‘Odessey and Oracle’ es uno de los mejores discos de la historia. Un viaje psicodélico y onírico de dos grandes compositores, Rod Argent y Chris White. Y un sueño psicodélico es la pretensión por parte de los economistas de consenso de ver un aumento de la inversión productiva porque lo decida un banco central.
Llevamos años oyendo que “el año que viene” las empresas se lanzarán a invertir.
Los tipos están a cero, la liquidez es enorme. ¿Por qué no invierten?
Porque el banco central no genera confianza. Con una evidente ralentización global, ningún consejero delegado o presidente se lanza a hacer enormes inversiones porque lo diga un comité de académicos. Porque, luego, las pérdidas las sufren ellos y esos mismos académicos culpan al “sector privado” de tomar riesgo excesivo.
Goldman Sachs ha vuelto a lanzar un jarro de agua fría sobre las expectativas de economistas como Paul Krugman, que defiende “la represión financiera hasta que los inversores capitulen”.
En 2016, las empresas norteamericanas volverán -como ha ocurrido desde 2009- a preferir recomprar acciones y pagar dividendos que lanzarse a invertir.
De los 2,2 billones de dólares de utilización de capital esperados para 2016, más de un billón se va a dedicar a dividendos y recompra de acciones y solo 650.000 millones a inversiones (un aumento de menos del 1% sobre la cifra de 2015 y una cifra revisada todos los años a la baja desde 2008). El resto, a pago de intereses.
Muchos dicen que la cifra de inversiones es significativamente mejor si quitamos el sector de la energía, en retroceso inversor tras una década de exceso de inversión y sobrecapacidad. Pero el aumento es de un 6%, si se cumple (siempre se revisa a la baja). Además, es ya una excusa recurrente de los analistas de la economía de EEUU el incluir al sector energético cuando les interesa -cuando suponía la mayor aportación a inversión, empleo y PIB de todos- y ‘descontarlo’ cuando apetece.
¿Y quién ha decidido que invertir 650.000 millones de dólares anuales es malo, poco o erróneo? Normalmente un analista, académico o burócrata que siempre recomienda gastar y nunca sufre las consecuencias.
Las empresas norteamericanas acumulan una caja excedentaria de 1,3 billones de dólares en el S&P 500, y la cifra supera los dos billones si incluimos todas las empresas. Casi dos veces el PIB de España.
La duda nos vuelve a asaltar, como comentábamos en ‘Larry Summers y las importaciones Chinas’ y ‘El plan Juncker’. Los economistas de consenso no paran de hablar de enormes necesidades de inversión, y a la vez las empresas líderes globales no ven esas necesidades tan supuestamente evidentes. ¿Por qué? Por la misma razón que ningún burócrata ha perdido su puesto de trabajo por predecir un crecimiento económico por planes de estímulo gigante y equivocarse. Porque se juegan el dinero de los demás, y por lo tanto el incentivo es siempre asumir que se debe gastar mucho más. Unos viven de sostener el PIB y otros -los empresarios-, de generar rentabilidad real.
Y es que esas empresas norteamericanas que no han invertido más porque lo dictara la Reserva Federal no encuentran proyectos y oportunidades por encima de lo que ya es un nivel de inversión muy relevante, que parece que 650.000 millones de dólares anuales fuera una mala cifra.
No, no debe preocuparnos que las empresas no se lancen a gastar mucho más porque lo diga un catedrático. Es muy sano que esas empresas estén llevando a cabo una gestión prudente de su negocio y no se dejen llevar por los “billones y billones” que se prometen. El banco central te puede acercar al río pero no obligarte a beber.
El inversor, por lo tanto, puede estar tranquilo, estas empresas son líderes globales porque escuchan con cariño a los gurús del keynesianismo gastón y luego, como debe ser, se van a su oficina y ponen capital en lo que merece la pena. Y además, muchas veces también se equivocan. Pero cuando se equivocan, excepto los adictos a la subvención, no lo hacen con los impuestos de los demás.
Los líderes empresariales globales dejan en evidencia que una gran parte de esos cientos de miles de millones que estiman algunos organismos internacionales de inversión necesaria no son más que humo. Y precisamente esa prudencia y no escuchar cantos de sirena hará que dentro de cinco años sean más fuertes. Si sube el PIB a su crecimiento potencial, no depende de gastar más hoy, sino de invertir mejor todos los años.
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