Cualquier empresario sabe que si tienes un negocio cíclico no puedes cargarlo de costes fijos y endeudarlo porque lo hundes. Una familia, la entidad económica más social que existe, sabe que la supervivencia y el bienestar vienen del ahorro, y que gastar más de lo que se gana es una locura. Nadie le dice a su pareja “cariño, no podemos bajar gastos, tendrán que subirme el sueldo”, porque recibe un sopapo.
Cuando llegamos al Estado, se cuenta con una flexibilidad muy relevante, que es el acceso a financiación mientras exista confianza en que se gestionará con responsabilidad crediticia y se potenciará el crecimiento. Sin esas dos condiciones, el milagro de gastar como si diese igual todo, desaparece en muy poco tiempo. Incluso si el Estado ignora todos los desequilibrios económicos y se dedica a monetizar todo su gasto, hace a su moneda inservible y pierde valor porque nadie la quiere.
Recordemos Argentina o la propia Grecia antes de la entrada en el euro. La prima de riesgo de Argentina superaba los 1.000 puntos a pesar de “imprimir todo lo que el Estado necesita”, mientras creaba inflación de más del 40% anual y su moneda se depreciaba brutalmente. En los ocho años de Kirchner, la moneda nacional se devaluó un 66,2% respecto del dólar, que en la cotización oficial saltó un 200% desde los 3,15 dólares de diciembre de 2005. Medido por dólar libre, el salto cambiario era del 400 por ciento. “Crear dinero para el pueblo”. El destrozo ahora lo tiene que solucionar otro.
Esto es lo que nos venden los nuevos alquimistas del comunismo inflacionista. No, el Estado no tiene recursos ilimitados. Los recursos del Estado están sujetos a la economía a la que pertenece.
Esto les sonará a todos los que leen las propuestas económicas del populismo inflacionista:
Un ejemplo aterrador, que en España encima se “glorifica”, es el de Allende en Chile. Intervenir la economía, expropiar y nacionalizar y luego imprimir moneda como locos. El plan populista de Allende fue subir salarios nominales enormemente mientras se aplicaban controles de precios, se daban subvenciones “para sectores estratégicos” de hasta el 10% del PIB y se nacionalizaban empresas. Primero, déficits brutales, que pasaron de 6,69% del PIB en 1970, a 15,28 % en 1971, 24,53 % en 1972 y 30,48 % en 1973.
¿Cómo se financió ese agujero fiscal? Imprimiendo billetes. Un aumento de la masa monetaria de 6,60 % del PIB en 1970, 13,61 % en 1971, 22,71 % en 1972 y 30,40 % en 1973. La inflación, por supuesto, se disparó a más del 400%. Ya te pueden “subir” el sueldo lo que quieras que la inflación fagocita ese “aumento”.
El Estado “creando todo el dinero que necesita” llevó al desabastecimiento, la pobreza, y la implosión de ingresos fiscales. ¿A quien le echaron la culpa? Igual que Venezuela hoy, que Kirchner, que todos los inflacionistas, al “enemigo exterior”. Primero a los comercios “que quieren ganar más dinero”, luego a EEUU. Como explica el economista Guillermo Sánchez, “el desastre era evidente y en absoluto hacía falta una “intervención externa” para causarlo. La CIA ni controlaba el aumento de salarios, ni agrandaba el déficit, ni imprimía los billetes”. Y terminó en una dictadura terrible.
Pero como se hizo por el pueblo, el perpetrador del desastre no puede tener la culpa. Lo hizo por “nuestro bien”. Así que tiene que ser culpa de otro. El enemigo externo. El mejor amigo del hombre no es el perro, es el chivo expiatorio, como dice mi admirado profesor Carlos Rodríguez Braun.
Esto es lo que nos venden los nuevos alquimistas del comunismo inflacionista.No, el Estado no tiene recursos ilimitados. Los recursos del Estado están sujetos a la economía a la que pertenece. Para que exista un sector público se tienen que dar ingresos de un sector privado sólido y próspero. Para que el gasto público sea sostenible la economía debe crecer, ser competitiva y productiva.
En este entorno de locura colectiva que nos parece haber invadido, han saltado los defensores del expolio y se presentan como “expertos”, que traen soluciones mágicas que a nadie se le habían ocurrido. Y es que todo esto se ha hecho mucho antes y muchas veces con resultados desastrosos. Los países líderes saben que la política monetaria no funciona si no se da confianza generalizada en la moneda y si no se garantiza un mercado secundario solido con un sistema financiero donde se esterilice la deuda y se garantice el repago porque se percibe una economía rica y dinámica. Esterilizar es vender aquellos bonos que el banco central compra.
