde los años 50 y los desincentivos a la productividad han llevado a que la tasa de pobreza sea enorme.
Argentina tiene un enorme tesoro de potencial y recursos naturales donde los gobiernos asfixian el mecanismo de creación de la riqueza mucho antes de que se genere la misma, y hacen la inversión productiva a largo plazo inviable con asaltos a la seguridad jurídica y desde una fiscalidad y política monetaria extractivas.
Lo triste es que los gobiernos siguen prefiriendo ahogar a los sectores productivos y entregar “ayudas” con pesos cada vez más devaluados, en vez de poner como pilares de su política el incentivo a la productividad.
No es casualidad que en años de enorme aumento de gasto público, impresión de moneda y aumento de presión fiscal también haya aumentado la pobreza. Cuando se impone una mentalidad económica extractiva que pone a todos los agentes económicos al servicio del sector público y no al revés, los resultados siempre son pobreza y estancamiento.