“It´s all I can do, to keep waiting for you” Ric Ocasek
La parada en seco de los mercados emergentes que llevamos comentando desde hace tiempo en esta columna tiene características únicas.
Se estima que la inversión de capital extranjera hacia los mercados emergentes caiga a 548.000 millones este año, niveles inferiores a los de 2008 y 2009, en medio de la crisis. Esta caída de inversión no está motivada por falta de liquidez, que es más que excesiva por las inyecciones monetarias de los bancos centrales, ni por altos tipos de interés, con 28 bancos bajando tipos y gran parte de las mayores economías con tipos cero. Tampoco es por recesión, ya que a pesar de la ralentización, el crecimiento en mercados emergentes casi duplicará el de los países desarrollados.
Es caída de la inversión por saturación de deuda y percepción de riesgo muy superior a lo que los bancos centrales anuncian.
Lo que explica esa falta de confianza es precisamente la caída de la inversión en mercados emergentes por parte de los inversores locales, del capital nacional. La cifra del Instituto de Finanzas Internacional es preocupante y mucho más reveladora. Se estima una salida neta de capital de 540.000 millones de dólares en 2015, comparado con una inversión positiva neta de 32.000 millones en 2014.
¿Qué significa esto? El capital local se escapa de los mercados emergentes a una velocidad no registrada desde 1987. De 32.000 millones de inversión a 540.000 de desinversión no es un cambio de tendencia, es un evento monumental.
Por primera vez en muchos años podemos asistir a una caída neta total de la inversión en emergentes.
El capital local se escapa de los mercados emergentes a una velocidad no registrada desde 1987. De 32.000 millones de inversión a 540.000 de desinversión
Una parte muy relevante de este ‘efecto aspirador’ de capital es precisamente la represión financiera global. La errónea política de los países de devaluar y bajar tipos hace que a empresas y países emergentes financiados en dólares les cueste mucho más repagar sus préstamos tomados en moneda norteamericana para financiar proyectos locales. No solo ingresan mucho menos en dólares, sino que la caja acumulada durante los años de bonanza tiene una remuneración menor, y el coste de su deuda no baja, ya que los bonos están emitidos desde hace mucho.
Si a ello añadimos una montaña de inversiones realizadas con más deuda de lo recomendable en infraestructuras, endeudadas entre tres y seis veces el beneficio operativo en economías que “lo soportaban” porque crecían “mucho”, nos podemos encontrar con una enorme cantidad de préstamos que son imposibles de pagar ante un escenario de crecimiento pobre o recesión.
No es una cifra pequeña. Se calcula que se han hecho más de dos billones de dólares en proyectos de infraestructura en mercados emergentes con estructuras de endeudamiento agresivas, un apalancamiento solo justificable por un crecimiento exponencial que no se está dando.
El Banco Mundial estima una necesidad anual de inversión en infraestructura y servicio de lo ya construido cercano a 835.000 millones de dólares anuales.
Si el efecto aspiradora desencadena el efecto dominó de quiebras e impagos, puede suponer una catástrofe en el proceso de mejora de las economías
El diferencial entre los mercados emergentes y los desarrollados lo identifica en 430.000 millones anuales. Es decir, que por un lado se necesita una enorme inversión en infraestructuras en los países en desarrollo para modernizar la economía y a la vez se han financiado muchos proyectos existentes con estructuras de divisa y endeudamiento a todas luces optimistas.
Si la situación actual de efecto aspiradora desencadena el más que previsible efecto dominó de quiebras e impagos, la inversión no solo va a sufrir, puede suponer una catástrofe en el proceso de mejora de las economías.
Y ustedes me dirán, pero si existe sobrecapacidad en tantas economías, ¿cuál es el problema? Es y sigue siendo la financiación de elefantes blancos, que los españoles tenemos tan frescos en la memoria -planes E, obra civil innecesaria-. Desafortunadamente, las llamadas a crear bancos públicos etc. suelen orientarse a esos elefantes blancos, y utilizan estructuras de apalancamiento mucho más agresivas de lo habitual. Recuerdo un seminario donde nos contaban que lo bueno del acuerdo entre los BRIC (Brasil, Rusia, India y China) para financiar proyectos comunes era que podían endeudarse hasta 50 unidades por una de capital. Pues no.
La política de gran parte de las economías emergentes de centrar su gasto público y la financiación de sus entidades estatales en dichos proyectos megalómanos crea una buena parte del efecto aspirador actual. Por un lado, se dificulta la financiabilidad de lo que se ha hecho y por otro, de nuevo, sale perdiendo lo importante. No aprendemos.