Los países ricos no lo son porque tengan mucha deuda. Son muy ricos y por ello pueden endeudarse, porque existe seguridad de repago. El balance de un banco central no crece exponencialmente porque lo decida un comité, sino porque la confianza en la economía y el sistema permite ese desequilibrio puntual para posteriormente normalizar la política monetaria, e incluso con esa premisa se crean enormes distorsiones, como hemos vivido desde 2008. Una moneda no es reserva global porque lo decida un círculo de Podemos, sino porque la acepta el resto del mundo. El dólar se utiliza en el 80% de las transacciones globales, el euro no.
Como estamos viendo claramente en Europa, o en Japón, no es una casualidad que la política monetaria no funcione en economías intervenidas y dirigidas, y funcione -aunque con enormes desequilibrios- en EEUU. Como decía Bill Clinton, “es la economía, estúpido”. Si no tienes una economía potente, dinámica, competitiva, innovadora y abierta, con empresas privadas líderes, la política monetaria no sirve de nada. Aumentar la masa monetaria por encima del crecimiento del PIB real siempre genera enormes desequilibrios. Que esos desequilibrios sean burbujas financieras, o exceso de inflación y miseria, termina siempre de la misma manera: Lo paga usted. El ciudadano sufre el destrozo de los alquimistas.
El que vive dentro del poder populista vive muy bien con esas políticas… Es usted el que sufre las colas, el desabastecimiento y la miseria. Ellos tienen privilegios de partido.
Crear dinero artificialmente siempre crea alta inflación y crisis. Que les digan que no ocurre porque ahora no hay inflación es porque ignoran -a sabiendas- el efecto depresor en la velocidad de dinero de la impresión masiva y la brutal inflación en activos de riesgo. La inflación no es el IPC. Lean la falacia de la “nueva teoría monetaria” que no deja de ser la misma de siempre, sumar dos y dos, y creer que pueden dar veintidós. Cualquier niño sabe que no hay más riqueza por imprimir más billetes. Solo se divide y empeora la capacidad de compra. Pero en Europa se está extendiendo de manera peligrosa el inflacionismo comunista desde la percepción de que el problema no es de competitividad y productividad, sino de imprimir moneda.
Los que dicen que quieren “la política monetaria de EEUU”, pero rechazan su competitividad, apertura, seguridad jurídica y libertad, no quieren emular a EEUU. Quieren copiar a la Argentina de Kirchner. El que vive dentro del poder populista vive muy bien con esas políticas… Es usted el que sufre las colas, el desabastecimiento y la miseria. Ellos tienen privilegios de partido. Y luego, como Allende, Maduro, Kirchner y tantos otros, le echarán la culpa al enemigo exterior, con sus ahorros bien guardados en… dólares y fuera del corralito interno. Ellos son el pueblo… Estas cosas que dice Daniel Lacalle son tonterías porque “esta vez es distinto ”. Cuando no lo sea, como siempre, será culpa del enemigo externo.
Publicado en El Español, 6 junio de 2016.
Cierto, aunque el verdadero target del populismo no son los que creen que la riqueza la puede crear el estado, sino los que piensan que tiene la capacidad de reducir la «desigualdad» simplemente con expoliar al que sale de la cueva a pasar frio para volver con alimento para la tribu.
Muy interesante, al menos para mí (un profano en economía) intentar explicar la ausencia de inflación pese a las políticas monetarias laxas tanto en USA como en EU con una sobrevaloración de activos de riesgo. Entiendo que a efectos prácticos hay una suerte de dinámicas o políticas no escritas que hacen que de momento toda esta enorme liquidez no salga de los mercados de valores (o que sean los mercados de valores, por razones que se me escapan el principal objetivo, o los principales beneficiados, de estos quantitative easings ).
Agradecería como amateur en la materia alguna referencia a nivel divulgativo, a lo que denomina usted «el efecto depresor en la velocidad de dinero de la impresión masiva», para entender un poco este concepto que sinceramente se me escapa.
Siempre había creído que estando ante lo que se me antoja a mí una crisis por sobrecapacidad y falta de demanda por sobreendeudamiento, la impresión de dinero no provocaba inflación porque la deflación es la consecuencia inevitable de una crisis de exceso de oferta y falta de demanda… Aunque reconozco que no se en que la impresión de dinero puede ayudar en una crisis sobrecapacidad y de sobreendeudamiento (si no es para al crear inflación reducir el monto real de la deuda pasada, es decir producir una «quita» a escondidas pero hundiendo la capacidad de compra y por tanto la demanda).
Agradezco la introducción de conceptos nuevos como los realizados en este blog